El avión aterrizó en Toronto bajo un cielo gris, reflejo del ánimo que Mateo llevaba consigo. Había dejado atrás la Toscana, los viñedos, y las noches ardientes con Stacy, para regresar a una realidad que se le presentaba cada vez más compleja.
Desde su llegada, las reuniones con el equipo y los directivos no habían sido fáciles. La tensión era palpable, los murmullos crecían y la incertidumbre se colaba en cada conversación.
—Mateo, tu rendimiento en el campo ha sido increíble, pero el equipo está considerando una reestructuración —le dijo el gerente durante una reunión privada—. Queremos ofrecerte un contrato diferente, menos tiempo en el campo, más como mentor y figura pública.
Mateo sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. Sabía que su cuerpo aún necesitaba descanso tras la exigente temporada y el nacimiento de Alma, pero también sentía en su interior que podía dar más.
Las horas en el estadio se volvieron una lucha constante entre demostrar su valía y lidiar con las miradas que no siempre transmitían confianza. Algunos compañeros lo miraban con respeto, otros con duda.
En el vestuario, los comentarios eran más directos.
—No sé si podrá seguir al ritmo, Mateo —murmuró un joven lanzador—. Se ve cansado, y ya no es el mismo.
Eso dolía más que cualquier crítica. Pero Mateo no estaba dispuesto a rendirse.
En casa, Stacy notaba la carga que su esposo llevaba encima. Entre la fundación, Alma, y las noches sin dormir, Mateo parecía cada vez más agotado.
Una noche, mientras cenaban, él confesó:
—Siento que me están empujando a un rincón, Stacy. Que quieren que deje de jugar.
Ella tomó su mano, firme y segura.
—Tú decides tu camino, amor. Pero recuerda que aquí, en esta familia, siempre serás el campeón.
Mateo sonrió, con una mezcla de gratitud y determinación renovada.
Los días siguientes fueron de decisiones difíciles. El contrato pendía en el aire, y con él, la posibilidad de continuar en el equipo que tanto amaba o dar un paso al costado.
—No puedo prometer que todo será fácil —le dijo a Stacy en un momento de vulnerabilidad—. Pero quiero pelear por lo que amo, por nosotros.
Ella lo abrazó, sabiendo que juntos enfrentarían cualquier tormenta.