La luna de miel comenzó con la promesa de descubrir el mundo juntos, de escribir una nueva historia lejos de todo lo conocido. Hyun y Man-wol partieron con las maletas llenas de sueños y el corazón ligero, sabiendo que cada destino sería una página en blanco para su amor.
Suiza
El primer amanecer los sorprendió en un pequeño pueblo suizo, rodeados de montañas cubiertas de nieve. Despertaron con el aroma del chocolate caliente y el sonido de las campanas de las vacas en los prados. Pasearon tomados de la mano por calles empedradas, se lanzaron bolas de nieve y compartieron risas en un tren panorámico que los llevó por paisajes de postal. En la cima de un mirador, Hyun abrazó a Man-wol mientras el viento frío les enrojecía las mejillas.
—Quiero que cada invierno de mi vida sea contigo —susurró Hyun, y Man-wol le respondió con un beso cálido que derretía cualquier frío.
Dubái
El contraste fue total al llegar a Dubái. La ciudad los recibió con su modernidad deslumbrante y su calor dorado. Subieron juntos al Burj Khalifa y contemplaron la ciudad desde las alturas, sintiéndose diminutos y a la vez infinitos. Por la noche, navegaron en un dhow por la marina iluminada, mientras las luces se reflejaban en el agua y el aire olía a especias y promesas. Compartieron una cena bajo las estrellas en el desierto, rodeados de dunas y silencio, y Man-wol le confesó a Hyun que nunca había sentido tanta paz.
Las Maldivas
El azul turquesa de las Maldivas fue un sueño hecho realidad. Se alojaron en una cabaña sobre el agua, donde el mar era tan transparente que podían ver los peces nadando bajo sus pies. Pasaron los días nadando juntos, buceando entre corales y dejando que el sol les dorara la piel. Por las noches, se recostaban en la terraza, escuchando el rumor de las olas y hablando de todo lo que aún querían vivir. Una noche, bajo un cielo lleno de estrellas, Hyun le regaló a Man-wol una pulsera hecha con conchas que habían recogido juntos.
—Para que siempre recuerdes este mar —dijo—, y que mi amor por ti es tan profundo como el océano.
Francia
El siguiente destino fue París, la ciudad de las luces y los sueños. Caminaron por la orilla del Sena, visitaron museos y se perdieron en librerías antiguas. Compartieron croissants en una terraza, se tomaron fotos frente a la Torre Eiffel y bailaron en la plaza de Montmartre, rodeados de artistas y música. Una tarde, Man-wol llevó a Hyun a una pequeña librería y le regaló un libro de poemas, con una dedicatoria secreta entre las páginas.
—Para que nunca olvides que el amor también se escribe —le dijo, y Hyun supo que ese recuerdo quedaría grabado para siempre.
Hawái
El viaje terminó en Hawái, donde el tiempo parecía detenerse entre palmeras y olas. Aprendieron a surfear juntos, rieron cuando caían al agua y celebraron cada pequeño logro. Al atardecer, caminaron descalzos por la playa, recogiendo caracoles y dejando que la brisa cálida les despeinara el cabello. En una ceremonia íntima, renovaron sus votos bajo un arco de flores, prometiéndose una vez más elegir el amor cada día.
Esa noche, frente a una fogata en la arena, Hyun miró a Man-wol y dijo:
—No importa cuántos países recorramos, el mejor viaje siempre será a tu lado.
Man-wol sonrió, y juntos contemplaron la luna reflejada en el mar, sabiendo que, aunque el viaje terminara, su historia apenas comenzaba