La tarde caía sobre Seúl, tiñendo la ciudad de tonos dorados y nostálgicos. En un café discreto, lejos del bullicio, se encontraban dos figuras que cargaban con el peso de los años y los secretos: Sang-ho, el padre de Hyun y María, la madre de Zara. El silencio entre ellos era denso, pero no incómodo; era el silencio de quienes alguna vez compartieron sueños y promesas.
María fue la primera en hablar, con una voz suave que temblaba apenas.
—Nunca pensé que volveríamos a vernos así, después de tanto tiempo.
El padre de Hyun asintió, mirando el vapor que se elevaba de su taza.
—A veces creo que el pasado nunca se va, solo espera el momento de regresar.
Ambos sabían que esa reunión era inevitable. Había llegado el momento de enfrentar lo que, durante años, habían dejado sin resolver.
Flashback: Seúl, hace más de veinte años
El campus universitario bullía de vida y esperanza. Seis amigos inseparables recorrían los pasillos, compartiendo risas, desvelos y sueños de futuro. Eran jóvenes, idealistas, y creían que la amistad podía con todo.
Entre ellos, la complicidad era evidente. Sang-ho y María solían quedarse conversando hasta tarde, compartiendo libros y confesiones. Había algo especial en su vínculo, una ternura que iba más allá de la amistad, aunque ambos sabían que la vida podía ser cruel con los sentimientos.
No eran los únicos. La madre de Haru y el padre de Haneul también compartían miradas y secretos, mientras los otros amigos los animaban y bromeaban sobre el futuro. A veces, en las noches de verano, los seis se prometían que, pasara lo que pasara, siempre estarían juntos.
Pero la vida, como suele ocurrir, tenía otros planes. Tras la graduación, cada uno tomó su camino. Las relaciones, aunque intensas, no eran lo suficientemente sólidas para sobrevivir a la distancia, las expectativas familiares y los compromisos sociales. Sang-ho fue el primero en ceder: su familia lo comprometió con una joven empresaria, sellando su destino y separándolo de María.
María, por su parte, enfrentó sola el embarazo y la maternidad, guardando en silencio el secreto de que esa bebe, llamada Zara, era hija del que una vez fue: su amigo, amante y lugar seguro, y que ahora era solo un conocido y un empresario recien casado.
La amistad entre los seis sobrevivió a la distancia, pero nunca volvió a ser la misma. Las cartas se hicieron menos frecuentes, las visitas más breves, y los recuerdos se convirtieron en un refugio agridulce.
La unica promesa que nunca rompieron, fue alejar a sus hijos, prometieron que una vez tuvieran hijos los presentarian y serian buenos amigos, asi como, una vez fueron ellos.
Regreso al presente
—Éramos tan jóvenes… —susurró María, con una sonrisa triste—. Creíamos que podíamos con todo.
—Y, sin embargo, aquí estamos, enfrentando las consecuencias de lo que callamos —respondió Sang-ho, bajando la mirada—. Nunca quise hacerte daño, María. Pero fui cobarde. Elegí el deber antes que el corazón.
María asintió, sin rencor.
—No te juzgo. Todos hicimos lo que creímos correcto. Pero ya no somos aquellos jóvenes. Nuestros hijos merecen ser felices, vivir sin mentiras, ni ataduras del pasado.
Un silencio reparador se instaló entre ellos. Por primera vez en años, ambos sintieron que el peso del pasado comenzaba a aligerarse.
—Hablaré con Zara —dijo Sang-ho, con voz firme—. Es hora de que escuche mi versión, aunque no pueda cambiar lo que pasó.
María le dedicó una mirada serena.
—Eso es lo único que ella necesita ahora, un momento contigo. Y quizás, algún día, todos podamos sentarnos juntos, como antes.
El café se llenó de la luz cálida del atardecer, y por un instante, ambos recordaron a aquellos seis amigos que creyeron que la amistad podía con todo.