El ruido de la ciudad había quedado lejos, pero dentro del lujoso departamento en Toronto, el silencio se sentía pesado. Mateo estaba sentado en el sofá, con la mirada fija en un punto indefinido, mientras sostenía un papel con la recomendación médica en sus manos. El doctor había sido claro: necesitaba bajar el ritmo, o su cuerpo podría no resistir más.
—No es solo cansancio —dijo Mateo con voz ronca—. Mi corazón está al límite, y los médicos no quieren riesgos.
Stacy se sentó a su lado, tomando su mano con ternura. Sabía que él había estado ignorando las señales durante semanas, atrapado en una vorágine de entrenamientos, entrevistas y compromisos.
—Tienes que cuidarte —susurró ella—. No solo por ti, sino por nosotros.
Mateo la miró y una mezcla de frustración y miedo cruzó su rostro.
—¿Y si bajo el ritmo y pierdo esta oportunidad? ¿Y si dejo de ser el jugador que soñé?
—Entonces no valdría la pena —respondió Stacy con firmeza—. Lo importante es que sigas aquí, conmigo, para luchar juntos.
Mientras tanto, a miles de kilómetros, en Bogotá, Stacy respiraba el aire fresco de la mañana colombiana, cargado de expectativas y nervios. La sede de la ONG estaba llena de movimiento, de voces que hablaban de futuro y proyectos que podían cambiar vidas.
—¿Lista para el reto? —le preguntó su nueva jefa, una mujer fuerte y cálida que la recibió con un abrazo.
Stacy asintió, aunque en el fondo una parte de ella dolía al pensar en Mateo y la distancia que ahora los separaba.
Las semanas siguientes fueron un torbellino. Mateo intentaba adaptarse a las indicaciones médicas, reduciendo la intensidad de sus actividades, lo que lo frustraba profundamente. Sus noches se llenaban de mensajes y videollamadas con Stacy, quienes compartían sus avances, sus miedos y sus esperanzas.
—Te extraño —le confesó Mateo en una de esas noches.
—Yo también —respondió Stacy—. Pero esto es importante. Para mí, para nosotros.
Ambos sabían que la distancia era solo física. Que la conexión seguía viva en cada palabra, en cada silencio compartido.
Un día, Mateo tuvo que ausentarse de un partido por recomendación médica. La noticia corrió rápido y los medios especularon. Pero en privado, él sabía que estaba tomando la decisión correcta.
Por su parte, Stacy lideraba su primer proyecto en Colombia, visitando comunidades, organizando talleres y viendo el impacto real de su trabajo.