Primavera, 설렘 & Us

Capítulo 7: Vidas Paralelas

El regreso de Man-wol a España fue como cambiar de canal: el bullicio y la nostalgia del pueblo coreano se desvanecieron en el ajetreo de la ciudad y la rutina familiar. Su madre, cubana de nacimiento pero española de corazón, la recibió con un abrazo cálido y una pregunta cargada de expectativas: —¿Y cuándo vas a empezar la universidad?

La familia de Man-wol no era millonaria, pero vivía bien. Su padre, coreano, trabajaba en una pequeña empresa tecnológica, y su madre, profesora de español para extranjeros, siempre había sido el pilar emocional de la casa. Su abuela cubana, aunque vivía en otra ciudad, seguía siendo el referente de alegría y resistencia en la familia, aun con sus recién cumplidos ochenta años.

Man-wol pasó las primeras semanas ayudando en casa, reencontrándose con sus amigos locales y tratando de encontrarle sentido a sus planes de futuro. Sabía que sus padres esperaban que estudiara algo “seguro”, pero su corazón latía por la literatura y la escritura. Cada noche, antes de dormir, releía la carta de Hyun y soñaba con la próxima primavera, aunque sabía que ese deseo debía esperar.

Por su parte, Hyun regresó a su ciudad natal, Seúl, y se sumergió en las exigencias de la empresa familiar. Su padre, orgulloso y estricto, esperaba que se involucrara más en el negocio, y cada cena era una oportunidad para recordarle sus responsabilidades. Hyun, aunque sentía el peso de las expectativas, intentaba mantener contacto con el grupo, especialmente con Man-wol, aunque las diferencias horarias y la distancia dificultaban las conversaciones.

Haneul, en Daegu, también enfrentaba la presión familiar. Sus padres, ambos coreanos, esperaban que siguiera los pasos de su hermana mayor, una exitosa neurocirujana. Haneul, sin embargo, soñaba con dedicarse a la música, aunque solo se atrevía a tocar el piano a escondidas.

Minjun, en Estados Unidos, vivía entre dos mundos: la cultura americana de su padre y la tradición coreana de su madre. Su familia, aunque cariñosa, a veces chocaba con sus sueños de ser DJ. Minjun, siempre optimista, buscaba el equilibrio entre lo que quería y lo que se esperaba de él.

Ha-Ru, en Busan, era el más feliz de todos. Sus padres, ambos coreanos, apoyaban sus decisiones y le permitían explorar sus pasiones, aunque a veces lo presionaban para que fuera más responsable. Ha-Ru, bromista y relajado, intentaba no tomarse la vida demasiado en serio.

Zara, en París, disfrutaba de la libertad que le daba su familia de artistas. Sus padres, una pintora española y un músico francés, siempre la habían animado a ser ella misma y a no temer al qué dirán. Zara, agradecida, aprovechaba esa libertad para explorar el mundo y descubrirse a sí misma.

A pesar de la distancia, el grupo seguía unido por el chat y las videollamadas. Compartían fotos, historias y, a veces, simplemente silencios cómplices. Cada uno, en su rincón del mundo, enfrentaba sus propios desafíos y aprendía a crecer, sabiendo que, aunque la vida los separara, la amistad y los recuerdos compartidos los mantendrían cerca.

Man-wol, mientras tanto, guardaba la flor seca y la carta de Hyun en un cajón especial. Sabía que, aunque la vida a veces pareciera una línea recta, siempre había lugar para los giros inesperados y los reencuentros soñados. Por ahora, decidió vivir el presente, estudiar literatura y seguir escribiendo su propia historia, esperando que, algún día, la primavera volviera a unirlos.




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