Primera Base , Primer Amor

Capítulo 11: Las sombras del brillo

El lunes amaneció más cálido de lo habitual. El cielo tenía ese azul limpio que parecía prometer un buen día, pero Stacy no lo sintió así.

El café abría temprano, y ella estaba allí antes que nadie. Tarareaba bajito mientras preparaba la máquina de espresso, aún con la dulce resaca de su fin de semana con Mateo. Cada recuerdo la hacía sonreír: la cabaña, el fuego, sus palabras, sus manos, sus silencios. Su conexión.

Pero a las 8:47 a.m., su celular vibró. Una vez. Luego otra. Luego, sin parar.

Notificaciones, etiquetas, mensajes de texto.

—¿Qué…? —murmuró mientras lo desbloqueaba.

Y entonces lo vio.

Una fotografía. Mateo abrazando a una mujer rubia, en un pasillo decorado con luces doradas y fondo de gala. Era de la noche de la cena benéfica. La mujer, claramente cómoda, se colgaba de su cuello, mientras él —aunque sonriente— parecía algo tenso.

El titular que acompañaba la imagen heló la sangre de Stacy:

“Mateo Rivera en brazos de su ex: ¿reencuentro romántico con Emma Torres?”

Las manos le temblaron. El café comenzó a hervir a sus espaldas, pero no se movió.

Julie entró corriendo poco después.

—¡Stacy! ¿Lo viste?

Ella solo levantó el celular. Julie lo tomó y lo leyó con el ceño fruncido.

—Esa es Emma Torres. Su ex. Modelo, influencer… muy conocida. Estuvo con él hace como un año, pero terminaron feo, o eso dijeron.

—¿Por qué ella lo abrazaba así? —preguntó Stacy, sintiendo una punzada en el pecho.

Julie se sentó a su lado, sin dejar el teléfono.

—No lo sabemos. Solo es una foto. Puede haber sido una aparición sorpresa, puede que él no quisiera. No saltes a conclusiones.

Pero Stacy no respondía. No lloraba. No decía nada. Solo miraba la pantalla, donde el rostro de Mateo sonreía… pero con una incomodidad que solo ella parecía reconocer.

El resto del día fue un torbellino.

Primero, los clientes empezaron a murmurar. Luego, algunos medios locales compartieron el artículo. Al mediodía, ya había miles de comentarios. Algunos defendían a Mateo, otros lo acusaban de doble cara. Algunos preguntaban si “la chica del café” sabía algo.

Cami llegó poco después, alarmada.

—¿Cómo estás?

Stacy alzó la vista, agotada. Estaba tratando de trabajar como si nada. Pero su rostro, más pálido de lo habitual, la delataba.

—No sé. Siento que estoy atrapada en algo que no elegí.

—Mateo te escribió —dijo Julie, mostrándole su celular—. Le mandó mensaje a todas nosotras. Está preocupado. Dice que quiere hablar contigo.

Stacy sacó su móvil. Allí estaba el mensaje.

📩 Mateo Rivera:

“Sé que viste la foto. Te prometo que no fue lo que parece. ¿Puedo explicártelo esta noche?”

Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo puso boca abajo.

—No sé si quiero escucharlo.

—Tienes que hacerlo —dijo Cami, con dulzura—. Tienes que saber qué pasó. No porque se lo debas, sino porque tú mereces tener claridad.

—Y porque lo que construyeron no fue algo vacío —añadió Julie—. Te vimos, Stacy. Te vimos cambiar. Brillar. Te vimos confiar de nuevo. No dejes que una foto destruya algo que todavía ni siquiera ha terminado de comenzar.

Stacy no dijo nada. Pero algo dentro de ella se removía. Dolor. Duda. Orgullo. Miedo.

Y, aun así, bajo todas esas capas… también había algo más.

Amor.

Esa noche, mientras el cielo se vestía de gris y las luces del pueblo se encendían una a una, Stacy se quedó sentada frente a su ventana. Observaba las hojas moverse con el viento, como buscando respuestas.

Volvió a tomar el celular. Abrió el mensaje de Mateo una vez más.

Suspiró. Y finalmente escribió:

📩 Stacy:

“Está bien. Te veo esta noche. Pero quiero la verdad, Mateo. Toda.”

Presionó enviar. Cerró los ojos.

Y supo que estaba a punto de cruzar una línea que podía romperla… o salvarla




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