Dr. Páez

El Dr. Páez estaba jugando golf en el club mas exclusivo de la ciudad. Páez tenía 30 años, era de cuerpo normal, moreno con bigote, y su doctorado era en Derecho y Ciencias Políticas.

—Dr. Páez el emir Mohamed está en el restaurante del club esperándolo.

Páez se volvió y vio a Gloria. Gloria era la secretaria de Páez, tenía veinte años y había estudiado secretariado bilingüe en un instituto.

Páez y Gloria se subieron en un pequeño auto eléctrico, y empezaron a desplazarse hacia el restaurante del club.

Al poco tiempo, Páez y Gloria llegaron al restaurante del club, y se sentaron en la mesa donde se encontraba el emir Mohamed. El emir Mohamed era un tipo de unos 50 años, siempre llevaba traje, tenía la cara triangular y se dejaba la barba en forma de chivo como si quisiera acentuar el triángulo de su cara.

—Hasta el momento he estado financiando su campaña –dijo el emir- ¿Como piensa pagarme?

—¿Que quiere? -respondió Páez.

—Quiero ser el ministro de educación.

—Cuente con ello, mientras no quiera que se le devuelva el dinero, no hay problema.

—No me interesa el dinero.

—Que bueno, quedan pocos hombres como usted.

Después del encuentro con el emir, Páez se dirigió a una entrevista que tenía en la radio.

—¿Que opina del modelo ISI de su adversario? -preguntó la locutora.

—El modelo ISI siempre fracasa en gran medida porque, si bien intenta romper la dependencia externa, crea nuevas formas de dependencia y genera ineficiencias internas que limitan el crecimiento sostenible y la competitividad a largo plazo.

Al terminar su entrevista, Gloria se acercó a Páez y le dijo:

—Señor, me parece que usted se expresa de una manera demasiado técnica, para la masa inculta ¿Cree que le entiendan?

—Tienes razón, la democracia es permitir que los incultos elijan.

—¡RIN! ¡RIN!¡RIN!¡RIN! -Empezó el teléfono de Páez.

—Hola -respondió Páez en su teléfono.

—¿Has visto los resultados de la encuesta presidencial? -preguntó el emir Mohamed- El Dr. Quesada está a la cabeza.

—Tienes razón, la democracia es permitir que los incultos elijan.

—Si no tomas medidas, tendré que hacerlo yo.