Pensé que hablaría con Anthony muy seguido, pero luego de tres días en los que él pasó toda la tarde y la mañana tumbando cacao y guineos con mi padre y otros cuatro hombres, dejé de pensar en esa posibilidad y pasaba mi tiempo libre recorriendo esas tierras de mi padre, a las que sabía llegar, y visitando viejos conocidos.
Al señor no le agradaba que estuviera parte del día fuera de casa, pero las únicas opciones que me restaban eran pasar el tiempo sentada haciendo nada o recorrer el patio una y otra vez en busca de señal para mandarle mensajes a mis amigos, y ninguna de esas dos opciones me llamaba la atención, así que me embarqué en una nueva aventura, aun sabiendo que a mi regreso tendría que aguantar su discurso.
Mientras caminaba por el pequeño sendero estrecho que dividía los árboles de cacaos en dos grupos, recordé que en la mañana había visto a mi padre irse en esa dirección con los hombres y me detuve. Lo último que necesitaba era encontrármelos en el camino.
Pensé unos segundos qué hacer y luego abandoné el camino y me adentré entre los árboles que ya habían sido cosechados. Caminé sobre cáscara de cacao y hojas secas por unos quince minutos, luego me encontré en una pequeña barranca que tenía a los pies un río.
Sonreí de inmediato.
Busqué un pequeño camino que me permitió bajar y fui hasta la orilla del agua. Se veía tan cristalina que daba ganas de tocarla para comprobar que de verdad estaba allí y no era una imaginación de la mente.
Me mojé las manos y los pies, luego miré a mi alrededor y solo vi árboles de un lado y la barrera que formaba el barranco del otro, el sonido del agua y el viento era el único que se escuchaba, confirmándome que estaba sola.
Me quité el short y la blusa, los dejé sobre una piedra y me metí a bañarme en el río.
Al principio me sentí como si alguien hubiese agarrado un tarro de agua helada de la nevera y lo hubiese vertido sobre mí, pero a medida que fui nadando de un lado a otro, mi cuerpo se adaptó a la temperatura.
Siempre me había gustado nadar, de pequeña iba a diferentes ríos con mi hermana, ella me enseñó a moverme como un pez en el agua y una vez que supe hacerlo bien me iba sola o con Anthony. Sacarme del río era una misión imposible.
Sonreí al recordarlo.
―Cristina ―escuché que alguien decía y mi corazón dio un salto. Sin embargo, en cuanto vi que era mi amigo, me relajé.
―¿Qué haces aquí? ―por su tono de voz parecía estar muy molesto y su rostro no hacía más que confirmarlo.
―¿Qué te parece que hago? ―dije relajada mientras nadaba sobre mi espalda.
―No estoy jugando.
Cruzó al otro lado del río y justo donde iniciaba el camino para subir el barranco bajó una cubeta que traía en las manos, a mi parecer llena de cacao, y tomó mi ropa de la piedra.
―Tú padre estará aquí en unos minutos y no creo que le agrade verte desnuda, así que sal de ahí y vístete.
―No estoy desnuda, pero te haré caso porque no quiero más líos ―salí del agua y le quité mi ropa de las manos.
Estaba tan serio que no creí que existiese chiste que le sacara una sonrisa.
―Ya relájate que tampoco es para tanto.
―¡¿Que no es para tanto?! ―explotó ―¿Sabes cuántos hombres vienen acompañando a tu padre? ¿Qué hubiese pasado si hubiese venido con ellos y todos te hubieran visto? ¿Crees que es prudente estar nadando desnuda en un lugar donde sabes que cualquiera te puede encontrar?
―No estoy desnuda, estoy en ropa interior, además, por aquí casi no vienen las personas y tú lo sabes más que nadie ―abrió la boca para protestar y yo levanté la mano para hacerlo callar ―si me encontraste fue porque creí que estaban buscando cacao para el otro lado. Sé que es imprudente bañarme en ropa interior donde cualquiera me puede encontrar ―traté de imitar su voz al decir lo último.
―Pero si me encuentran tranquilo ―agregué ―me he bañado en muchas piscinas en la ciudad y los trajes de baños que uso no es que cubran mucho que digamos, así que no pasaría nada.
Se me quedó viendo un rato con los ojos humeando, luego sin decir más nada tomó la cubeta y empezó a subir el barranco. Definitivamente no había cambiado, seguía teniendo ese complejo de papá aburrido y protector.
Caminé tras él.
Por unos minutos solo se escuchó el sonido de las hojas de cacao al ser movidas por el viento, el crujir de las que íbamos pisando y el sonido del agua al fluir, pero este último empezó a escucharse cada vez más bajo a medida que nos alejábamos del río y pronto no quedó nada de él.
―¿Sigues enojado? ―solté cuando vi mi casa aparecer a distancia.
―¿Tú que crees?
Sí, estaba enojado.
Nos dirigimos a una pequeña casita de madera donde mi padre guardaba la mercancía.
―Vamos, no es para tanto. Ni siquiera me vio nadie además de ti. ―dije mientras habría la puerta sin pintar y entraba al lugar.
Allí solo había sacos llenos de víveres, cacao, y un puñado de leña. Anthony me siguió.
―Ese no es el punto.
―¿Y cuál es? ―soltó la cubeta y me miró un instante. Parecía estar pensando si responder o no, al final prefirió lo segundo.
―Hablamos después ―dijo y se marchó a paso rápido.
¿Acaso está loco?
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Aquí termina un suspiro más de esta historia, ¿qué parte se quedó contigo? Cuéntamelo abajo 💖💬.
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Editado: 11.07.2025