Después de la tormenta más grande, esa ruptura definitiva con el amor de mi vida, decidí darme una oportunidad. Quise creer que podía abrir una puerta diferente, que el tiempo ayudaría a sanar las heridas y a construir algo nuevo. Apareció alguien que me mostró un cariño sincero, constante, generoso. Un chico amable, caballero, que parecía ofrecerme el mundo entero sin pedir nada a cambio.
Él era todo lo opuesto a él. No solo en la forma de ser, sino también físicamente: su presencia era diferente, su mirada distinta, su piel y sus gestos no tenían nada que ver con ese primer amor que me había marcado. Y aun así, estaba allí, dispuesto a construir conmigo algo nuevo.
Pero yo no pude.
No pude corresponder a ese amor que me tendía la mano. No pude abrir mi corazón a alguien que no era él. No porque él fuera mejor o peor, sino porque mi corazón aún le pertenecía a él.
Recuerdo que no quería ser besada. No porque no quisiera cariño, sino porque habían sellos en mis labios que no estaba lista para perder. Esos sellos eran las huellas indelebles de un amor que había dejado su marca en mí, tan profunda que ningún otro beso parecía tener derecho a borrarla o reemplazarla.
No quería perder esos sellos que él había dejado, porque significaban todo: promesas no cumplidas, memorias grabadas, un pedazo de mi alma tatuado en esa piel. Cada vez que alguien intentaba acercarse, sentía que me pedían entregar algo que todavía no estaba dispuesta a soltar.
Había sellos también en mi corazón, en mis manos, en mi piel; marcas invisibles que hablaban de lo que había sido y de lo que todavía anhelaba. Y esos sellos no se podían fingir ni negociar. No podía borrar lo que fui, solo para dar espacio a lo que aún no podía ser.
Cuando él quiso besarme, ese instante se congeló en mi mente, y esquivar ese beso fue como proteger esos sellos con uñas y dientes. Porque perderlos significaba dejar ir algo que todavía dolía y que no estaba lista para soltar. Significaba traicionar un pacto silencioso conmigo misma.
Y así, mientras ese chico amable y caballero me ofrecía el mundo, yo me sentía atrapada en una red invisible de recuerdos y sellos, sin poder avanzar ni retroceder. No porque no quisiera amar, sino porque mi alma todavía estaba marcada por otro amor, y no quería borrar esas cicatrices con un beso que no encendía nada.
Probé sus besos, me entregué a ese intento de sentir algo, pero fue en vano. No sentí nada. Solo un vacío frío que me recordaba que, en mi corazón, siempre habría un lugar reservado para otro.
Y entonces llegó la culpa. La culpa por ser egoísta, por hacer perder tiempo valioso a alguien que no merecía mi indiferencia, por no ser capaz de amar con la misma intensidad con la que me amaban a mí.
A ti, que tal vez leas esto y hayas sido ese amor no correspondido, solo quiero decirte: lo siento. No fue tu culpa, ni la mía. Simplemente mi corazón no estuvo listo, o tal vez nunca estuvo para ti.
Es difícil explicar que amar no es solo cuestión de voluntad o intención. A veces el corazón decide por nosotros, y nosotros solo podemos acompañar su camino. No es justicia ni injusticia, es solo verdad.
Esta historia me enseñó que no se puede forzar el amor, ni fingirlo, ni darlo a medias sin hacer daño. Y que a veces, el amor más honesto es reconocer que no estamos listos para alguien, aunque esa persona sea maravillosa.
No sé qué pasará en el futuro. No sé si algún día podré volver a abrirme sin miedo. Pero sé que la honestidad conmigo misma es el primer paso para sanar, para no repetir errores, para respetar tanto mi corazón como el de quienes se cruzan en mi camino.
Este capítulo de mi vida es un recordatorio: amar es un riesgo, pero también es un acto de valentía, incluso cuando duele no poder corresponder.
~Un clavo no saca a otro, ni un beso borra un recuerdo. El corazón no se reemplaza ni se cambia como una pieza rota; se sana, se cuida y se respeta en su tiempo. Y es vital recordar que, mientras intentamos seguir adelante, las personas que se cruzan en nuestro camino también pueden sufrir. Por eso, la honestidad con uno mismo y con los demás es el primer acto de amor verdadero…~