El verano seguía su curso y la emoción por el compromiso de Hyun y Man-wol llenaba el aire. Los preparativos avanzaban entre risas, llamadas internacionales y mensajes llenos de ideas y sueños. Aunque la distancia seguía presente, la tecnología les permitía compartir cada detalle: desde la elección de las flores hasta los sabores del pastel.
Hyun y Man-wol, ahora libres de secretos y ataduras, disfrutaban cada momento de su nueva etapa. En cada llamada, en cada mensaje, se notaba la complicidad y la ternura que los unía. Man-wol, desde Madrid, le enviaba poemas y canciones que hablaban de amor y reencuentro. Hyun, en Seúl, le respondía con fotos de lugares que soñaban visitar juntos. Cuando por fin se reencontraron, caminaron de la mano por el parque donde todo comenzó, prometiéndose que, a partir de ahora, cada día sería una elección mutua.
Mientras tanto, los preparativos también acercaban a Zara y Haru. Pasaban horas juntos ayudando con los detalles creativos. Zara, con su sensibilidad artística, diseñaba las invitaciones y la decoración, mientras Haru preparaba bocadillos y dulces para las reuniones. Entre risas y confidencias, la amistad de años se transformó en algo más profundo. Una tarde, mientras pintaban carteles bajo el sol, Haru tomó la mano de Zara y, con una timidez encantadora, le confesó que siempre había admirado su valentía y su forma de ver el mundo. Zara, sorprendida pero feliz, le sonrió y apoyó su cabeza en su hombro, sintiendo que, a veces, el amor crece donde menos lo esperas.
A miles de kilómetros, Haneul vivía su propio descubrimiento. Tras su graduación en Daegu, decidió visitar a Minjun en Nueva York antes de regresar a Corea. Minjun la recibió en la cabina de DJ de un pequeño club, emocionado de mostrarle su mundo. Allí, entre luces y música, Haneul se dio cuenta de que la pasión de Minjun por la música era tan fuerte como la suya por la medicina y el piano. Una noche, después de una fiesta, pasearon por las calles iluminadas y, entre confesiones y sueños, Minjun le tomó la mano y le preguntó si podía acompañarla en su próximo viaje. Haneul, con una sonrisa, aceptó, sintiendo por primera vez que podía ser ella misma, sin miedo ni expectativas ajenas.
Los preparativos se convirtieron en una excusa perfecta para volver a reunirse todos, aunque fuera por videollamada. Se reían, compartían anécdotas y ayudaban a Hyun y Man-wol a elegir cada detalle. El día anterior al compromiso, por fin, lograron estar todos juntos en Corea. Hubo abrazos, lágrimas de alegría y una sensación de que, pese a todo lo vivido, el amor y la amistad siempre encuentran el camino de regreso.
La noche antes de la ceremonia, Hyun y Man-wol caminaron bajo las estrellas. Hyun, nervioso pero feliz, tomó la mano de Man-wol y le susurró al oído:
—Gracias por elegirme cada día. Prometo hacer lo mismo, hoy y siempre.
Man-wol sonrió, y juntos contemplaron el cielo, sabiendo que, al fin, podían construir su propio destino, rodeados de amor verdadero y de la familia que habían elegido.