Capítulo 46: La oferta que cambió todo

Después de días de incertidumbre, Mateo recibió la llamada que definiría su futuro.

—Mateo, la gerencia quiere verte hoy a primera hora —dijo su representante con voz solemne—. Hay una propuesta sobre la mesa que no esperabas.

El corazón de Mateo latía con fuerza mientras se dirigía a la oficina principal del equipo. Sabía que este momento podía ser el punto de inflexión, y también la prueba definitiva de todo lo que había luchado.

Al entrar, el gerente y varios directivos lo esperaban con miradas serias, pero también con un brillo de respeto.

—Hemos evaluado tu trayectoria, tu compromiso y tu impacto dentro y fuera del campo —comenzó el gerente—. Queremos ofrecerte un contrato por diez años, con un valor total de 700 millones de dólares.

Mateo parpadeó, incrédulo, mientras procesaba la magnitud de la oferta.

—¿Diez años? —preguntó, con la voz temblorosa—. ¿Estoy seguro de que es real?

—Es real —respondió el gerente—. Queremos que sigas siendo la cara del equipo, dentro y fuera del campo. No solo como jugador, sino como líder, mentor y ejemplo para las nuevas generaciones.

Mateo sintió que un torrente de emociones lo inundaba: orgullo, alivio, responsabilidad y una gran dosis de esperanza.

Al salir de la reunión, llamó a Stacy inmediatamente.

—Amor… me han ofrecido algo que jamás imaginé —dijo con una sonrisa que le temblaba—. Diez años, setecientos millones.

Stacy, con lágrimas en los ojos, lo abrazó con fuerza.

—Sabía que podías lograrlo. Este es solo el comienzo de un legado.

Sin embargo, la alegría no venía sin retos. Aceptar el contrato significaba comprometerse a una vida de esfuerzo constante, mantener la salud y dar lo mejor de sí en cada juego.

Mateo lo sabía. Pero también sabía que tenía el respaldo más fuerte: su familia.

Esa noche, mientras Alma dormía plácida en su cuna, Mateo y Stacy celebraron en silencio, con un brindis sencillo y miradas llenas de promesas.

—Por nosotros, por Alma, y por todo lo que está por venir —dijo Mateo.

—Por el futuro —respondió Stacy.