Hay muchas formas de arruinar un lunes.
Despertarte tarde. Que se te enfríe el café. Que un niño vomite plastilina sobre tus zapatos nuevos.
Pero ninguna, absolutamente ninguna, supera el nivel de caos emocional que es terminar en la sala de urgencias con tu alumno llorando, tu peinado arruinado, y un médico tan guapo que te da ganas de pedirle receta para la presión… porque claramente ya no la tienes normal.
No era mi plan del día.
Yo solo quería corregir dibujos de jirafas deformes y preparar mi clase de los sentidos.
No enamorarme del sarcasmo andante con bata blanca.
Pero ahí estaba.
Kael Estrada.
Pediatra. Sabelotodo. Ojos de villano de telenovela. Y con la amabilidad de una piedra.
Lo nuestro empezó con un malentendido, una receta y mucho orgullo herido.
Y aunque me dije mil veces que no lo soportaba, que ni loca saldría con un hombre que huele a alcohol en gel y a trauma emocional…
Bueno.
Nunca digas nunca.