En la tarde llegó Anthony a verme.
En un principio me alegré porque llevaba días sin verlo, pero unos segundos después me golpeó el pensamiento de que esa podría ser la última vez que lo vería y me entristecí un poco.
―Me enteré de lo que pasó y lo siento por no haber venido antes.
Estaba sentado a mi lado en el sofá, con una camisa azul llena de líneas negras horizontales y verticales y con unas bermudas jeans, que alguien parecía haber hecho cortando un pantalón a la mitad sin el menor cuidado.
―Descuida, no me pasó nada ―levanté los hombros restándole importancia.
―Pero pudo haberte pasado, Cris.
Puso una de sus manos en mi pierna mientras me miraba con una especie de preocupación y ternura.
Allí estaba de nuevo el muchacho que se preocupa tanto por mí y a quien había extrañado demasiado en esos días.
―Tienes razón ―puse mi mano sobre la suya, la cual se sentía como un metal caliente contra mi piel, a pesar de tener la tela del pantalón de por medio.
―Pudo haberme pasado algo, pero no fue así. Dejémoslo atrás, ¿sí?
Asintió, luego miró nuestras manos y apartó la suya como si también le quemara el contacto.
Qué extraño
―Fuiste a La lomita, ¿verdad?
―Sí y me quedé dormida allá.
Soltó una carcajada y no pude evitar hacerlo también.
―Eres increíble ―dijo entre risas ―¿Por qué te gusta tanto ese lugar?
―Porque es como estar en el paraíso lleno de tranquilidad, calma y, sobre todo, alejado de las personas. Cambiando el tema, ¿dónde te habías metido tú en todos estos días? Fui a buscarte varias veces a tu casa y nadie sabía de tu paradero.
Me miró con cara de interrogación.
―Antes de que me prohibieran salir ―expliqué.
―Ah, estaba por ahí dando vueltas. Tú me lo enseñaste ―se encogió de hombros y mi mente maquiavélica se lo imaginó paseando de la mano con alguien.
Una llama de molestia se encendió en mi cuerpo.
―¿Podemos salir a dar una vuelta? ―me miró con una cara de reprimenda ―Mis padres no me van a decir nada si estás conmigo.
―Si te desapareces conmigo, ahí es que van a hablar. Ya no somos unos niños, Cris.
―Pero seguimos siendo amigos, Tony.
De repente, la mirada de Anthony se encendió y él sonrió casi en cámara lenta mientras me observaba. Su sonrisa no era esa que adornada su rostro comúnmente, estaba cargada de algo que no pude identificar algo intenso.
―¿Qué pasa?
―Desde que volviste no me habías llamado Tony, solo Anthony.
Lo analicé unos segundos.
―Oh, no me había dado cuenta de ese detalle ―le sonreí ―¿Salimos o no?
―Prefiero que no ―lo miré mal. Él levantó las manos al aire en señal de rendición y se puso de pie
―Bien, pero si nos metemos en problemas, no será mi culpa.
Le dimos la vuelta al patio entre risas y recuerdos tiernos. Anthony parecía no estar muy pendiente al camino, pero en cuanto empecé a dirigirme a los árboles, me detuvo.
―No vamos a salir de aquí, suficiente es que hayas salido de la casa ―dijo sosteniendo mi brazo.
―Solo iremos al río. Nadie se va a dar cuenta, y si lo hacen no importa ―negó con la cabeza. ―Está bien, si quieres quédate, pero yo me iré igual.
Me escapé de su agarre y empecé a caminar entre las matas de cacao, solo para escucharlo refunfuñar algo inentendible mientras empezaba a seguirme.
―¿Es que nunca piensas dejar de hacer esto? Sabes que te seguiré siempre ―soltó tomando hoja seca del piso para triturarla con las manos.
―No pasaría nada si decides quedarte. Igual tranquilo porque esta será la última vez que venga al río y me acompañes a hacer algo que no quieras.
―No me molesta acompañarte es solo que… ¿Por qué será la última vez que vendrás al río?
―Por nada ―solté un suspiro y me concentré en el sonido de las hojas secas al caminar.
―Te pasa algo ―dijo segundos después ―¿Quieres contarme qué es?
―Promete que no se lo dirás a nadie.
Se puso una mano en el pecho y levantó la otra.
―Prometo que de mi boca no saldrá una sola palabra.
Ambos nos reímos.
―Me voy a ir ―solté sin más y pude ver como su sonrisa desaparecía de golpe.
Detuvo el paso.
―¿Te vas? Pero, ¿Por qué? ¿Cuándo? Creí que pasarías aquí todas las vacaciones.
―Eso es lo que quieren mis padres, pero yo no puedo estar aquí encerrada por dos meses.
Pasó saliva comprendiendo mis palabras.
―¿Entonces?
―Me voy a escapar, esta noche, a donde no puedan encontrarme ―permaneció unos instantes procesando la información y me miró como si estuviese demente.
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Editado: 11.07.2025