Epílogo - PRESIENTO QUE VAS A SER MI MEJOR ERROR
Atrás han quedado, lejos, distantes, todos esos momentos que volvería a repetir si lugar a duda. A pesar del tiempo que ha pasado, daría lo que fuera por volver atrás en el tiempo y tener la oportunidad de cambiar lo que pasó o incluso de volver a repetirlo.
Pero la vida ha continuado, sigue, y no puedo permitirme el lujo de pesar en el pasado, en lo que pasó, en lo que pudo pasar. No mientras él haya dejado que las cosas se enfriaran. Ahora solo me queda vivir y disfrutar de todos los momentos que me esperan, de vivirlos al máximo.
Y es que crecemos a pasos agigantados, y por tanto, comienzan nuestras locuras, nuestras preocupaciones, malestares, el pensar en el que dirán. Y sobre todo las mentiras. El ocultar las cosas, el no abrirnos para no sufrir e incluso para no hacer sufrir a los demás. Pero también comenzamos a ver la vida con otros ojos. Comenzamos a amar las cosas por lo que son. Sentimos, sentimos muchas cosas y todas a la vez. Apreciamos el sentimiento de amistad, conocemos lo que es amar, querer. Y con eso, solamente con eso, somos felices.
Qué bonito es decirlo y qué difícil es llevarlo acabo.
Ha pasado un mes desde que salí de la Academia y todo ha sido muy diferente. Mi vida ha dado un giro completamente, ya ni siquiera puedo salir a la calle sin que nadie me pare. Todo el mundo me reconoce, y es una completa locura. Ya no puedo estar tranquila en ninguna parte, pasear con mi familia o incluso sentarme en una terraza con mis amigas.
Llegar a casa después de estar tres meses encerrada en un sitio, incomunicada me ha pasado factura, creo que ya no soy la misma que entró en el concurso. Y eso es bueno y malo, tiene sus ventajas, porque me siento más fuerte y segura de mí misma, pero también tiene sus desventajas, ya no tengo ningún tipo de privacidad cuando voy por la calle.
Pero mi mente sigue en el pasado, vuelvo una y otra vez a los días en la Academia, allí todo era más sencillo y me lo pasaba tan bien… Que guardo todos esos recuerdos que allí viví como un tesoro. Añoro todo de ello, pero sobre todo, lo que más echo de menos son a mis compañeros.
El sonido de mi móvil me devuelve a la realidad, dejando todos esos recuerdos, en eso, recuerdos. Me incorporo en mi cama, en la que estoy tumbada, y cojo el móvil que esta sobre la mesita de dormir. Miro la pantalla y se me dibuja una sonrisa al ver quién es.
- Hola – saludo alegre en cuanto descuelgo la llamada.
- Hola preciosa, ¿qué tal estás? – me pregunta la voz al otro lado de la línea.
- Bastante bien, aquí estudiando – en cierta forma era verdad, lo que pasa es que mis pensamientos siempre me juegan malas pasadas, y termino haciendo de todo menos estudiar.
- Yo estoy igual que tú, ¿cómo lo llevas? – sigue preguntándome.
- Bastante bien la verdad. Se me hace raro hacerlo aquí en casa. Ya me había acostumbrado a hacerlo allí.
- Te entiendo perfectamente, yo no estoy para nada a gusto, siento que me falta algo. ¿Cómo llevas la otra canción?
- Regular. Mi parte me la sé, pero ensayar sola es muy diferente.
- ¿No has hablado con él aún? – me pregunta en un tono de preocupación.
- La verdad es que no. Sé que está pasando algo, no sé el qué, pero está raro conmigo. Solo hemos hablado un par de veces y siempre relacionados con la canción. No entiendo nada. ¿Y si solo fui para él una mera distracción? ¿Y si solo fui la excusa para que cortara con su novia? – mi voz se entrecorta porque las lágrimas amenazan con salir, como cada vez que hablo sobre él.
- ¡No pienses eso, María! Él te quiere, se le veía en los ojos, en sus acciones, en la forma en la que te miraba. Se notaba a kilómetros, todos lo veíamos.
- ¿Entonces por qué siento que cada vez se aleja más de mí, Alba? – le digo sintiéndome impotente – No habla conmigo. No hemos tenido ningún tipo de conversación cuando salí de la Academia y ya ha pasado un mes. ¿No debería de haberme aclarado las cosas? O al menos no ignorarme como está haciendo – explico cómo me siento.
- Yo te entiendo, María, entiendo que estés frustrada, que no sepas a qué atenerte. La verdad es que todo esto es muy raro. Seguro que tiene alguna explicación y te la contará cuando os veáis, estoy segura – intenta tranquilizarme, que no lo vea todo negro – Además os vais a ver a la vuelta de la esquina, solo ten un poco de paciencia.
- ¿Y si se ha dado cuenta de que no quiere estar conmigo? ¿Cómo voy a poder cantar con él y mirarlo a la cara? ¡No voy a poder! – empiezo a alterarme poco a poco.
- Sí lo harás. Se puso muy contento cuando os lo dijeron, él estaba encantado con la idea. Estoy convencida de que no va a haber ningún problema, ya verás.
- No lo sé, Alba. Ojalá tengas razón – digo con desgana.
- Tengo que irme, María. Pero te prometo que más tarde hablamos más sobre este tema, ¿vale? Así que no te agobies y sigue estudiando, saldrá genial todo – se despide de mí.
- Está bien. Hablamos más tarde. Adiós, Alba – me despido yo también y cuelgo la llamada.
Dejo el móvil sobre la cama y me recuesto otra vez, mirando al techo. Suspiro con fuerza y mis inseguridades vuelven otra vez a mí.
¿Cómo voy a ser capaz de subirme a un escenario ahora y mirarlo a la cara? ¿Cómo voy hacerlo si no sé en qué punto estamos? ¿Cómo lo haré si cada vez que lo miro, me da un vuelco al corazón?
11 de diciembre de 2018
Me siento en las escaleras de la sala de ensayo y espero impaciente a la noticia que nos tienen que dar. Todos estamos muy revolucionados, pero es normal, la final cada vez está más cerca, y somos muy poquitos los que quedamos, para que encima nos digan que nos tienen que contar algo que nos afecta a todos.
- ¿Sobre qué crees que va a ir la cosa? – pregunto a Miki que se ha sentado junto a mí.
- No tengo ni idea – me responde mientras posa una de sus manos sobre mi rodilla.
- Yo estoy nerviosa – él se ríe y me mira de esa forma que tanto me gusta, esa que me altera.
- Tú siempre lo estás – sonríe ampliamente. El tono con el que me lo dice, ese cambio, provoca que me ruborice, porque sé que lo ha dicho con doble intención – Auch – se queja cuando le doy un pequeño puñetazo en su hombro de broma.
- Pues no me digas esas cosas – le reprocho poniendo un puchero, que le debe parecer divertido, porque su sonrisa vuelve aparecer en su cara.
- Mira que eres adorable cuando quieres – me coge los mofletes con sus dos manos y yo me pongo más roja si es posible.
- Calla – me hago la ofendida y él se ríe de mí.
- Anda, ven – me dice soltando mi cara y tirando de mí con la mano.