Primera luz en la Oscuridad

Capitulo 8

Lia...

La luz de la pantalla del televisor era la única que iluminaba la sala, parpadeando al ritmo de los choques de superpoderes de My Hero Academia. Envuelta en una manta, con un bowl de cereal medio vacío a mi lado (mi "desayuno" a las 10 de la mañana), estoy sola en casa así que no me preocupo,absorbía cada capítulo como si mi vida dependiera de ello.

No era solo entretenimiento. Era una estrategia. Una distracción masiva y efectiva para evitar pensar en él.

Alex Uscategui.

Su último mensaje, aquel que decía "El tiempo que sea necesario, Pequeña", seguía ahí, ardiendo en mi chat como un recordatorio de su obstinación. Yo había ganado algo de tiempo con mi mudanza y mi silencio, pero sabía que era una tregua frágil.

El teléfono vibró sobre el cojín, haciendo que me sobresaltara. La silueta de All Might chocando contra un villano se congeló en la pantalla. Era él. Un simple mensaje de texto.

Alex: ¿Ignorándome deliberadamente o te ha pasado algo?

Mi pulso se aceleró. Lo miré. Luego, miré la televisión. Midoriya acababa de cargar un 1,000,000% de su poder. Las prioridades, Lia. Las prioridades.

Dejé el teléfono boca abajo. Déjame terminar este arco, Uscategui, pensé, hundiéndome de nuevo en el sofá. Le respondería después. Cuando terminara. O quizás mañana.

Soy una cobarde.

No sé en qué momento me dormí. La combinación del zumbido del televisor y el agotamiento mental me vencieron. Me desperté en el mismo sitio, con la luz de la tarde filtrándose por las persianas y la pantalla del televisor mostrando el menú principal de la serie en bucle.

Bostecé, estirándome para alcanzar el móvil. Eran las dos de la tarde. Y tenía tres mensajes más de Alex.

Me froté los ojos, una punzada de culpa atravesándome. Le había dejado en visto. Voluntariamente.

Con una pereza monumental, tecleé una respuesta. No iba a dar explicaciones. Mejor desviar la conversación.

- Nada. Estoy bien. ¿Qué recomiendas para cocinar? No se me ocurre nada.

Su respuesta fue casi instantánea, como si hubiera estado con el teléfono en la mano.

Alex: ¿No has comido en todo el día hasta ahora?

- …Puede.

El siguiente mensaje fue una llamada que rechacé al instante. No estaba preparada para escuchar su voz. Unos segundos después, llegó un texto que parecía tallado en piedra.

Alex: No se discute. Voy a mandar a alguien con comida.

- No hace falta, de verdad. Puedo…

Alex: Ya está hecho.

Y así era. No había discusión posible. Deje el teléfono con una mezcla de fastidio y… ¿anticipación? Maldita sea. Cuarenta minutos después, el timbre de la puerta sonó.

Al abrir, me encontré con un hombre con uniforme impecable de un restaurante de lujo, sosteniendo varias bolsas térmicas con el logo de un sitio que probablemente costara una fortuna. Detrás de él, otro hombre sostenía un ramo enorme de rosas rojas, tan perfectas que parecían de seda.

—Señorita Fuller. Un delivery para usted, de parte del Sr. Uscategui.

Los hice pasar, aturdida. Extendieron mantel sobre la pequeña mesa de centro y comenzaron a sacar contenedores de comida.

—Arroz chino estilo Yangzhou —dijo el primero, colocándolo con precisión.

—Hamburguesa wagyu con triple queso y bacon,con papas fritas trufadas —añadió el otro.

—Refrescos y agua mineral.

—Helado de vainilla belga con salsa de chocolate caliente. —Y por instrucciones expresas del señor,unos Flips y Doritos.

Me quedé mirando los dos paquetes de snacks, colocados absurdamente junto a la comida gourmet. Una sonrisa tonta se escapó de mis labios. Lo recordaba. Se lo había mencionado de pasada esa noche, hablando de mis antojos de medianoche.

El hombre de las flores me entregó el ramo. Entre las rosas, había un pequeño sobre negro. Lo abrí con dedos ligeramente temblorosos.

Dentro, una nota escrita con una letra firme y decidida.

"La próxima vez, la cita será en persona. Yo te traeré las rosas. Y esto."

Junto a la nota, había una figura de juguete de bakugo. Era el modelo exacto que había estado mirando hace semanas. ¿Cómo…?

Mi teléfono vibró.

Alex: Come todo. No quiero sobras. Alex:Y respóndeme cuando hayas abierto el sobre.

Me senté en el suelo, frente a la mesa convertida en un festín surrealista. Tomé un Flip, sintiendo la textura salada en mis dedos, y miré a mi alrededor: las rosas perfumando la casa, la comida que alimentaría a tres personas.

Era excesivo. Era arrogante. Pero creo que así es Alex.

Y lo peor, lo mucho peor, era un calambre en el estómago— no puedo negarme. Además tengo hambre. Soy lamentable lo sé.

Cogí el teléfono, con el corazón golpeándome en el pecho. No podía ignorarlo. No después de esto.

Yo: La comida está aquí. Y gracias por la figura de juguete. Pero esto es… demasiado.

Su respuesta llegó en segundos.

Alex: Nunca es demasiado. Es lo justo. Alex:Ahora come, Pequeña. Regreso en dos días.

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La noche se había vuelto pesada, cargada con el eco de sus palabras. "Nunca es demasiado. Es lo justo." ¿Justo para quién? ¿Para él? Esas frases. Había guardado los restos de la cena en la nevera.

Entonces sonó el teléfono. Alex ¿llamando a esta hora?

- "¿Comiste?"- preguntó.

-Si- respondí, secamente.

-¿Estás bien? ¿Pasa algo?- insistió, notando mi tono.

cuando le solté la pregunta que me estaba volviendo loca:

- ¿Ordenaste que me vigilarán? ¿Crees que soy idiota? ¡Desde que te fuiste, un coche negro va siempre adonde yo voy!" Y se que tienes algo que ver con esto, Alex.- suelto, y las palabras salen como un cuchillo.

Su respuesta no fue una negación, sino una orden.

- "Cálmate, Lia. Podemos hablar de esto cuando regrese."

Su tono, pretendiendo ser razonable, era lo más irracional del mundo. Siguió hablando, justificando quién sabe qué, y entonces se me escapó.




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