Capítulo 19: Carta a mi niña

Querida yo:
Te escribo desde un futuro que sé que no imaginaste, te escribo porque sé que el mundo te pesa más de lo que debería a tu edad. Porque sé que caminas sintiéndote invisible, y porque quiero que escuches de mí lo que nunca escuchaste de otros: tu vida importa, y aunque nada será fácil, vas a salir adelante.

Sé lo confundida que te sientes. Sé que piensas que no encajas, que no eres suficiente, que siempre te falta algo para ser querida. Yo también me acuerdo de esas veces en que te mirabas al espejo preguntándote qué estaba mal contigo. Y hoy quiero decirte con toda la fuerza que tengo: no hay nada mal en ti. No eres rara, no eres débil, no eres un error. Eres una niña sensible en un mundo que no supo cuidarte como merecías.

La vida no va a ser justa. Habrá días en que vas a sentir que el dolor no se detiene, que apenas tienes aire para seguir respirando. Habrá momentos en que la tristeza será tan grande que pensarás que no puedes cargarla. Y, aun así, vas a continuar. Porque dentro de ti hay algo más fuerte que todas esas heridas: una chispa que nunca se apaga, aunque a veces sientas que apenas brilla.

Pequeña, sé que te duele que tu papá no te mire como quisieras. Sé que corres detrás de su atención como si fuera un tesoro imposible, haciendo lo que sea para arrancarle una sonrisa. Y cuando no llega, sientes que eres invisible. Pero escucha: no es culpa tuya. Tú no hiciste nada mal. No dependía de ti darle a alguien la capacidad de amar. Tú ya eras, desde el principio, digna de todo el cariño que merecías.

En el colegio, los niños serán crueles. Te señalarán, te harán sentir diferente, se reirán en tu cara como si tu dolor fuera un espectáculo. No dejes que esas risas se vuelvan tu verdad. No creas que tu valor depende de lo que otros digan de ti. Son ellos los que no saben mirar. Tú eres más grande que cada burla, más valiosa que cada palabra hiriente, más fuerte que cada golpe. Aunque hoy no lo veas, un día vas a reconocer tu luz.

Quiero ser honesta contigo: el camino no será fácil. Habrá monstruos disfrazados de confianza, pérdidas que te dejarán el corazón en pedazos, noches en que rezarás para no despertar. Pero cada vez que pienses que todo terminó, descubrirás que todavía puedes dar un paso más. Que, aunque estés rota, sigues caminando. Que, aunque la vida se ponga cuesta arriba, sigues avanzando. Y eso es lo que importa: seguir, continuar, resistir.

Y sí, llegará un momento en que tus hermanos mayores empezarán a formar sus propias vidas. Se enamorarán, tendrán hijos, y poco a poco te sentirás como si te estuvieran dejando atrás. Eso dolerá, porque querrás tenerlos siempre cerca, como antes. Pero escucha bien: no estarás sola. Porque ahí estarán tu hermana menor y tu mamá, firmes, contigo. Ellas serán tu refugio, tu sostén, tu hogar. Tu hermana menor será tu compañera de vida, tu espejo y tu apoyo, y tu mamá será siempre la raíz que te mantendrá de pie cuando todo lo demás parezca quebrarse.

No quiero que pienses que ser fuerte significa no llorar. Al contrario: vas a llorar mucho. Y está bien. Cada lágrima será un desahogo, una limpieza, un recordatorio de que sientes profundamente. Llorar no te hace frágil. Llorar te hace humana. No te castigues por sentir tanto; tu sensibilidad será el motor que te ayude a entender a los demás y a ti misma.

También vas a vivir momentos hermosos. Habrá abrazos que se sentirán como hogar, canciones que se convertirán en refugio, personas que llegarán a tu vida para enseñarte que sí existe el cariño sincero. Encontrarás animales que te amarán sin condiciones y que te recordarán que incluso en los días más oscuros hay ternura esperándote. Y sobre todo, te encontrarás a ti. Porque un día vas a mirarte en el espejo y no vas a ver a la niña rota, sino a la mujer que sobrevivió.

No tengas miedo de equivocarte. No tengas miedo de caerte. Todos los tropiezos que tendrás en el camino no serán pruebas de que fracasaste, sino señales de que sigues intentándolo. El verdadero error sería rendirse. Por eso, aunque te cueste, aunque duela, aunque no veas claro el futuro: sigue. Un paso después de otro, aunque sea despacio, aunque tiemble todo dentro de ti.

Habrá quienes te digan que eres demasiado sensible, demasiado intensa, demasiado todo. No escuches esas voces. No apagues tu luz por miedo a incomodar. Lo que hoy te hace sentir diferente es lo que un día te hará única. Esa intensidad con la que amas, esa profundidad con la que sientes, es tu mayor regalo.

Yo sé que a veces quisieras tener una vida más fácil, más ligera, sin tanto peso en el corazón. Y me encantaría poder prometerte que así será, pero no puedo mentirte. Lo que sí puedo decirte es que, aun con todo el dolor, tu vida valdrá la pena. Porque vas a aprender a encontrar belleza en los detalles pequeños. Porque vas a descubrir que eres capaz de reconstruirte una y otra vez. Porque, aunque sientas que la tristeza te persigue, también habrá momentos de risa, de calma, de amor verdadero.

Pequeña, nunca olvides esto: no tienes que ser perfecta para merecer amor. No tienes que hacer payasadas, ni sacar las mejores notas, ni complacer a todos para que te quieran. Tú ya eres suficiente tal como eres. Y aunque muchos no lo vean, un día aprenderás a verte a ti misma con los ojos que siempre buscaste en los demás. Ese día, comprenderás que siempre valiste, que siempre fuiste digna, que nunca fuiste un error.

Quiero que te agarres fuerte a la idea de que todo lo que estás viviendo ahora no será para siempre. El dolor no dura eternamente. Las heridas sanan, incluso las más profundas. Y aunque queden cicatrices, esas marcas se convertirán en testigos de tu fortaleza. Cada vez que mires atrás, verás no solo lo que sufriste, sino lo que resististe.

La vida no es fácil, pequeña. No lo será nunca. Pero lo importante no es que sea fácil; lo importante es que sigas, que no te rindas, que continúes. Porque mereces ver la luz después de tanta oscuridad, mereces sentir la calma después de la tormenta, mereces conocer la felicidad después de la tristeza.