Nunca es malo pasar tu tiempo libre junto a las personas que amas y aprecias, al contrario, hacerlo resulta realmente agradable.
Pero… a veces, es necesario hacer un cambio de escenario.
A veces, necesitas salir de tu camino para encontrar nuevas rutas que te llenen de un tipo de felicidad diferente.
Si siempre vas a la biblioteca con el mismo amigo, ¿por qué no intentas ir con otro esta vez?
Si siempre sales a correr por la misma ruta, ¿por qué no probar una nueva?
Si siempre compras el mismo sabor de helado, ¿por qué no probar uno distinto, aunque sea por una vez?
Cosas como esas son las que llegan a "sazonar" la vida, mostrándonos espectáculos que de haber seguido nuestro camino recto, nunca habríamos podido ver.
Solo un día, eso es todo lo que se necesita. Con un solo día, basta y sobra para realizar este cambio y disfrutarlo al máximo.
Y eso, es lo que está por suceder…
Sala de espera - Librería "El erudito"
La librería "El erudito", es una de las librerías más populares de la ciudad, no solo por su extensa variedad de géneros y subgéneros, sino también por las novedades constantes que trae al público.
Sin mencionar pequeños eventos donde se presentan escritores novatos en busca de hacerse un nombre, y si tienen suerte, ser contactados por alguna editorial de renombre.
Pero en esta ocasión, no estamos aquí para hablar de este establecimiento, lo que nos interesa es cierto par de personas que se hallan sentadas en su sala de espera.
Es apenas el medio día, y este lugar ya se encuentra lleno.
Una jovencita de apariencia siniestra con mechones de cabello morado es una de ellas. Ella está esperando por un libro que compró en una preventa que se hizo el mes pasado, pero se siente incómoda con tanta gente alrededor.
"Siempre es incómodo estar en la sala de espera…" pensaba ella, "¿Cuándo van a implementar un servicio a domicilio? Este lugar debería ser quemado para aprender la lección".
Bueno… dejando de lado sus ocasionales pensamientos negativos sobre el resto del mundo, tenemos a la otra persona importante aquí.
Un joven de complexión atlética, cabello rojo como el fuego, y una evidente irritación en su cara.
Él estaba esperando para recoger un libro que su mejor amiga había comprado en una preventa, y que por motivos desconocidos, no fue capaz de recoger el día de hoy.
Este chico se ofreció a hacerlo, pero jamás imaginó que estaría tanto tiempo sentado.
"Me duele el trasero" pensaba el joven, "¿Cuánto falta para que llegue mi turno?"
Se notaba por su expresión incómoda que él no era de las personas que aguantan mucho tiempo estando quietas.
Ambos jóvenes estaban sentados uno al lado del otro, pero se hallaban tan perdidos en sus propios pensamientos que ninguno notó la presencia del otro.
De hecho, cuando llegaron también lo hicieron juntos, pero como ella estaba ocupada admirando una foto de su novio, y él informando a su mejor amiga que había llegado a su destino, ninguno notó la presencia del otro.
En ello, uno de los encargados llegó a la sala de espera.
—Disculpen la larga espera, hemos tenido demasiado público y muy poco personal disponible. Los que hayan venido a recoger el libro "Suspiros de una reina", por favor síganme de forma ordenada.
Varias personas, casi la mitad de la sala de espera siguieron al encargado, pero, hubo un "pequeño" detalle que aquel joven pelirrojo pasó por alto.
Todas las personas que siguieron al encargado… eran mujeres.
Todas ellas miraron a aquel chico con curiosidad, y no pudieron evitar comenzar con los murmullos, teorías, e hipótesis sobre el porqué de su presencia.
Todas sus ideas fueron desde "Es un chico sensible amante del romance apasionado", hasta "Es un joven homosexual que se 'liberó' a una edad temprana".
Llegados a esto, es bueno que aquel joven no las hubiera escuchado.
La fila se detuvo, y uno a uno, se les fue entregado un libro, exactamente la novela que vinieron a recoger. Faltando unas cuantas personas para que llegaran a esos dos jóvenes, el muchacho pelirrojo vio algo.
Miró a la chica frente a él. Había algo en ella que le llamaba ligeramente la atención, pero no estaba muy seguro de qué.
En eso, la chica de mechones morados sintió que alguien la miraba fijamente, y no dudó un segundo en girarse para encarar a aquella persona.
—Dime lo que quieres o empezaré a gritar. —amenazó ella.
—¿Eh? ¿Qué es lo que…?
El joven pareció confundido por un momento, antes de mirar con más atención a la chica frente a él, averiguando su identidad.
—¿Uh? ¿Alicia?
—¿Eh? ¿Leo?
Los dos se miraron con asombro por un par de segundos, hasta que recuperaron sus sentidos comenzando por Alicia dando un comentario hiriente.
—No sabía que eras gay.
—¡¿Aaahh?! ¡No lo soy! —se quejó claramente disgustado.
—Si no lo eres, ¿qué haces en esta fila? ¿Al menos sabes lo que están entregando aquí?
—Estoy aquí porque Erika no pudo venir a recoger un libro. Y solo para aclarar, no soy gay.
Algunas de las mujeres presentes que estaban escuchando la conversación de los jóvenes parecieron deprimidas al oír la aclaración del pelirrojo.
—Qué decepción…
—Era demasiado bueno para ser verdad.
—Lo peor de todo es que se ve lindo.
Esos eran algunos de los murmullos de aquellas mujeres. Esta vez Leo sí las escuchó, pero decidió ignorarlas.
Los asistentes finalmente llegaron a Leo y Alicia, y les entregaron a cada uno el libro que vinieron a buscar.
—Bueno, ya tengo el libro, supongo que me voy. —dijo Leo dando media vuelta.
—Si, yo igual. —afirmó Alicia.
Ambos caminaron hacia la salida, y una vez que cruzaron la puerta se detuvieron. Miraron a la nada por un momento y al final preguntaron al mismo tiempo.
—¿Y ahora qué hago?
—Érika no está en casa, su tía tiene una conferencia, y no soy fan de la lectura. ¿Qué hago yo ahora? —se preguntaba Leo claramente preocupado.