Primera Base , Primer Amor

Capítulo 40: Un nombre, una promesa, y un nuevo comienzo

La luz de la primavera comenzaba a colarse por las ventanas del apartamento en Toronto. Stacy, ahora con el vientre más pronunciado, caminaba descalza por la sala mientras sostenía una lista de nombres doblada varias veces. Cada uno de ellos llevaba un pequeño corazón o una X al lado, producto de semanas de discusión con Mateo.

—¿Y si la llamamos Emilia? —dijo, desde la cocina, mientras servía té de manzanilla.

Mateo, desde el sofá, hojeando un libro sobre paternidad, levantó la vista.

—Hermoso. Pero tú sabes que desde que dijiste ese otro nombre… no puedo dejar de imaginarla con él.

Stacy sonrió. Se sentó a su lado, y puso la lista sobre sus rodillas.

—¿Alma? —preguntó, con una chispa en la mirada.

—Alma Rivera Duarte —repitió él en voz baja—. Tiene fuerza. Tiene historia.

—Y tiene corazón —añadió Stacy—. Como tú. Como yo. Como ella.

Así, sin más vueltas, el nombre quedó decidido. Alma. Como una promesa de lo que siempre los uniría.

Días después, Julie y Cami organizaron un baby shower íntimo pero lleno de detalles mágicos en una terraza con vista al lago Ontario. Guirnaldas de flores, globos lilas y dorados, una mesa con cupcakes decorados con diminutas pelotas de béisbol y ositos de peluche.

Stacy llegó del brazo de Mateo, luciendo un vestido blanco suelto, con los rizos sueltos y una sonrisa que le iluminaba todo el rostro. Las invitadas la recibieron entre abrazos, gritos y música suave.

Hubo juegos, recuerdos, confesiones emocionantes de las amigas, e incluso una carta grabada en video que la madre de Mateo envió desde República Dominicana, bendiciendo a su nieta con lágrimas en los ojos.

Mateo, aunque rodeado de mujeres, se quedó todo el tiempo al lado de Stacy. La sostenía, la miraba con ternura, y se sorprendía con cada regalo diminuto: pañales, mantitas, un body que decía “Mi papi juega en las grandes ligas”.

—No estoy llorando, tú estás llorando —bromeó él, cuando abrió un peluche de león que venía con una carta de Stacy escrita a mano.

"Para cuando no estés cerca, para cuando sienta miedo. Este león será tú en forma de abrazo. Siempre con ella."

Esa noche, al volver a casa, Stacy se quedó dormida sobre su pecho. Mateo miró la habitación que ya habían empezado a preparar. Pintura lila claro, cortinas suaves, una cuna blanca que él mismo había armado con ayuda de su cuñado.

Al mirar la panza de Stacy moverse lentamente mientras dormía, supo que ya no podía aplazarlo más. Tomó el teléfono, marcó el número del mánager del equipo, y cuando atendió, lo dijo sin dudar:

—Quiero asumir el rol de mentor, pero no como jugador activo. Mi familia es mi temporada más importante ahora.

Hubo silencio al otro lado. Luego una respuesta firme:

—Respetamos tu decisión. Cuando estés listo para volver, las puertas estarán abiertas.

Mateo colgó, exhaló con alivio, y se acercó a acariciar el vientre de Stacy.

—Alma… lo hice por ti. Porque no quiero perderme ni un minuto de tu historia.

En los días siguientes, comenzaron a planificar la llegada: clases prenatales, revisión médica, compra de muebles pequeños, largas caminatas para mantener la circulación… y noches llenas de charlas, mimos y sueños compartidos.

Una tarde cualquiera, Mateo trajo una sorpresa: una cadenita diminuta con un dije en forma de estrella.

—Para que nunca olvide que es nuestra Estrellita —le dijo, mientras la guardaban en la cajita de recuerdos del bebé.

Y así, con el nombre elegido, la familia más unida que nunca, y las prioridades reordenadas desde el corazón, Mateo y Stacy estaban listos para lo que viniera.

Porque ahora todo giraba en torno a Alma.

La niña que ya había cambiado el mundo con solo latir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.