Pensé tantas veces lo que pasaría cuando tuviera a Anthony delante y al momento de estar allí, el uno junto al otro, simplemente no podía hablar. Lo miraba y no sabía que hacer, decir o pensar. Solo tenía claro que mi corazón estaba completamente loco al seguir cambiando el ritmo por su cercanía.
―¿Por qué me seguiste? ―Me obligué a preguntar.
Sabía perfectamente que lo más probable era que mi padre lo hubiese mandado y que no lo diría. Ahora que sabía que hacían tratos extraños entre ellos, la razón me decía que no debía confiar en Anthony, pero el corazón me decía “Cristina, ¿qué no ves? es Tony” y mis barreras empezaban a caer nuevamente.
―Ya sabes la respuesta a esa pregunta ―Evitó mis ojos mirando el paisaje que se abría paso delante de nosotros. ―No me gusta que andes por ahí sola.
―No necesito que me cuides ―sonó más rudo de lo que hubiese querido.
Apreté los puños.
―Tienes razón. Tú no lo necesitas, pero yo sí ―Percibí cierta tristeza en sus palabras, pero probablemente fue producto de mi imaginación porque en cuanto nuestras miradas se encontraron, él sonrió de lado y mi enojo se disipó de golpe.
―Llevabas dos días sin salir de casa, ¿está pasando algo? ―Negué con la cabeza y dejé de mirarlo para empezar a juguetear con la hierba.
―No, todo está perfecto. Solo no quería salir. A cualquiera puede pasarle.
―¿Estás segura?
―Completamente.
Me peiné con la mano un mechón que bailaba delante de mis ojos por la brisa.
―Sabes que estoy aquí por cualquier cosa ―dijo Anthony.
Asentí levemente.
Una parte de mí le creyó y se alegró porque dijo eso, pero la otra empezó a preguntarse qué tan sinceras eran sus palabras, qué tan interesado estaba realmente en mi vida y hasta qué punto le contaba mis cosas a mi padre. Entonces comprendí que las cosas no volverían a ser como antes, por más que quisiera siempre iba a haber una parte de mí que dudaría de lo que me dijera.
Hace tres días pensé que todo se arreglaría, que mi relación con mi padre podría cambiar y, tal vez, me hice la idea de que podría tarde o temprano tener algo real con Anthony, pero ahora estaba segura de que nada de eso iba a suceder y dolió como si se me hubiese clavado una astilla en el pecho. Así es la verdad, dolorosa e inevitable.
―¿Estás saliendo con Mari? ―pregunté buscando otra verdad que diera directo al corazón para convencerme más de que no teníamos futuro.
―¿Perdón? ―no parecía ofendido sino sorprendido.
―Anthony no te hagas el tonto, entiendes lo que quiero decir ―se removió en el suelo y me miró a los ojos.
―Pues no, la verdad es que no lo entiendo, ¿cómo puedes pensar en eso cuando tú y yo…? ―se detuvo y se pasó la mano por el pelo, probablemente dándose cuenta de que no teníamos nada, de que no habíamos pasado de unos besos que para él no tenían importancia y para mí tal vez tenían demasiada.
Soltó un suspiro.
―No tengo nada con nadie ―dijo, bajando la mirada.
Por un segundo pensé que se pondría de pie y se marcharía furioso como hacía siempre, pero no lo hizo.
―¿Crees que te besaría si estuviera con ella? ―su tono me dejó claro que le había dolido la pregunta.
―Teníamos tres días sin vernos. Todo puede pasar en tres días.
―Estoy aquí contigo, nada ha cambiado ―me tomó de la mano.
Para mí sí, las cosas habían cambiado.
Corte el contacto entre nosotros y en su mirada se encendió una chispa que parecía ser una mezcla de miedo y angustia, tan homogénea que no dejaba identificar cuál de las dos emociones era más intensa.
―Volvamos ―dije poniéndome de pie y dándole la espalda.
―¿Qué está pasando? ―se pudo delante de mí y yo retrocedí sintiendo que mi corazón volvía a acelerarse por él. ¿Por qué demonios me seguía afectando?
―Nada. Solo quiero irme ―respondí evitando sus ojos.
―Primero pasas días sin salir, ahora haces preguntas estúpidas y para rematar, te alejas de mí ―dió un paso en mi dirección y me obligué a permanecer en mi sitio para no confirmar su punto ―¿en serio piensas que voy a creer que no pasa nada?
Clavé mi mirada en la de él. Sus ojos brillaban con la intensidad del sol y, aunque parecían querer una respuesta, también tenían un brillo de ilusión que me hizo comprender que Anthony no quería la verdad, quería que le dijera que todo seguía igual, que nada había cambiado.
Se acercó más a mí y yo no me aparté porque en el fondo también tenía una chispa de ilusión, quería creer que lo que él le dijo a mi padre no era cierto, que sí tenía interés en mí, que me quería más que a una amiga.
Tomó mi rostro entre sus manos y empezó a acercarse, tan lento que era una tortura. Me aferré a él y terminé de cortar la distancia que nos separaba en un segundo. Necesitaba sentir una vez más sus labios sobre los míos, necesitaba sentir que no había nada más que nosotros dos en el mundo, necesitaba sentirme llena de vida y, sobre todo, necesitaba sentirme querida por él.
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Editado: 11.07.2025