Muy buenos días a todos, soy Rosa Liften, una simple y tranquila bibliotecaria durante el día, pero una apasionada amante de la literatura por las noches.
Pese a mi edad, siempre me verán joven y hermosa, así ha sido desde que soy una niña; a los diez me veía como de ocho, a los dieciséis como de doce y actualmente me veo como de veinte, pero mi edad real siempre será un secreto que me llevaré a la tumba. Las únicas personas que conocen mi edad son mi familia, y posiblemente mi futura pareja, aunque dudo que algún día esa persona aparezca.
Después de tantas novelas de romance juvenil, drama, y +18, mis estándares están demasiado altos como para que alguien los alcance. ¡¡Soy una fiera que debe ser domada, y si no hay un alfa que lo consiga, entonces no quiero a nadie!!
¡Ejem! Volviendo a lo importante, últimamente he tenido "ligeros" problemas con un muchacho, y no hablo de problemas románticos, hablo literalmente de un chico problema. Uno que comenzó a venir de un día para otro de forma constante, y siempre se junta con la hija de mi hermana Veronica, mi sobrina Érika.
Digo, amo a mi sobrina y todo pero… ¡¿No podría controlar un poco a su amigo?!
Siempre soy yo la que tiene que recibir todos los reclamos, quejas, y demás preocupaciones del resto de personas, y lamentablemente, todos incluyen a ese muchacho. Sé que mi sobrina tiene amigos más tranquilos, como ese chico de cabello castaño, pero siempre le da preferencia al pelirrojo… ¡¿Por qué Érika, por qué?!
Esos dos me recuerdan a otro dúo que siempre está por aquí, dos chicas mayores que ellos, son de último año de preparatoria según entiendo, y hay rumores que he escuchado de otras personas sobre que ellas dos son pareja, pero son rumores que jamás fui capaz de verificar.
Últimamente he llegado a ver a una de ellas estar muy cerca de mi sobrina, de hecho, me agrada que sea ella la que se volvió su amiga, ya que la otra es igualita al chico pelirrojo, no la odio, pero tampoco puedo decir que seamos amigas.
En fin, cada día en esta biblioteca es una nueva aventura.
Aún recuerdo aquella vez en que un joven bastante guapo vino aquí preguntando por direcciones. Dijo estar buscando la residencia de los Kitan, que apenas había llegado a la ciudad y esperaba atender una solicitud de empleo en ese lugar, pero desafortunadamente yo desconocía de esa ubicación.
Luego de buscar en el directorio telefónico, logré hallar la ubicación de aquella residencia; le indiqué cómo llegar, e inmediatamente se fue corriendo, no sin antes darme las gracias.
Hm… ahora que pienso en él, me acuerdo que me resultó bastante lindo. Era muy educado con sus palabras, y sus ojos y sonrisa eran tan puros y gentiles.
—...
No. Rosa, no. Ese chico era demasiado puro para mí, además, ni siquiera recuerdo su nombre.
Ojalá haya conseguido el empleo por el que vino a esta ciudad. Si tuvo que mudarse aquí solo para ello, ha de haber sido uno muy bueno, y muy bien pagado.
Hablando de bien pagado, ser bibliotecaria no es tan rendidor como uno imaginaría. Bueno, mi sueldo mensual es de 4,500, para muchos jóvenes sería como sentirse un millonario, pero para nosotros los adultos, todo ese sueldo se va más rápido de lo que uno imagina.
Afortunadamente soy una mujer soltera, si tuviera hijos mis gastos serían todavía mayores. No es que no quiera tenerlos, he visto crecer a mi sobrina, y puedo decir que tener a un angelito corriendo hacia tus brazos mientras te llama "mami" ha de ser una de las sensaciones más gratificantes que pueda existir.
Muchas personas me preguntan "¿Por qué no te arreglas un poco?", "¿Por qué no sales de fiesta con nosotras?", "¿Por qué priorizas tu trabajo por sobre el placer?"
Ja, vaya grupo de preguntas estúpidas. No me arreglo de forma excesiva como "otras", por el simple hecho de que no lo necesito; esta belleza es natural cariño, no necesita ser modificada.
¿Por qué no salgo a fiestas? Es muy simple. A excepción de mi familia, jamás me han invitado a una que no incluya a hombres pervertidos que te desnudan con la mirada, el típico grupo de mujeres que se juntan y viven para criticarte, y la desagradable persona que primero se embriaga como si no hubiera un mañana, y luego se pasea por todos lados abrazando a todo el mundo mientras intenta obligarte a beber o se pone a llorar recordando a su ex. No más con esa gente.
Yo prefiero mil veces quedarme en casa, acostada en mi cama calentita, y ponerme a leer un buen libro usando nada más que mi pijama como si fuera una tarde de domingo. Y de ser necesario, una riquísima taza de café caliente en mi mesita de noche, y un paquete de pañuelos en caso de que el libro se ponga demasiado emocionante. Esa es una buena fiesta para mí.
Y por último, ¿por qué priorizo mi trabajo por sobre el placer? Ay querida, eres demasiado ingenua para entenderlo.
No requiero de una vida llena de excesos, vicios, narcóticos, alcohol, ropa cara, viajes, y hombres al por montón para conocer lo que es placer. En mi trabajo he vivido miles de experiencias divertidas, tengo el placer de reír; me he enterado de cientos de historias tristes con las que he llorado y he prestado mi hombro para que lloren, tengo el placer del desahogo; todos los libros que he leído me han hecho vivir en sueños todos y cada uno de mis más profundos deseos, tengo el placer de soñar; y cada cierto tiempo puedo ver cómo se van forjando parejas a través del tiempo, la lectura, el silencio, y la paz, tengo el placer de ver nacer el amor.
Con todo esto, ¿siguen pensando que no conozco lo que es el placer?
—Tía, ¿en qué estás pensando? —preguntó Érika sentada a mi lado.
Oh, claro, casi olvido decir que estoy descansando de mis labores, y mi sobrina Érika está haciéndome compañía.
—En nada, descuida. —respondí antes de cambiar de tema— ¿Y tú? ¿En qué estás pensando?
—Pues… ya he arreglado las cosas con Leo. Finalmente podemos ser amigos como antes.