Presiento 1 - Que vas a ser mi mejor error - Miki Núñez

Capitulo 38 - Y CUANDO NO

Anoche no dormí nada, no fui capaz de hacerlo. Me había acostumbrado a dormir entre los brazos de Miki, que ahora que no está, me fue imposible hacerlo sola. Pero no solo por eso, no dejé de llorar, lo echaba de menos, y tenía mucho miedo, miedo de no saber reponerme a su marcha, miedo a lo que estará pasando fuera, miedo a que no me espere. Miles de preguntas rondaban por mi mente, así que no pegué ojo.

Me levanto de la cama como un resorte en cuanto suena la música, y sin decir nada a nadie, salgo de la habitación con la ropa para cambiarme, y me meto en uno de los baños. Intento aguantar las lágrimas que amenazan con volver a salir y me visto.

Salgo y voy hacia la mesa donde están las pilas del micrófono para cambiarlas, como hacemos cada mañana. Después voy hasta el comedor y me obligo a mí misma a comer algo. Me preparo unas tostadas y un vaso de leche con cola-cao, y después me siento en una de las mesas. Desayuno en silencio, abstraída en mis pensamientos, hasta que una mano se posa en mi rodilla. Me giro en dirección a la persona que me ha devuelto a la realidad, y me encuentro con la mirada preocupada de Alba.

  • Hola – me saluda con una sonrisa leve en su cara - ¿Cómo te encuentras? – me pregunta directamente.
  • Ahí voy – respondo sin más, volviendo a centrar mi atención en la tostada que tengo delante.
  • ¿Cómo has dormido? – vuelve a preguntarme.
  • Mal – digo sincera – Me… - se me entrecorta la voz y se me llenan los ojos de lágrimas – Me faltaba él – consigo decir cómo puedo.
  • ¡Oh, María! – me dice en tono suave y se acerca a mí para rodearme con sus brazos – Sé que lo estás pasando mal – me pasa una de sus manos por mi espalda – Pero tienes que centrarte en esto – me dice apartándose de mí y mirándome a los ojos – En el concurso, en seguir adelante y dejar eso otro atrás. Ya tendrás tiempo cuando salgas para preocuparte por ello – me dice y yo asiento, porque en el fondo sé que tiene razón, pero no es tan fácil - ¿Me lo prometes? – me mira fijamente.
  • Lo intentaré – respondo.
  • Con eso me basta – me sonríe y yo le devuelvo una sonrisa leve.

Seguimos con el desayuno y todos cuando me ven me dan un abrazo, pero no dicen nada más. Creo que intentan evitar hablar de él, lo cual agradezco. Natalia me mira y yo ignoro su mirada. Desde que supe que había sido ella quién se había lanzado y besado a Miki, nuestra relación se había enfriado. Me siento mal porque estemos perdiendo esa unidad que teníamos, pero necesito un tiempo para aclarar todo esto. Y ahora, dentro de la Academia, no es un buen momento, tengo muchas cosas con las que lidiar.

 

 

Entro en la primera clase que tengo con los Javis y los saludo. Cada uno de ellos me da un gran abrazo de oso, que correspondo agradecida. Nos sentamos en las sillas, alrededor de la mesa, y dejo el cuadernillo de trabajo sobre ella. Los miro primero a uno y después al otro, pero no dicen nada, por lo que agacho la cabeza y me centro en el borde de mi camiseta, que me parece que es lo más interesante que hay ahora mismo.

De reojo veo que se miran y se hacen gestos como para que uno de ellos comience a hablar. Al final creo que es Javier Calvo quien pierde esa batalla que estaban teniendo, porque acerca más la silla a la mesa y se inclina para mirarme.

  • María – me llama y yo alzo la cabeza para mirarlo - ¿Estás bien cielo? – me pregunta preocupado.
  • Voy tirando – respondo.
  • Tienes que seguir adelante, cielo. Céntrate en el concurso, en la canción para la final. Porque sí, María, estás en la final. ¿No estás contenta? – me pregunta Javier Ambrossi animándome.
  • La verdad es que por esa parte sí, estoy contenta – respondo – Además es una canción que me gusta mucho.
  • Esa es la actitud – me dice otra vez Ambrossi al verme algo más animada – Tienes que ir a por todas, porque puede salir un numerazo.
  • ¿Tú crees? – pregunto.
  • La canción te viene perfecta, María. Tienes que confiar un poco más en ti – me dice Javier Calvo.
  • Lo sé, pero… - no sé cómo explicar esa sensación que siempre tengo, de que no soy lo suficiente para lo que me piden.
  • Eres tú misma quién te infravaloras, porque eres muy capaz de hacerlo. Ya te hemos visto haciéndolo – me dice Ambrossi posando una de sus manos sobre la mía.
  • Vamos a empezar, ¿te parece? – me sigue diciendo y yo asiento con la cabeza – Te ponemos la música y la cantas una vez, a ver qué tal.

Comienza la melodía a resonar por los altavoces y con el cuadernillo abierto de la letra de mi canción, comienzo a cantar. Lo hago casi sin ganas, sin sentimiento. A pesar de que es una canción que me encanta, no estoy centrada, estoy en otro mundo.

  • Vamos a hacer una cosa – dice Javier Calvo cuando acabo de cantar – Ven – me coge de la mano y me hace levantarme de la silla – Siéntate en el suelo y cierra los ojos – hago lo que me pide y espero. ¿Qué querrá hacer? – Quiero que pienses en todo tu concurso, desde que entraste – una música de piano, resuena de fondo – Piensa en cómo entraste en la Academia, en esa María tímida, que se guardaba todo dentro – me veo entrando, en cómo pensaba que no merecía estar ahí, que muchos lo habían hecho mejor que yo, y ahora estoy aquí, viendo cómo he evolucionado, me he abierto a los demás – Piensa en los amigos que has hecho, en la amistad que has forjado, en los momentos de risa. Piensa en esos momentos que has reído a carcajada limpia, en cómo te sientes cada vez que pisas ese escenario – Una sonrisa se me dibuja en la cara al recordar en todo lo que he vivido desde que he entrado – Ahora piensa en lo malo, en cómo lo has afrontado y te has superado a ti misma – y ahí es cuando comienzo a romperme un poco – Piensa en las personas que se han marchado ya, esas que esperan fuera, que están bien y que solo quieren que disfrutes de esta experiencia hasta el final, que están orgullosos de ti, de lo que has conseguido – Javier Calvo se calla y me deja con mis pensamientos.




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