Presente En Mis Ruinas

Capítulo 6 “Dios me sigue castigando”

Cuando pensé que ya no podía suceder nada más doloroso, Dios me da una cachetada, como recordatorio de que siempre puede haber algo peor. Y en esos momentos, me pregunto una y otra vez cómo es posible que actúe de esta manera, por qué parece haberse ensañado conmigo.

Desde que comenzó el año, he estado sumida en un ciclo interminable de dolor. Esta vez, la pérdida fue la más devastadora: perdí a mi mejor amiga, a mi compañera, a mi hija.

Arya se fue después de 24 días de lucha constante, un verdadero combate por su vida. Al despedirme de ella, sentí que se desvanecía una parte de mí, un vacío que se instaló en mi pecho como un eco de su ausencia. Durante esos días de angustia, me vi a mí misma imaginando el peor de los escenarios, pero nunca creí que se haría realidad. Siempre mantuve la fe de que mi pequeña saldría de esto, pero al final, la realidad fue mucho más cruel.

El día que fui a buscar su cuerpo a la veterinaria, el mundo se detuvo. Allí, en ese mesón frío, lloré sin parar, desbordando mi dolor en cada lágrima. Cuando llegué a casa, la coloqué en una cajita que ahora se sentía más como un ataúd que como un hogar. La lloré todo el día, rogándole que regresara, agradeciéndole por cada momento compartido, por todo lo que había sido para mí.

Al día siguiente, el proceso de despedida continuó. Recogí sus cenizas por la tarde y sentí que cada grano de ceniza contenía un fragmento de mi corazón. Daria cada parte de mi alma por volver a ver esos ojitos que tanto amaba.

Desearía regresar a casa y encontrarla esperándome, pero sé que no importa cuánto llore, no volverá. Es como si alguien hubiera hecho un agujero enorme en mi pecho. Arya me enseñó que el amor puede llegar de muchas formas, que la felicidad a menudo se encuentra en los momentos más pequeños. Ella no hablaba, pero su mirada decía más que mil palabras, un entendimiento profundo que solo los verdaderos amigos pueden compartir. A veces, los ángeles llegan a nuestras vidas con cuatro patas, una cola y unos adorables bigotitos.

Mi querida Arya, te amamos durante toda tu vida y te extrañaremos el resto de la nuestra. Siempre vivirás en nuestros corazones.

~Amar también es arriesgarse a perder. Y cuando ese amor se va, queda un silencio que duele en cada rincón del alma. No minimices tu duelo solo porque se trataba de “una mascota”; quien nunca fue amado por un animal, no entiende lo que es perder a un compañero que te miraba con el alma y te acompañaba sin condiciones. Permítete llorar, abrazar el recuerdo y hablar de él o ella todas las veces que lo necesites. Porque el amor verdadero, incluso el más pequeño, deja huellas eternas~




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