Primera Base , Primer Amor

Capítulo 21: Voz Propia

Todo comenzó con un mensaje directo en Instagram.

Era una periodista local, Zoe Martín, que había visto un clip de Stacy leyendo un pequeño fragmento en una actividad creativa. Al parecer, alguien del grupo de Leila había grabado su intervención y la había compartido en redes sociales. Su voz suave, firme, acompañada por su naturalidad, había llamado la atención.

“Hola Stacy, sé que estás recién llegada a la ciudad, pero tu historia me parece hermosa y valiente. Me encantaría entrevistarte para un segmento sobre nuevos comienzos y proyectos femeninos en Toronto. ¿Te animas?”

Stacy tardó más de una hora en responder. Releyó el mensaje al menos diez veces. Dudaba de sí misma, del idioma, de cómo sonarían sus palabras en una cámara, de cómo la gente la percibiría. ¿La verían como “la novia del beisbolista” o como alguien con algo que decir?

Pero al final, respiró hondo y escribió:

“Gracias por pensar en mí. Me encantaría. Con mucho gusto.”

Mateo se enteró cuando llegó a casa y la encontró practicando frente al espejo.

—¿Un guion? —preguntó sonriendo.

—Una entrevista. En televisión. ¿Puedes creerlo?

—Claro que sí. De hecho, me sorprende que no haya pasado antes —dijo él, orgulloso.

La entrevista fue todo un éxito. Zoe supo guiarla con calidez, y Stacy habló con naturalidad sobre su llegada a la ciudad, su vida en Oakridge, y cómo los pequeños gestos la habían ayudado a no rendirse. Pero fue cuando mencionó su idea —esa que venía rumiando desde hacía semanas— que la conversación se volvió más intensa.

—¿Una fundación para niños? —preguntó Zoe—. ¿De dónde surge eso?

Stacy respiró profundo.

—De ver tantos chicos talentosos sin recursos, sin guía, sin alguien que crea en ellos. Vi lo que el béisbol le dio a Mateo, pero también lo que muchos niños pierden por falta de apoyo. Me gustaría crear algo… pequeño al principio. Becas, clínicas deportivas, acompañamiento emocional. Un lugar donde sueñen y jueguen sin miedo.

Las redes sociales estallaron después de esa entrevista. La dulzura y determinación de Stacy tocaron corazones. Su historia se volvió viral: la chica que dejó su pueblo para seguir el amor… y encontró su propio propósito.

Al día siguiente, recibió dos nuevas invitaciones para entrevistas: un programa matutino nacional y un canal deportivo interesado en hablar sobre mujeres que impulsan el deporte desde fuera del campo.

Mateo, mientras tanto, no podía estar más orgulloso.

—¿Sabes lo que más amo de ti? —le dijo una noche—. Que incluso cuando no sabes lo que estás haciendo, inspiras a otros a moverse.

—¿Y sabes lo que más me asusta? —respondió ella—. Que me empiecen a ver solo como una historia bonita. Quiero hacer algo real, tangible.

—Entonces hazlo —le dijo—. Yo te respaldo. Como tú me respaldaste cuando nadie lo hacía.

Con la ayuda de Leila, y el contacto de un asesor que Zoe le recomendó, Stacy comenzó a dar forma a su fundación. Escogió el nombre con cuidado:
"Pequeños Diamantes" —en honor al diamante de béisbol y al brillo único que cada niño tiene dentro.

Diseñaron un logo, abrieron redes, empezaron a recibir mensajes de familias interesadas, de entrenadores que querían ayudar, y hasta de jugadores jóvenes que ofrecían su tiempo como voluntarios. Incluso uno de los compañeros de Mateo, un pitcher dominicano, le ofreció contactos en escuelas deportivas de habla hispana.

Pero con el crecimiento, también llegaron los desafíos. Una fundación requería estructura legal, cuentas claras, registros, permisos. Stacy se sintió abrumada varias veces, con miedo a fallar, a hacer algo mal, a no estar a la altura.

Una noche, después de su tercera entrevista en vivo, se encerró en el baño y dejó que las lágrimas cayeran.

Mateo la encontró después, sentada en la cama, con los ojos hinchados.

—¿Qué pasó?

—Tengo miedo. Mucho. Esto es más grande de lo que pensé. ¿Y si no lo logro? ¿Y si solo soy una cara bonita que habla bien en televisión?

Mateo se sentó a su lado, tomó sus manos, y le dijo con la voz firme:

—Tú eres más que eso. Eres la raíz de algo noble. El miedo es parte del camino. Pero lo estás haciendo con el corazón… y eso siempre encuentra forma de florecer.

Al día siguiente, Stacy se levantó más fuerte. Con los ojos cansados, sí, pero con el espíritu decidido. Respondió correos, agendó reuniones, ajustó su calendario.

Y esa misma tarde, recibió su primer gran donativo anónimo. El mensaje que lo acompañaba decía:

“Gracias por recordar que todos merecemos soñar. Esta ciudad necesita más Stacy’s.”

El sol se colaba tímido por las ventanas del departamento cuando Stacy se despertó con un ligero cosquilleo en el estómago. Era el día en que “Pequeños Diamantes” tendría su primera actividad oficial. Habían trabajado incansablemente para organizarla, y aunque sentía nervios, también una alegría inmensa.

Mateo ya estaba en la cocina preparando café y unos panecillos calientes. Al verla levantarse, sonrió y la abrazó por detrás.

—¿Lista para el gran día? —preguntó con una sonrisa traviesa.

—Más o menos —respondió Stacy, dándose la vuelta para besarlo—. Pero no podría hacerlo sin ti.

—Somos equipo —dijo él, acariciando su cabello.

El lugar elegido para la actividad fue un pequeño parque en un barrio popular. Habían coordinado con entrenadores locales y escuelas cercanas para invitar a niños y niñas que soñaban con el béisbol pero no tenían los recursos para practicarlo.

Cuando llegaron, Stacy sintió una mezcla de emociones al ver la cantidad de pequeños que la esperaban con ojos brillantes y gorras que les quedaban grandes. Algunos tímidos, otros llenos de energía y risas contagiosas.

Mateo bajó de su coche con una sonrisa enorme y saludó con la mano a los niños, que rápidamente comenzaron a rodearlo. Era evidente que él era una figura conocida, pero también que, para esos pequeños, era un ejemplo vivo de que los sueños podían hacerse realidad.




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