La noche de la cena especial llegó con un cielo estrellado y el aroma de platos caseros que Ha-Ru y Zara habían preparado juntos. La mesa estaba decorada con flores silvestres y velas, y el ambiente era cálido, aunque la tristeza de la despedida flotaba en el aire.
Man-wol, sentada entre Haneul y Minjun, escuchaba las historias de los demás, pero su mente estaba en otra parte. Cada vez que Hyun la miraba, sentía un nudo en el estómago. Sabía que, en unas horas, tendrían que hablar de lo que había entre ellos, pero el miedo a arruinar la amistad y el peso de las expectativas familiares la paralizaban.
Después del postre, Haneul propuso un brindis.
—Por los amigos que se vuelven familia, y por los que siempre estarán, sin importar la distancia.
Todos levantaron sus vasos, pero Man-wol notó que Hyun apenas probó el suyo. Cuando el grupo se dispersó para limpiar, ella se acercó a él en la terraza, donde la brisa nocturna aliviaba un poco la tensión.
—¿Estás bien? —preguntó Man-wol, apoyándose en la barandilla.
Hyun la miró, y por primera vez, Man-wol vio frustración en sus ojos.
—No sé. Siento que nunca puedo elegir lo que realmente quiero. Siempre hay alguien esperando algo de mí.
Man-wol asintió, comprendiéndolo mejor que nadie.
—Yo también. A veces me pregunto si alguna vez podré tomar una decisión solo para mí, sin sentir que decepciono a alguien.
Hyun se acercó un poco más, y por un instante, pareció que iba a confesar algo. Pero justo entonces, los teléfonos de ambos vibraron al unísono en sus bolsillos. Eran sus madres, recordándoles que debían estar en casa pronto para cumplir con las obligaciones familiares.
Man-wol sacó su teléfono y colgó, soltando un suspiro cargado de resignación.
—Tengo que irme mañana. Mi familia me espera para el cumpleaños de mi abuela —dijo, con la voz un poco apagada.
Hyun, que acababa de apagar su teléfono, apretó los puños con fuerza. Man-wol notó la lucha interna reflejada en su expresión
—¿Y si…? —empezó a decir, pero se detuvo, como si temiera la respuesta.
—¿Y si qué? —preguntó Man-wol, esperando con el corazón en la mano.
Hyun la miró a los ojos, y por un segundo, Man-wol creyó que iba a pedirle que se quedara. Pero al final, solo dijo:
—Y si… nos prometemos que, pase lo que pase, seguiremos siendo amigos.
Man-wol sintió una mezcla de alivio y decepción. Asintió, y ambos se abrazaron, guardando en silencio todo lo que no se atrevían a decir.
Al día siguiente, mientras Man-wol subía al tren, el grupo la despidió con abrazos y promesas de volver a verse pronto. Hyun fue el último en despedirse, y antes de que el tren partiera, le entregó una carta.
—Para que no olvides que la primavera siempre vuelve —le dijo, con una sonrisa triste.
Man-wol guardó la carta en su bolsillo, prometiéndose a sí misma que, cuando llegara el momento, sería valiente y elegiría lo que realmente quería, aunque eso significara enfrentarse a su familia o a sus propios miedos.
El tren partió, y mientras el paisaje primaveral se desvanecía en la distancia, Man-wol abrió la carta. Dentro, junto a una flor seca, Hyun había escrito solo una frase:
“Te esperaré en la próxima primavera.”