Primero loco que cuerdo Vol.6

Capítulo 4: Una historia de grandes

Así como los jóvenes en el mundo, los adultos también tienen sus propias historias por contar.

En esta ocasión nos situamos en un departmento de clase media. No está llena de todos los lujos que puedas imaginar, pero tampoco se encuentra llena de carencias, dándote un ambiente tranquilo para vivir.

Justo aquí es donde vive un hombre adulto, quien trabaja como profesor en la reconocida preparatoria Taiyo, llevando a sus jóvenes estudiantes hacia un futuro mejor, dotándolos de toda su sabiduría y experiencias, con la intención de hacerlos personas de bien.

O al menos, eso es lo que siempre dice.

La realidad es “un poco” distinta de lo que él cuenta, aunque hay algo de verdad en ello.

Primero, sí es profesor de la preparatoria Taiyo, pero no es el más querido por los alumnos.

Segundo, es verdad que ha vivido incontables experiencias, pero a las personas les resultan bastante aburridas, y solo terminan sintiendo lástima por él.

Tercero, él coloca cierta cantidad de esfuerzo en lo que hace, tratando de estar lo más actualizado posible para llevarse bien con los jóvenes, pero lo único que consigue es que estos lo vean como un bicho raro.

Y por último, el sujeto es básicamente un perdedor sin remedio, que fuera de asuntos relacionados a la geografía, que es la materia que enseña, es inexperto prácticamente en todo lo demás.

Tiene problemas para administrar su dinero.

La herencia de sus padres se la dejaron toda a su hermano menor.

Su salud tiene ligeros altibajos ya que suele caer en el constante descuido personal.

Su hogar suele estar desordenado, ya que no siente interés en el orden al no recibir visitas.

Apenas cuenta con los servicios básicos para vivir, y su situación amorosa es tan deprimente que su última novia la tuvo durante sus años de escuela. Sin mencionar que aquella fue una novia imaginaria, ya que sus compañeros no dejaban de burlarse de él.

En fin, creo que es momento de presentar el nombre de este profesor, quien es nada más y nada menos que, el profesor Eduard Limpre.

Él fue el maestro principal de la clase 1-3 el año pasado, y cuando las clases retomen su curso natural, estará a cargo de la 2-3, aunque esto no lo hace sentir emocionado.

Eduard tiene múltiples problemas por resolver, pero hubo uno en particular que lo lleva atormentando desde hace mucho. Su amor no correspondido con la profesora Elizabeth.

Jamás le ha confesado sus sentimientos, pero es más que evidente que ella sólo lo ve como un compañero de trabajo.

Aunque, siendo un poco más honesto sobre todo, Eduard jamás ha hecho nada significativo como para llamar su atención, lo que hace que se lamente constantemente por su inmensa cobardía.

Sin embargo, ¿cual es la posibilidad de que todo cambie de la noche a la mañana?

¿Cuando podemos decir que tuvimos la suerte de que el destino se pusiera de nuestro lado?

¿Se puede tener tanta suerte luego de una vida de miserias?

Bueno, este hombre estaba apunto de comprobarlo.

Luego de verificar que su refrigerador estaba casi vacío, se vio en la necesidad de salir de compras, bajo el riesgo de perder el poco dinero que le quedaba si no cuidaba sus gastos.

La buena noticia es que, al ser un empleado fijo en la preparatoria Taiyo, él recibe un sueldo mensual incluso cuando no hay clases, por lo que solo debe aguantar hasta el final del mes para ver un nuevo amanecer.

Pero volvamos al presente.

El profesor Eduard fue de compras a una tienda cercana a su departamento, donde siempre existía la oportunidad de encontrar llamativas ofertas.

Decidió llevar un poco de leche, arroz, aceite, y unos cuantos vegetales, antes de dirigirse a la caja para pagar por aquellos artículos. Pero, una vez que llegó allí…

—¿Maestro Eduard?

Una voz femenina lo llamó, haciendo que este levantara su cansada vista hacia el frente, hallando a la mismísima profesora Elizabeth en la misma fila que él.

Ella también llevaba unos pocos artículos en su cesta, demostrando que también estaba un poco ajustada de dinero.

Eduard trató de iniciar desesperadamente una conversación, cuando un detalle en el rostro de Elizabeth lo puso en alerta.

Su mirada se puso bastante incómoda, apuntando hacia un lugar en la parte de atrás, y cuando Eduard se giró para ver, descubrió a un tipo que no dejaba de mirarla de pies a cabeza con una expresión bastante obscena.

Esto lo enfureció enormemente, pero no podía armar un escándalo o corría el riesgo de que lo betaran de la tienda, y tampoco podía golpearlo, ya que él no era precisamente un buen peleador.

Solo le quedaba ser inteligente.

Se giró hacia él, y comenzó a utilizar su única virtud, su extenso conocimiento de geografía.

—Oye, amigo, ¿te gustaría ir de viaje a un lugar lleno de gente, donde recibirás comida todos los días, y no deberás preocuparte por ir a trabajar?

—¿Eh? ¿Tú quien eres? —preguntó aquel sujeto,sonando ligeramente disgustado.

—¿Yo? Nadie en especial —respondió Eduard—. Solo soy la persona que te enviará a ese lugar de vacaciones llamado “la cárcel”, si no dejas de mirar con tanto descaro a mi esposa.

El hombre se puso repentinamente pálido al verse descubierto, y se alejó rápidamente de la fila, fingiendo que le faltaban cosas por comprar.

Eduard suspiró agotado por ese momento de tensión, sintiendo que su corazón se aceleraba ya que corrió el riesgo de ser golpeado por ese tipo.

“Que miedo…”, pensaba el pobre maestro en su cabeza.

—Gracias… —susurró la maestra Elizabeth, mostrando una sonrisa gentil.

Eduard se puso de pie correctamente, y trató de actuar con naturalidad.

—¿C-Conocías a ese tipo?

—Por supuesto que no —respondió, temblando de miedo al recordar—. Simplemente apareció en un pasillo viéndome desde la distancia, y luego continuó siguiéndome. Incluso trató de ponerse a mi espalda cuando vine aquí, pero tuve la suerte de que apareció usted y ocupó su lugar. Se lo agradezco, maestro Eduard.




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