La última noche en el pueblo, el grupo decidió hacer una fogata en el jardín. El clima estaba perfecto: el cielo estrellado y el aire lleno del aroma a flores y madera quemada. Todos estaban relajados, riendo y recordando los mejores momentos de la semana, pero Man-wol notaba algo extraño en el ambiente. Hyun estaba más callado de lo habitual, y Minjun y Haneul se intercambiaban miradas, como si supieran un secreto.
Después de unos minutos, Zara propuso que cada uno compartiera algo que había aprendido ese año. Cuando le tocó a Man-wol, ella habló sobre la importancia de ser honesta consigo misma, aunque eso significara enfrentarse a sus miedos. Sus palabras resonaron en el grupo, y por un momento, todos guardaron silencio.
Entonces, Hyun se levantó y sacó un sobre viejo del bolsillo de su chaqueta. Era una carta, escrita hacía tiempo, que nunca se había atrevido a entregar. La miró a Man-wol y, con voz temblorosa, dijo:
—Hay algo que necesito decir, y no quiero esperar más.
El grupo se quedó en silencio, expectante. Man-wol sintió que el corazón le latía tan fuerte que temió que todos lo escucharan. Hyun empezó a leer la carta, pero antes de que pudiera terminar, el teléfono de Man-wol sonó. Era su madre, con una voz preocupada que todos pudieron escuchar:
—Man-wol, cariño, tu abuela ha tenido un accidente. Es grave, y quiere verte. ¿Puedes volver a España antes de lo planeado?
Man-wol se quedó helada. Miró a Hyun, que dejó la carta a medias, y luego a sus amigos, que la miraban con preocupación y cariño. El ambiente se volvió tenso, pero también lleno de comprensión.
—Tienes que ir —dijo Haneul, apoyándola en el hombro.
—Pero… —Man-wol balbuceó, mirando a Hyun.
—Sé lo que querías decir —le susurró él, acercándose y tomándole la mano—. Y lo entenderé, pase lo que pase.
El grupo la abrazó y prometió ayudarla en lo que necesitara. Esa noche, mientras Man-wol hacía las maletas, todos sintieron que algo había cambiado. La promesa de volver al pueblo ya no era solo una ilusión, sino una necesidad. Y la carta de Hyun, aunque no se leyó del todo, quedó como un secreto a medias, una promesa de que la historia entre ellos no había terminado.
Al día siguiente, Man-wol partió temprano, con el corazón dividido entre la familia y el amor que acababa de florecer. El grupo la despidió en el andén, y mientras el tren se alejaba, todos se preguntaron qué pasaría cuando volvieran a verse. ¿Serían capaces de ser honestos con sus sentimientos? ¿Podrían enfrentar juntos los retos que la vida les ponía por delante?
La primavera terminó, pero la historia apenas comenzaba.