Presiento 1 - Que vas a ser mi mejor error - Miki Núñez

Capítulo 31 - ESPERANZA

 

MIKI

 

No puedo dormir, no dejo de dar vueltas a todo y a nada a la vez. Últimamente parezco estar en otro mundo, en vez de centrarme en el concurso, en seguir avanzando. Es una oportunidad increíble que no puedo desaprovechar.

Me levanto de la cama y doy un par de pasos, llegando hasta la cama de María. Me paro durante unos segundos, cavilando las opciones que tengo, pero finalmente opto por lo más fácil, porque soy débil y solo busco a alguien que me haga sentir bien. Soy egoísta por pensar más en mí.

Por los pocos rayos de luz que entran de las farolas de la calle y de las luces de emergencia que hay en la habitación, observo como María duerme tranquilamente en su cama. Levanto la sábana y me meto con cuidado de no despertarla.

Me tumbo junto a ella, de cara a su espalda. Con uno de mis brazos rodeo su cintura, agarrándola con fuerza, temiendo que desaparezca, que se vaya de mi lado. Sus manos me tocan el brazo, sorprendiéndome. Ella agarra con fuerza y yo la atraigo hacia mí, haciendo que su espalda choque contra mi pecho, respirando cerca de su cuello.

  • Sigues despierta – digo al sentir que su respiración se acelera.
  • Sí – me responde – Y tú también – sonrío por decir algo tan obvio y me pego más a ella, dejando un beso sobre la piel desnuda de su cuello, de su nuca.

María se gira para ponerse de cara a mí, pegándose aún más si es posible, lo que hace que me sienta mejor. Junto mi frente con la suya e intento retener la respiración acelerada que me ocasiona tenerla tan cerca.

No sé que ha hecho conmigo, pero no puedo evitar tenerla cerca, tocarla, acariciarla, sentirla. Desde que la conozco he descubierto que soy un Miki diferente, porque ella me hace ser distinto, revuelve todos mis sentidos.

Pero no puedo. Llevo intentando retener todo lo que me hace sentir desde hace mucho tiempo y no puedo cagarla ahora. Yo tengo a alguien fuera, a Elena, y la quiero. O eso creo, porque ya no estoy seguro de ello. Ya no sé lo que siento y tener a María, que me hace sentir todas esas cosas que pensé que no sentiría nunca, hace que todo se complique, y ahora, yo estoy confundido.

No sé si es la noche, la comedura de cabeza o su perfume que me embriaga por dentro, pero me dejo llevar por mis instintos, por lo que siento. Una de mis manos se posa en su mejilla, acariciándola con delicadeza. La siento temblar bajo mis dedos y se me entrecorta la respiración. La aparto el pelo de la cara, colocándoselo tras su oreja y después sigo con mis caricias, bajando por su brazo y entrelazo mi mano con la suya.

  • No sé qué has hecho conmigo – digo lo que pienso en voz baja, sin poder callármelo.

Me hace sentir tanto… Paso mis dedos por su mentón y me separo de su frente, para llevar mis labios a su frente, dejando un beso allí, con delicadeza. Después poso mis labios en su mejilla. Ella coloca sus manos en mi cintura y me abraza. Siento todo su cuerpo pegado al mío, atrapándome, haciéndome sentir bien entre sus brazos.

Coloco mis manos en su espalda, moviéndolas de arriba a abajo, en un vaivén lento, hasta que finalmente se separa de mí, quedando nuestros rostros a escasos centímetros.

Pasamos en esta postura bastante tiempo, pero solo sé que estamos más y más cerca, tanto que mis labios rozan los suyos. Y es entonces cuando ya no pienso en nada más, nada más que no sea en ella.

Así que me acerco hasta ella y planto mis labios en los suyos, con delicadeza, saboreando sus labios. Al cabo de unos segundos me separo para poder coger aire. Es todo lo que siempre había pensado que sería. Poso mi mano en su mejilla y la acerco a mí, besándola de nuevo y esta vez profundizo, siendo más intento, más pasional y María se deja llevar, se deja llevar por lo que siente, por lo que estamos sintiendo los dos.

Las manos de ella viajan por mi pecho y terminan en mi nuca, acariciando mi pelo, lo que provoca que se me disparen todos los sentidos. Mi pelo es una de mis zonas más débiles, no puedo evitarlo y ahogo un gruñido. Mis manos aterrizan en su cintura, pegándola lo máximo que puedo a mí, mientras sigo devorando sus besos. Hasta que finalmente voy posando mis labios por su mejilla, dejando que coja aire, y termino en su cuello. Dejo varios besos húmedos en esa zona y María suelta un pequeño gemido que pone alerta a todas mis terminaciones nerviosas.

  • Creo que vamos a tener que parar – digo en un susurro separándome de su cuello mientras río en voz baja. No quiero que despertemos a nadie.
  • Sí, no vaya a ser que despertemos a los demás – me da la razón y siento que sonríe, igual que yo, por el computo de la situación.

Pero eso no me impide acercándome a ella de nuevo y besarla. Es un imán que me atrae y no puedo dejar escapar. Sus besos me llevan a otro lugar, me evaden de todo, pero sobre todo, me hacen sentir feliz. Ella me hace sentir cosas que nadie me había hecho sentir antes.

Tras unos minutos así, me separo de nuevo de ella. Tenemos que descansar los dos, mañana es un día importante.

  • Buenas noches, María – susurro y dejo un pequeño beso en su sien.
  • Buenas noches – me responde.

María se acurruca entre mis brazos y yo la abrazo, sosteniéndola, queriendo que se sienta segura conmigo. De esta forma ella se queda dormida y yo detrás.

 

Me despierto de repente, como si supiera que algo malo está a punto de pasar. Me giro y me encuentro a María durmiendo plácidamente. Sonrío tontamente y entonces recuerdo todo lo que ha pasado anoche y entiendo porque me siento así de mal.

La acabo de joder, de joder pero bien. ¡Mierda, joder! ¿Cómo he podido ser tan estúpido de haberla liado así? ¿Ahora qué hago? Esto no tenía que haber pasado. No me arrepiento, pero no es lo correcto, no mientras yo siga teniendo novia. Acabo de engañar a mi novia y eso no está bien. Tengo que arreglarlo, tengo que hacer las cosas bien, de otra forma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.