Era un día como cualquier otro…. Para otras personas, pero no para nuestro dúo de hoy.
Los jóvenes Ema Krokus y Diego Mampa habían decidido darle una pausa al entrenamiento por hoy, e hicieron planes para salir a divertirse como el par de amigos que son.
En un principio pensaron en ir al cine, pero ya que se acercaba la fecha de San Valentin, sólo habían películas románticas, y ninguno quería meterse entre el océano de parejas que irán a las distintas funciones.
Además, ellos no eran pareja, así que pagar por dos boletos, solo les robaría el asiento a una pareja de verdad, que deseaba pasar un momento agradable.
Luego quisieron ir al acuario, pero estaba cerrado por reparaciones. Y ya.
Diego propuso ir a un centro deportivo gigante que está en el centro de la ciudad, pero como había prometido descansar del entrenamiento por hoy, tuvo que desistir de aquella idea.
No se les ocurría un lugar al cual ir para divertirse, hasta que un cartel lleno de luces llamó su atención.
Se trataba de un salón de juegos, uno muy popular entre la gente por su gran variedad de juegos y premios, haciendo que se formara una sonrisa en los rostros de ambos.
No dudaron en correr hacia aquel lugar, y una vez que cruzaron las puertas, una enorme sala llena de risas, luces y música se presentó ante ellos como un paraíso de la diversión.
Ambos corrieron a la recepción del lugar, y compraron una bolsa de fichas cada uno, queriendo tener la oportunidad de probar todos y cada uno de los juegos de aquel establecimiento.
Ya con las fichas en mano, no sabían por qué lugar empezar, así que, hicieron lo único que les quedaba para tomar una decisión. Lo dejarían a la suerte.
Pidieron prestada una botella de la recepción, la colocaron en el suelo, y la hicieron girar en el medio de todo, con la esperanza de que esta escogiera un juego del montón.
La botella giró y giró, hasta que comenzó a perder velocidad, terminando así con su boquilla apuntando hacia la zona de juegos de disparos.
—Bueno, la suerte ha hablado —comentó Ema, devolviendo la botella al encargado—. Será mejor que empecemos con la diversión, ufufu. Prepárate, Diego, porque te voy a desplumar.
—Me gustaría ver que lo intentaras —respondió Diego, mostrando una actitud ganadora—. Julio y yo éramos “los reyes del disparo rápido”, y no esperes que sea blando contigo solo porque seas una chica.
—Cuidate, niño —advirtió Ema, caminando hacia el juego señalado—. Podré ser una chica, pero si me das la espalda, te puedo disparar por accidente.
Con el desafío hecho, ambos se colocaron frente al juego señalado.
Este era un juego de supervivencia en un mundo invadido por los zombis, donde se permite un máximo de dos jugadores, quienes tendrán que tomar un par de armas de fuego para tratar de sobrevivir, o encontrar un lugar seguro de la infección.
Diego y Ema tomaron sus armas, se pusieron en posición, y la cuenta regresiva inició al momento en que se ingresó una ficha.
3… 2… 1… ¡¡Vamos!!
Los dos acababan con todos los zombis que se cruzaban en su camino, uno a uno fueron derrotados por el dúo de supervivientes, quienes dejaban en claro su gran habilidad en los juegos de disparos.
Las personas de alrededor se juntaron para admirar la escena, ya que de por sí, aquel era un juego extremadamente difícil, y ellos lo pasaban como si fuera la cosa más sencilla del mundo.
Escenario 1… escenario 2… escenario 3… escenario 4… hasta que finalmente llegaron al tan temido escenario 5, donde el jefe final los esperaba.
La tensión se sentía en el aire, y luego de una pequeña cinemática, aquel zombie extremadamente gigante apareció, soltando un grito bestial.
La batalla comenzó, los dos supervivientes se defendieron con todo lo que tenían, y aún así, el enemigo era formidable.
Aunque recibía el daño de los disparos, parecía no sentirlos en lo absoluto, y solo seguía corriendo hacia nuestros héroes, lanzando toda clase de objetos, desde pequeñas cajas, hasta grandes vehículos.
Ema terminó hallando una caja de explosivos, pero solo se podían utilizar una vez, a la par que Diego se subió a un auto para acelerar la huida.
Tener un vehículo ayudaba a mantener la distancia con el monstruo, pero solo era algo temporal, ya que este parecía alcanzarlos por momentos.
Estaban muy cerca del final, y al monstruo aún le quedaban muchos puntos de vida, no lograrían vencer a tiempo.
—Es esta parte donde todos fallan… —comentó una persona del público—, nadie sabe cómo derrotar a Big Z. Incluso si la chica le lanza los explosivos, no le quitará los puntos de vida necesarios para vencer.
Ema escuchó eso, pero aún así trató de derrotar al gran Z, mientras que Diego avanzaba con el vehículo por un largo puente que los llevaría hacia una zona segura de la infección.
Hicieron todo lo que pudieron, pero el puente ya casi se terminaba, y a Big Z aún le quedaba mucho para ser derrotado.
La desesperación se apoderó de ambos, a la par que muchos se alejaron diciendo que esos dos serían derrotados como todos los demás. Pero entonces, una idea surgió en la mente de Ema.
—Tal vez los explosivos no son para él… —murmuró Ema, antes de guiar su vista hacia abajo—. ¡¡Voy a volar el puente!! ¡¡Diego, acelera!!
—¡¡Yo te sigo!!
Nadie tenía una forma de argumentar a favor de la teoría de Ema, pero Diego decidió confiar en su compañera, y continuó avanzando sin detenerse.
Ema esperó hasta el último segundo para probar su teoría, y una vez que vio la oportunidad, la usó.
Ella lanzó los explosivos apuntando hacia el puente, sin saber qué pasaría a continuación, quedando en shock por el inminente suceso.
Se desarrolló una nueva cinemática, donde el puente explotaba en mil pedazos, cuya onda expansiva enviaba a ambos jugadores lejos del auto, llegando a su destino.
Mientras tanto, Big Z no tendría la misma suerte, ya que no sólo la onda expansiva frenó su avance, sino que terminaría cayendo al vacío, siendo finalmente derrotado.