Primavera

4/ MUCHO EN COMÚN

C A P Í T U L O 4

2 días después/Gran Canaria

Camino por el sendero de la dirección que me dejó Edmund para la cena, pero casi ni veo. Debo encender la linterna para poder ver lo que piso, realmente pensé que por ser unos de los lugares más atractivos tendría mejor iluminación, pero esto está más oscuro que mi corazón machacado. Finalmente veo la luz del hermoso restaurante y dio un suspiro para entrar y dar la información al camarero.

—¡Señorita Monarch! — Me sorprende que me llamé por mi apellido— Su acompañante ha llegado unos segundos antes que usted.

Solo esbozo mi mejor sonrisa y lo sigo hasta la sección de mesas de dos, me extraña porque Edmund dijo que era una cena de equipo y no creo que esta sección sea la mejor para la cantidad de integrantes. El restaurante está abarrotado, a lo mejor este pobre joven se ha confundido. Hago un ademan para tocarle el hombro y explicarle su error, pero solo me sonríe y guiña un ojo para seguir caminando hasta una mesa al fondo donde es más oscuro salvo por las velas que alumbran con su pequeña flama.

—Parece que su cita ha ido a algún lugar— el joven mira hacia el pasillo, pero no logro ver nada— Este es el menú, mi compañero vendrá en un momento a tomar su orden. Disfrute la velada, señorita Monarch.

—¡Es Alarcón! — exclamo, pero ya se ha ido.

Doy una rápida mirada a mi alrededor. Estoy rodeada de parejas felices de tomarse la mano y darse de comer en la boca, realmente no podré comer de tanta azúcar que estos empalagosos me están dando. No puedo seguir mirándolos, solo siento ternura de la pareja de viejecitos sentados uno al frente del otro tomándose la mano y hablando sin tener que restregarle a los demás que se meten la lengua hasta la garganta. Eso es una relación de verdad. Lástima que ya no haya hombres dispuestos a enamorar mi interior antes de poseer mi cuerpo. Necesito un Gabriel Emerson.

—Disculpa la tardanza, estaba en el baño— Justo cuando pensaba en galanes. Edmund llega un poco agitado casi sin aire. No quiero imaginar que hacía en el baño— ¿Hace mucho que llegaste?

Muevo mi cabeza en negación.

—¿Compartimos algo o pedimos separado? ¿De qué magnitud es tu apetito? — pregunta con una pizca de timidez y puedo percibir magnitudes de seguridad.

Aprieto mis labios, echo mi cabeza un poco para atrás y desvío mi mirada hasta la pareja de viejecitos.

—Lo último que comí fue un filete de pescado que compartí contigo al mediodía— sonríe entre dientes— Han pasado nueve horas de eso donde lo único que he ingerido es agua con saborizante de fresa. Luego me hiciste caminar desde mi hotel hasta este restaurante…, es mejor que pidamos por separado. ¿Recomendaciones?

El rubio pasa las páginas del menú mirando con su ceño fruncido los diferentes platos o lo precios de los mismos que, son muy cariñosos con su bolsillo. Porque él pagará, yo solo traigo unos treinta dólares en la cartera y es por pura suerte. Empezamos a discutir los diferentes platillos, descartamos algunos, nos burlamos de los nombres de otros, al final ninguno de los sabe realmente que ordenar. Lo normal es que yo conozca estos platillos estructurados con finura, pero yo soy lo opuesto a una modelo de mi talla. No conozco de comida fina, no sé de buenos restaurantes, a mí solo me hablan sobre ropa y alcohol. Y me alegra que Edmund esté igual de perdido lo que hace nuestra situación más divertida y amena.

—Pidamos papitas con deditos de pollo— sugiere con una media sonrisa— Nos van a mirar con caras raras, pero es lo único que conozco de aquí y es barato.

—Ganar-Ganar— respondo correspondiéndole la sonrisa— ¿De beber? Si me dices que soda te golpeo con el tacón.

Edmund hace brotar su ronca risa desde el fondo de su garganta y a los segundos me uno a él. La verdad es que me encuentro impresionada por el compartimiento tan poco autoritario y serio de Edmund, es el jefe. Pero posee un compartimiento diferente a mis anteriores jefes. Ha sido mi guía turístico desde que aterricé y ha hecho más ameno mi estadía cuando pensé que estaría sumergida en mi reciente situación con Anne y mis futuras decisiones respecto a ella. Me pregunto cómo debe estar ahora que tiene a su madre de cuidadora. Sacudo la cabeza y vuelvo la atención a Edmund que estaba dictando los diferentes nombres de bebidas, parece que tenemos otra cosa en común, ambos sabemos demasiado sobre alcohol. Cuando terminamos de ponernos de acuerdo Edmund hace un ademan para atraer la atención de uno de los chicos para tomar la orden y marcharse.

—Te dije que nos miraría de mala manera.

—No me arrepiento de nada.

—Yo tampoco— hace una pausa y traga saliva— Sé que esto es un poco extraño…

—Me engañaste con una cena de equipo— enarco una ceja— En otra ocasión hubiera fingido algo para salir corriendo, pero no actúas raro ni me haces sentir incomoda. Pero si comienzas a explicarte, realmente empezaré a sentirme así.

Edmund cierra la boca y bebe de las copas de agua que dejó el joven antes de irse. Imito su acción sin quitarle la vista. Empezamos a conversar sobre todo el viaje y los lugares que quiere ensañarme y muestra su extrañeza por la razón de que yo viva en España y nunca haya venido con razones turísticas. La única vez que he venido ha sido para una sesión para una línea de la zona, fue de llegada y salida y después no tuve tiempo de pensar si quería volver porque mi agenda comenzó a llenarse y luego Anne. Todo quedó reducido a nada hasta ahora. Nos perdemos entre diferentes temas que ni siquiera notamos al chico con la comida hasta que carraspeó para llamar nuestra atención. Nos acomodó los platos de niños bajo la atenta mirada de todo el local y su cara de sorpresa cuando no eran niños los que recibían las papas y los deditos de pollo. Edmund y yo solo nos encogimos de hombros, nos servimos la copa y comenzamos a comer sin dejar de hablar lo que hace que el tiempo pase lento y la comida demore en acabarse, un buen indicio de un momento ameno.




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