Todo esto sucedió en una pequeña zona despejada de la ciudad.
La nieve aún cubría todo el lugar, pero poco a poco, una persona logró despejar una pequeña área del suelo, en un espacio donde no había nada construido.
Sin embargo, eso no era todo.
Desde el primer día del año, aquella persona fue arreglando aquel lugar, pintando marcas blancas en el suelo, colocando una pequeña banca de madera a un lado, e instaló un marco atado a una red a un extremo del terreno.
Es tal y como se imaginan. Aquella persona había construido un pequeño campo de fútbol para realizar sus prácticas matutinas.
Un joven deportista de cabello rubio, perteneciente al club de fútbol de la preparatoria Taiyo. Aquel que es odiado por casi todas las chicas de su escuela, Diego Mampa.
Este joven tiene como meta llegar hasta la cima del deporte que tanto ama, y por eso nunca deja de entrenar.
Días normales o festivos, con sol o con lluvia, solo o acompañado, nunca pierde la oportunidad de ponerse a entrenar, y eso no cambiará el día de hoy.
Colocó su tan amado balón en el suelo, se preparó, y remató hacia la portería con una gran patada, que acabó conectando en el centro de todo.
Cualquiera que lo hubiera visto, habría pensado que fue algo extraordinario, pero no era así para Diego.
Han habido personas que le exigieron mucho durante toda su vida, pero cuando se trata del fútbol, quien más le exige, es él mismo.
Todo el mundo conoce a Diego Mampa, el chico incorregible que siempre se le declara a todas las chicas que se le cruzan por enfrente, solo para ser rechazado y volverlo a intentar con una persona distinta.
Sin embargo, aunque no lo parezca, esta forma de actuar tiene un motivo, el cual está fuertemente relacionado con el deporte que ama, y la meta que se ha planteado alcanzar.
Creyendo que estaba completamente solo, Diego soltó un largo suspiro de resignación, antes de comenzar a caminar hacia su balón. Pero, esa idea estaba un poco fuera de la realidad.
Sí había otra persona en aquel lugar, observando el entrenamiento desde fuera del campo, mientras sostenía una pequeña libreta.
—¡Buen tiro! —gritó aquella persona, mientras caminaba serenamente hacia Diego.
Diego se mostró sorprendido por haber escuchado la voz de alguien, pero su asombro no hizo más que crecer, cuando se dio cuenta de que aquella persona, era una chica de su edad.
Él no perdió el tiempo, y corrió hacia ella a toda velocidad, antes de arrodillarse a sus pies mientras extendía sus brazos hacia ella, luciendo una enorme sonrisa.
—Oh, bellísima dama, ejemplo vivo de lo que es la auténtica belleza, ¿tendrías la bondad de aceptar mi amor y formar una relación romántica conmigo?
Un rechazo, una bofetada, ser rociado con agua, e incluso una patada voladora, Diego ya había sido rechazado de mil y un formas diferentes, y aún así, la respuesta que obtuvo lo dejó más pálido que un fantasma.
—Hmm… Ok, acepto ser tu novia.
—¿Eh?
—Dije que acepto.
—¿Eh?
—¿Sí me escuchas?
—...
El cerebro de Diego seguía procesando lo que acababa de escuchar, y se apagó momentáneamente, hasta que al fin fue capaz de reaccionar.
Esta chica era aproximadamente de la misma edad de Diego, con el cabello rojo oscuro, y un color de piel ligeramente moreno, aunque lo más resaltante de todo, eran sus bellos ojos cafés, que si bien no eran un color muy extravagante, había algo en ellos que parecían envolverse a tu alrededor.
Ella se acercó hacia el paralizado Diego, y le dio un pequeño golpecito en la cabeza, tratando de hacerlo reaccionar.
—Oye, ¿acaso te moriste? —preguntó ella, mostrándose confundida—. Sé que ser mi novio podría ser un deseo cumplido para cualquiera, pero creo que morir por algo así es exagerado. ¡Oye, despierta!
La chica acabó dándole una fuerte bofetada a Diego, siendo este su último recurso para hacerlo reaccionar, lo que acabó dando un resultado positivo, aunque acabó con una mano roja marcada en el rostro.
—¡Ah, s-sí, ya desperté! —afirmó Diego, mirando nuevamente a aquella chica—. ¿Porqué aceptaste…? ¿Es esta alguna clase de rechazo innovador, donde primero te dicen que sí, y luego dicen que todo fue broma?
—Las chicas no te tratan muy bien, ¿cierto? —preguntó ella, viéndolo con lástima—. Bueno, a mí los chicos me tienen miedo, así que tu confesión también me tomó por sorpresa.
—Entiendo… —afirmó Diego, riéndose de si mismo al sentirse miserable—. Solo dijiste que sí porque te sorprendí, era de esperarse… Somos un par de desconocidos, después de todo. Haah, y yo de tonto me lo creí…
—¿Me sorprendiste?, sí. ¿Era mentira lo de ser tu novia?, no.
—¿Eh?
—Dije que estoy hablando enserió.
—¿Eh?
—Si te vuelves a desmayar, juro que terminaré contigo.
Diego sacudió su cabeza para tratar de calmarse, haciendo hasta lo imposible por mantenerse en el plano terrenal.
Entonces observó a aquella chica de pies a cabeza una y otra vez desde múltiples ángulos, como si quisiera obtener todos los datos posibles.
—Bueno… parece ser una chica de verdad… —murmuró Diego, asintiendo satisfecho.
—Por supuesto que soy de verdad —afirmó ella, con un tono ligeramente enojado—. ¿Alguna vez has conocido a una chica que no sea de verdad?
—Pues… —Diego comenzó a recordar un momento incómodo de su pasado—. Una vez intenté conquistar a una chica que me pareció bastante linda, pero cuando le pregunté su nombre… ella me dijo “Ramón” con la voz más masculina que he escuchado en toda mi vida… aún me duele en el alma tener que recordarlo…
—Pfft… ¡Jajajajajaja! —la chica se echó a reír a carcajadas, sosteniendo su estómago al no aguantar el dolor—. ¡No, espera, me duele la panza de tanto reír, jajajaja! ¡Buena esa, ligándote a “Ramón”! ¡Yo también conozco a un “Roberto” y un “Luis”, ¿no quieres que te los presente?! ¡Jajajajaja!
—¡No te rías de mi desgracia!