El sol apenas comenzaba a asomar cuando Zara se encontró frente a la puerta de la casa de su madre. El corazón le latía con fuerza; una mezcla de nervios y determinación la impulsaba a tocar el timbre y enfrentar todo lo que había estado oculto durante tanto tiempo.
María abrió la puerta con una expresión de sorpresa que pronto se tornó en una cálida sonrisa al ver a su hija.
—Zara —dijo, abrazándola con fuerza—. No esperaba verte tan temprano.
Zara respiró hondo y, con la voz temblorosa, comenzó:
—Mamá, encontré la carta. La carta que escribiste hace años… Necesito entender todo.
María la invitó a pasar y, sentadas en la sala, comenzó a hablar con una sinceridad que conmovió a Zara.
—Fue un tiempo difícil —confesó—. Cuando supe que estaba embarazada, supe que no podía contarle a nadie. No era solo por miedo, sino porque sabía que lo nuestro no podía ser algo serio. El legado de su familia, las expectativas, todo nos separaba.
Zara escuchaba atentamente mientras su madre continuaba.
—Decidí alejarme para protegerte, para darte una vida sin complicaciones. Encontré en Olivier un hombre que te amó como a su propia hija, y eso me dio paz. Pero siempre llevé conmigo ese secreto, temiendo que algún día te lastimara.
Las lágrimas brotaron en los ojos de Zara, mezcladas con comprensión y amor.
—Gracias por protegerme —susurró—. Ahora sé quién soy, y aunque el pasado es complicado, quiero que seamos honestas de ahora en adelante.
María asintió, y ambas se abrazaron, sellando un nuevo comienzo.
Más tarde, Zara compartió por videollamada lo vivido con Hyun y Man-wol. Aunque el peso del secreto seguía presente, la verdad les daba una fuerza inesperada.
—No importa lo que pasó —dijo Man-wol—. Somos nosotros quienes decidimos qué hacer con nuestro futuro.
Hyun sonrió con melancolía.
—Y juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.
La amistad, probada por el tiempo y las verdades ocultas, se sentía más fuerte que nunca. Y mientras el sol iluminaba el día, también iluminaba la esperanza de un mañana distinto.