Capítulo 9: “Leontina”

Desde el primer momento en que tengo memoria, Leontina ha sido mucho más que mi hermana menor. A pesar de que la vida nos separa por un par de años, ella siempre ha sido un faro de madurez, serenidad y compasión, un contraste hermoso con mi naturaleza más risueña y despreocupada. Es mi cómplice, mi mejor amiga, mi confidente y, en muchos momentos, el motor que me ha mantenido de pie cuando pensaba que no podía más.

Recuerdo un episodio que define toda nuestra relación. Éramos pequeñas, y una tarde mi papá se llevó a Leontina a comprar, dejándome en casa. No entendía por qué yo no podía ir también, y me quedé llorando desconsolada. Cuando regresaron, ella, con su tierna ingenuidad y apenas cuatro o cinco años, se quitó su chupete de la boca y me lo entregó diciendo: "Toma, no llores". En ese simple gesto estaba la esencia de mi Leontina: siempre dispuesta a compartir, siempre buscando calmar mi dolor, incluso a costa de sus propias pequeñas alegrías. Esa tarde, en ese instante tan puro, se cimentó la dinámica de nuestras vidas.

Leontina siempre ha sido mi refugio, una presencia constante y reconfortante en mi vida. Desde que tengo uso de razón, ha escuchado mis penas, mis miedos y mis inseguridades, acompañándome en cada caída. Pero también sé que mi carga emocional, mi tendencia a volcar en ella mi dolor, le ha costado caro. Años de escucharme decir que quería desaparecer, de verme luchando con mis propios demonios, deben haber dejado huellas profundas en su corazón. Sin embargo, nunca me juzgó, nunca se alejó. Al contrario, siempre encontró las palabras justas, el abrazo necesario, el consuelo que me devolvía un poco de esperanza.

Leontina es la mejor persona que conozco. Su empatía y bondad son inmensurables, y su resiliencia es un testimonio de su fuerza interior. A pesar de que enfrenta una enfermedad que hace su vida compleja, llena de dolores constantes y limitaciones, ella nunca se rinde. Cada día, ella elige levantarse, enfrentarse al mundo con una sonrisa tranquila y seguir adelante. Nunca se queja, nunca pide más de lo que necesita, y siempre encuentra tiempo para preocuparse por los demás.

Hay algo casi sobrehumano en su capacidad de amar y cuidar. En un mundo que muchas veces parece frío e indiferente, ella brilla con una calidez que pocos poseen. Es el tipo de persona que da sin esperar nada a cambio, que escucha con atención genuina y que encuentra la belleza en los lugares donde otros solo ven sombras. A veces pienso que ni nosotros, su familia, ni el mundo entero estamos preparados para alguien tan magnífica como ella.

Me han preguntado muchas veces qué me mantiene aquí, qué me da fuerzas para seguir adelante. La respuesta siempre es la misma: Leontina. Su existencia es mi ancla, mi razón. Saber que ella está, que me ama a pesar de mis fallas y de las heridas que sin querer le he causado, es lo que me empuja a intentar ser mejor, a no rendirme.

Hay tantos momentos que podría narrar para ilustrar su grandeza: las noches en que me consoló cuando el mundo parecía desmoronarse, las risas que compartimos en medio de la adversidad, las palabras que siempre supo decir para aliviar mi corazón. Pero creo que lo más importante es esto: Leontina es el tipo de persona que te hace creer en la bondad humana, que te inspira a ser más amable, más valiente, más humano.

Si tuviera que elegir una palabra para describirla, sería "luz". Porque eso es lo que ha sido para mí toda la vida: una luz que nunca se apaga, que me ha guiado en los momentos más oscuros y que sigue brillando con una intensidad que desafía todas las adversidades. Leontina es mi hermana, mi amiga, mi heroína, y este mundo es infinitamente mejor porque ella está en él.

Para Leontina,
mi luz incansable y compañera de vida,
mi refugio inquebrantable y guardiana del alma.
Gracias por sostenerme en mis días más oscuros
con un amor silencioso que nunca falla,
por enseñarme que la verdadera fuerza nace de la ternura,
y por ser el hogar donde siempre puedo regresar.
Te amo más allá de las palabras, y este libro también es para ti.