Primera Base , Primer Amor

Capítulo 24: Brindis por lo Imposible

El restaurante estaba decorado con luces tenues, madera oscura y detalles florales que flotaban en copas de cristal. Mateo había hecho la reserva en secreto, queriendo regalarle a Stacy una noche sin niños, sin discursos, sin planes… solo risas, música suave, y el calor de quienes habían sido parte de su camino.

Stacy llegó del brazo de Mateo, vestida con un vestido lila vaporoso, el cabello recogido en un moño suelto y una sonrisa aún cargada de emoción. Su mirada se iluminó al ver la mesa larga, decorada con pequeños diamantes de papel y velas flotantes, donde ya la esperaban sus dos mejores amigas.

—¡Stacy! —gritó Cami al verla—. ¡Nuestra estrella!

Julie se levantó también y la abrazó fuerte.

—No lloré en la inauguración para no arruinar el maquillaje, pero ahora sí me suelto.

Detrás de ellas estaban Nico que había conquistado la atención de Julie desde la gala—, y Tomas, el fisioterapeuta amable y discreto con el que Cami había empezado a tener “citas no oficiales”, como ella las llamaba.

—Por fin nos encontramos sin tanto evento formal —dijo Nico, levantando su copa—. Ahora sí, que hablen las carcajadas.

Mateo le dio un apretón a la mano a Stacy y susurró:

—Esto es lo que quería para ti: un círculo que te abrace.

La cena comenzó con platos variados: risotto de setas, ensaladas frescas, pan artesanal y un vino tinto que fluía de copa en copa. Las conversaciones se cruzaban de lado a lado de la mesa, salpicadas por bromas, miradas cómplices y pequeños gestos de cariño.

Julie contaba con entusiasmo cómo Daniel la había llevado a bailar tango en un rincón escondido del centro de Toronto. Cami, entre risas, admitía que Liam le había enseñado a lanzar una pelota de béisbol en el parque… y que casi le rompe un dedo.

—Pero lo intenté —decía Cami, fingiendo dramatismo—. ¡Eso vale puntos!

—Muchos puntos —respondió Liam, sin quitarle la vista.

Stacy los observaba en silencio, con una copa entre las manos, sintiendo que el momento era irreal. Todo había cambiado: sus amigas estaban creciendo, ella también, y el amor parecía florecer en diferentes formas alrededor de la mesa.

En un momento, Mateo se levantó y alzó su copa.

—Perdón que me ponga un poco cursi, pero no todos los días se celebra que alguien transforme su vida… y la de otros.

Todos se giraron hacia él, atentos.

—Stacy llegó a esta ciudad sin conocer a nadie, sin saber si podría con todo esto. Y no solo lo hizo. Lo hizo con corazón, con fuerza, y sin perderse a sí misma. Así que… brindemos por ella. Por lo que es, por lo que hace y por lo que aún va a lograr.

Los aplausos no se hicieron esperar. Stacy bajó la cabeza con los ojos brillosos.

—Ahora me toca a mí —dijo, poniéndose de pie, nerviosa pero firme—. Quiero agradecerles… no solo por estar esta noche. Sino por ser parte del viaje. A mis amigas, que nunca me dejaron sola. A Mateo, que creyó en mí cuando ni yo lo hacía. Y a ustedes, chicos… que han traído nuevas sonrisas a este grupo.

Julie gritó:
—¡Y nuevos temas de chisme!

Todos rieron.

La cena siguió entre confidencias, brindis pequeños y canciones que hacían cantar a más de uno. Mateo y Stacy se escaparon un momento a la terraza, lejos del bullicio. La ciudad brillaba bajo sus pies.

—Gracias por esto —dijo ella, apoyada en su pecho.

—Gracias a ti, Stacy. Por enseñarme que el amor se construye con pasos valientes.

Se besaron con dulzura. No con urgencia, sino con esa calma que llega cuando sabes que estás donde debes estar.

Cuando regresaron a la mesa, Julie ya había organizado un pequeño juego de preguntas incómodas. Cami reía tanto que tenía lágrimas en los ojos. Liam la sostenía de la mano sin soltarla. Daniel miraba a Julie como si no existiera nada más en la sala.

Y Stacy, entre ellos, supo que algo muy especial estaba ocurriendo.

No era solo una cena.

Era el comienzo de una nueva familia.




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