Primavera, 설렘 & Us

Capítulo 24: El eco de los sueños

Los meses siguientes pasaron en un suspiro, cada uno desde su rincón del mundo. Las clases, los exámenes y las noches de desvelo se mezclaron con mensajes, videollamadas y promesas de reencuentro. Aunque estudiaban en ciudades y países distintos, el lazo entre los seis amigos se mantuvo fuerte, como un hilo invisible que cruzaba fronteras y husos horarios.

La graduación se acercaba para varios de ellos, aunque no todos la vivirían en el mismo lugar ni el mismo día. Hyun en Seúl, Haneul en Daegu, Haru en Busan, Minjun en Nueva York, Zara en París y Man-wol en Madrid. A pesar de la distancia, compartían la emoción y los nervios a través de fotos, llamadas y cartas.

Cuando llegó el gran día para Haneul, la familia llenó el auditorio de Daegu con flores y sonrisas. Ella recibió su diploma de medicina entre aplausos, pero en su pecho latía otro sueño, uno que había guardado en silencio por mucho tiempo. Esa noche, tras la ceremonia, Haneul organizó una videollamada con sus amigos. Todos, desde sus distintas ciudades, se conectaron para celebrar juntos.

—Quiero compartirles algo —dijo Haneul, con una mezcla de nervios y felicidad—. Estudié medicina porque era el sueño de mis padres, pero mi verdadera pasión siempre ha sido la música. Hoy, por fin, quiero mostrarles esa parte de mí.

Se acomodó frente al piano de su casa y, mientras sus amigos la miraban desde las pantallas, comenzó a tocar una melodía llena de esperanza y libertad. Sus padres, escuchando desde la puerta, se emocionaron al ver a su hija tan auténtica y feliz.

Al terminar, los aplausos y las palabras de apoyo cruzaron el océano digital. Incluso sus padres, con lágrimas en los ojos, se acercaron a abrazarla.

—No sabíamos cuánto amabas esto —dijo su madre—. Queremos verte feliz, sea cual sea el camino que elijas.

Haneul sintió, por primera vez, que podía ser fiel a sí misma sin decepcionar a quienes amaba. El futuro era incierto, pero la música, y el apoyo de sus amigos y familia, la acompañarían siempre.

En los días siguientes, cada uno celebró su propio logro: Hyun con su familia en Seúl, Haru cocinando para sus compañeros en Busan, Minjun pinchando música en una fiesta universitaria en Nueva York, Zara exponiendo sus cuadros en una galería de París, y Man-wol leyendo poemas en un café de Madrid. Aunque las distancias eran grandes, el cariño y la complicidad los mantenían unidos.

Esa noche, en un último mensaje grupal, Zara escribió:

—No importa dónde estemos. Siempre seremos familia.

Los seis amigos, cada uno desde su rincón del mundo, sonrieron al leerlo. Sabían que la vida los llevaría por caminos diferentes, pero la amistad y la verdad les habían dado el valor de ser quienes realmente eran.

El eco de la música de Haneul quedó flotando en el aire, como un recordatorio de que los sueños, cuando se comparten, se vuelven aún más poderosos.




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