Hannah
Entramos a casa riendo, Mergarita se ha convertido en una amiga para mí. Echaba de menos una, alguien en quien confiar, lo que es bueno porque es nana de mis hijos.
Bajamos las últimas bolsas de compras entre charla trivial del spa, venimos súper relajadas. Los masajes, las rocas calientes, el agua burbujeante y estimulante fue lo mejor de hoy.
Cierro la puerta, en eso Ethan viene bajando las escaleras hablando por teléfono. Indica silencio y tapo mi boca.
- Subamos las bolsas a mi habitación - susurro para Mergarita, asiente y me ayuda con las que son mías.
No compre mucho, después de todo el armario siempre ha estado lleno gracias a los chicos. Eso sí, lo que más variedad hay son bragas, la maña de arrancarlas de Ethan o Ian, me estaba dejando escasa de ellas.
Un dato que compartí con Margarita, me voy con morbo y me ayudo a elegir conjuntos bonitos de encaje, quería que usara tanga, nomas de verla y notar que se te mete todo, denegué su uso.
No quiero ser violada por un calzón, río por ese pensamiento.
Lo que también me deje llevar fue entrar a una tienda de bebés, fui a la sección de "múltiple", raro su nombre pero entendible a que ahí hay ropita o accesrios para gemelos en adelante.
Me emocione mucho al ver de trillizos, primero todos eran de niñas o niños, nada mixto. Hasta que pregunte a una empleada y me guío, mostrándome una variedad de ropa tan hermosa que quise comprarla toda. Obvio no lo hice, elegí cinco cambios, dos son de tiempo de calor y un poco más grandes.
Los otros, uno eran de conejos, tipo mamelucos de tela suave y calientita, dos azules y uno rojo, con su gorrito donde adornadaba unas orejas, el segundo es simple de rayas, ligero y de dos piezas, los colores se alternan, negro con verde y el de mi princesa fuicha.
El ultimo modelo todos eran iguales, ¿Han visto el gato ensombrerado? ¿Sus ayudantes que se llaman "cosa 1 y cosa 2"?, bueno, es igual. Solo que se le suma una "cosa 3". Tan bonitos que ya quiero ponérselos.
- Me retiro.
Volteo con ella, asiento sin dejar de sonreír y le agradezco por haberme acompañado.
Margarita sale, se topa con mi monstruo y este cierra la puerta.
- Mira - agarro los trajes de conejos y se los enseño - ¿Te gustan?
Ríe y se acerca tocarlos.
- ¿Conejos? ¿Algún tipo de broma por decirte zanahoria? - menciona con sorna levantando una ceja.
De hecho no lo había visto de esa manera, simplemente me gustaron y ya.
- Puede ser - sonrío guiñandole el ojo - ¿Dónde están?
- Tomando una siesta.
- ¿No te dieron problemas?
Niega y se mueve al pequeño armario sacando las maletas.
- Disfrute el momento con ellos - se le mira feliz, eso me tranquiliza.
- ¿Qué haces? - cuestiono confundida.
Esta metiendo nuestra ropa en las maletas como caiga.
- Ya esta lista la casa, nos vamos esta noche.
Frunzo mi ceño en desacuerdo, no quiero irme. Presentía que si no estabamos en la ciudad y con vecinos a los alrededores cerca, la tormenta se avecina.
No sé que cambios le hizo a la casa del bosque, tan solo dejar mi imaginación volar sobre ese tema me ponía la piel de gallina. Y más cuando le pregunté, pero no me respondió claramente.
Solo sonrió, beso mis labios y susurro:
"Pronto lo sabrás".
Con eso es suficiente para hacerme mil ideas, tengo miedo. De que algún cambio en la casa se haya hecho con beneficio a Ian.
Estaré sola, con mis hijos y Margarita, pero ninguno puede ayudarme. Nadie podra hacerlo, porque no hay civilización allá entre los árboles.
Los vecinos mas próximos estan a más de un kilómetro de distancia, ya hemos pasado por esa cabaña hogareña, es una pareja de ancianos.
Estoy perdida.
Si volvemos a los tratos del pasado, allá nadie podrá ayudarme y él no me dejará salir de esa casa. Definitivamente no me quiero ir, aunque también tengo miedo decirle, que ese humor tan bueno que trae se desmorone por mi culpa.
Élquiere confianza, que ya no le tenga miedo, algo que es difícil ya que cada vez se muestra diferente. Más fuerte, agresivo, autoritario, más monstruo...menos humano.
Temo por mis hijos, me prometió no hacerles daño, jamás tocarlos más allá de causar un daño grave, pero dudo de su palabra.
***
Hago ruiditos con mi boca para mantenerla entretenida y no despierta a sus hermanos. Sus gestos me tienen hipnotizada.
Vamos rumbo a casa, Ethan maneja, voy de copiloto con mis princesa despierta en brazos y Margarita viene atrás con mis bebés que apenas se durmieron.
Leila se queja, la arrullo para que no empiece a llorar, pero es tarde. Su llanto comienza, le acabo de dar de comer, me absorbieron toda así que no me queda más remedio que dejarla llorar sobre mi hombro tratando de tranquilizarla.
- Ya, ya, shh, shh.
No se calma, siento a Ethan palmearme la pierna.
- Dámela.
- Estas loco, vas manejando.
Si, no debí decirle eso. Estaciona el auto en medio del bosque y se baja del carro, Leila por fin se calma, pero mi monstruo ya abrió la puerta.
- Baja, dámela y tu maneja - su tono de voz no es agresivo, aunque no queriendo que lo sea, acato su orden.
Envuelvo a mi princesa con una cobijita gruesa y salgo, se la entrego para luego correr al otro lado. Hace un frío tremendo, subo, me acomodo y arranco.
Siglos han pasado desde que maneje un auto deportivo, las pocas veces que he tocado el volante de estos autos nunca fue en buen momento.
Sacudo ligeramente la cabeza ignorando esos momentos y me concentro en la carretera, apenas logro verla por la poca luz y no quiero que ningún animal se atraviese.
Minutos después doblo a la derecha, llegando casi al portón de metal el camino cambia, ya no es tierra sino concreto. Me detengo a una distancia prudente para abrir las puertas sin problemas e intento encontrar el botón que las abre.
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posesivo y controlador, trastorno de identidad disociativo, dolor golpes sufrimiento
Editado: 16.03.2020