Primera Base , Primer Amor

Capítulo 37: Entre el hogar y la promesa de algo nuevo

La llegada a Toronto estuvo marcada por una brisa fresca que anunciaba el cambio de estación. Era como si la ciudad los recibiera con un suspiro suave, dándoles la bienvenida a una nueva etapa: la vida de casados.

Mateo y Stacy regresaron al departamento que ahora compartían como su hogar. Al abrir la puerta, la calidez del lugar los envolvió. La luz que entraba por las ventanas, los retratos de su boda enmarcados sobre la repisa, y la mesa del comedor adornada con flores frescas dejadas por Cami, eran el reflejo del amor que habían sembrado en todos.

—Se siente… diferente —dijo Stacy, al soltar su maleta y mirar alrededor.

—Es que ahora somos tú y yo, juntos, empezando nuestra vida —respondió Mateo, abrazándola por la espalda—. Ya no volvemos del viaje… llegamos a casa.

Los primeros días estuvieron llenos de rutina suave y momentos que antes parecían simples, pero ahora estaban cargados de significado: cocinar juntos, elegir cortinas nuevas, ordenar libros, desayunar aún en pijamas mientras se reían de cualquier tontería. Todo tenía sabor a comienzo, a hogar, a amor real.

Mateo retomó sus entrenamientos livianos, enfocado en volver a la forma sin arriesgarse. Su médico aún insistía en un plan equilibrado, y él obedecía, sabiendo que la salud era su prioridad… y Stacy, su motor.

Ella, por su parte, se reencontró con su equipo de la fundación, que había seguido funcionando con éxito mientras estuvo en Colombia y luego en la luna de miel. Ahora, con más ideas, Stacy impulsaba proyectos nuevos, incluyendo una campaña para llevar clínicas deportivas a comunidades rurales de Canadá y el Caribe.

Las amigas también volvieron a integrarse a la rutina. Cami ya salía oficialmente con uno de los asistentes del equipo de Mateo, y Julie… bueno, Julie estaba encantada con el músico del cuarteto de la boda, con quien compartía tardes de guitarra y café.

Una tarde cualquiera, Stacy llegó a casa un poco más pálida de lo normal. Había sentido mareos dos días seguidos, pero pensó que era por el cambio de horario y la intensidad de los días recientes. Sin embargo, esa mañana, algo en su cuerpo le hablaba de otra cosa.

—¿Todo bien, amor? —preguntó Mateo, notando su gesto.

Stacy lo miró, indecisa, y luego sonrió con nerviosismo.

—¿Te parece si vamos a la farmacia?

Él arqueó una ceja, curioso, y luego… lo entendió.

—¿Estás…?

Ella se encogió de hombros, sin decirlo, pero con los ojos brillando.

Una hora después, estaban en el baño, el test en la encimera, y ambos tomados de la mano.

El reloj parecía burlarse de ellos mientras esperaban. Cuando finalmente aparecieron las dos líneas rosadas, Stacy soltó el aire que no sabía que retenía. Mateo la abrazó con fuerza, la levantó en el aire y ambos se echaron a reír, a llorar, a temblar.

—Vamos a ser papás —susurró él, enterrando el rostro en su cuello.

—Un bebé —dijo ella con la voz entrecortada—. Nuestro bebé.

Esa noche, el departamento estuvo más iluminado que nunca. No por lámparas ni velas, sino por el brillo en sus ojos, por la emoción que temblaba en cada palabra, por los planes que comenzaron a construir con cada caricia.

Hablaron de nombres, de habitaciones, de si sería niño o niña. Mateo colocó la mano sobre el vientre de Stacy como si ya pudiera sentirlo ahí.

—No sé qué hicimos para merecer tanto —murmuró—. Pero prometo cuidarte a ti… y a lo que venga.

La vida de Mateo y Stacy estaba a punto de cambiar de nuevo, pero esta vez, el cambio venía en forma de esperanza. De vida nueva. De una promesa que latía dentro de ella, esperando el momento perfecto para nacer.

Y ellos, como siempre, estaban listos… para amar.




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