Todo empieza poco después del regreso de las vacaciones playeras, donde un preocupado y asustado Diego yacía de pie frente a una puerta en particular.
La puerta de la casa de Ema.
Resulta, que Ema había recibido el permiso de sus padres para ir a aquel viaje, bajo una condición.
Recuerden que de ambos padres, la única que vio a Diego fue su madre, ya que su padre se hallaba fuera de casa, y es precisamente ahí donde recae la condición.
El padre de Ema quería conocer a Diego personalmente, y decidió citarlo poco después de su regreso. Y ese día finalmente llegó.
Justo cuando Diego pensó en tocar la puerta, una voz misteriosa le habló desde atrás.
—¿Estás esperando a alguien?
Diego se dio la vuelta con un gran susto, hallando a un hombre adulto de cabello rojizo oscuro, y la piel ligeramente morena, bastante similar a alguien.
—B-Bueno, yo…. Sí, estaba apunto de tocar la puerta, es que acabo de llegar, jajaja….
—No me mientas —respondió el hombre con seriedad—. Llevas más de diez minutos parado frente a la puerta, incluso llegué a pensar que tenías algún problema mental.
“Ya me dijo idiota…”, pensó Diego al oírlo.
—Me pareció extraño que un muchacho estuviera parado frente a mí casa, pero te advierto que si vienes a buscar a mi hija, estás perdiendo tu tiempo. Ella salió de compras con su madre.
—Em…. Ema me dijo que viniera, ya que su papá quería conocerme en persona, así que….
Diego reconoció a este hombre inmediatamente como el padre de Ema, no solo por el parecido físico, sino por el hecho de haber dicho que esta era su casa, ya que Ema solo vive con sus padres.
Aun así, eso no volvía esta situación menos incómoda. No tenía idea de cómo continuar esta conversación, y por momentos tenía ganas de salir corriendo.
El hombre caminó hacia la puerta, procediendo a abrir con su llave, invitando a Diego a pasar.
—Viniste a hablar conmigo, no puedes quedarte afuera.
—¡S-SÍ, señor!
Diego entró a la casa sin poder perder los nervios, deteniéndose en la sala de estar, mientras que el padre de Ema dejaba sus cosas y se dirigía al comedor.
Era un ambiente bastante pesado, y Diego casi sentía que se iba a desmayar.
Entonces el padre de Ema se apareció, con una botella de vino en sus manos, al igual que dos copas.
—¿Se te antoja un trago?
—Um…. No tengo edad para beber.
—¡Jaja, esa es la respuesta correcta! —exclamó aquel hombre con alegría—. Si hubieras aceptado, te habría echado a patadas de mi casa. No te preocupes, no es vino, es jugo de uva, puedes beberlo con tranquilidad.
Las copas fueron servidas, y ambos dieron un largo trago, antes de suspirar al sentirse refrescados.
—Wao…. Jamás he bebido jugo de uva, pero sin duda es bueno —comentó Diego, mostrándose sorprendido.
—Lo sé, es mi favorito —respondió el hombre, antes de echar un vistazo a su sala—. Tener tantos artículos religiosos puede ser incómodo para algunos, pero mi esposa es una fiel creyente, por lo que es algo inevitable. Yo también soy un creyente, pero no llego al fanatismo como ella, aún así, no es algo que me moleste.
El silencio volvió a inundar el lugar, seguido de un extraño sentimiento de angustia, como si algo peligroso estuviera próximo a suceder.
Y parece que el instinto de Diego decía la verdad.
—Quizás estoy pensando demasiado en ello… —habló aquel hombre, observando su copa vacía—. Necesito hacer algo antes de continuar. Mi esposa te dio su bendición, y yo no puedo pasar por encima de sus decisiones. Sin embargo, hay algo que sí puedo hacer, y es mejor si lo hacemos ahora.
Diego se mostró confundido por esas palabras, y sin saber a donde, el padre de Ema lo terminó llevando a un lugar extraño fuera de la casa.
………
……
…
Terminaron llegando a un parque cercano, uno bastante pequeño, pero lo suficientemente grande para realizar cualquier actividad.
Por un momento, Diego pensó que este hombre le iba a dar alguna clase de castigo por acercarse a su hija, cuando fue golpeado por la realidad, la cual tenía una forma esférica.
Un balón de fútbol terminó golpeando a Diego directo en el rostro, haciendo que este se cayera al suelo por el impacto.
—¿Qué te pasa, niño? ¿No puedes evadir un tiro tan simple? —preguntó el padre de Ema, vistiendo un uniforme oficial de fútbol.
*Nota: ¿En qué momento se cambió?*
—Quizás no lo sepas, pero no eres el único que dedicó su vida al deporte que ama. Yo también fui aspirante a futbolista durante mi juventud, pero un accidente en mi rodilla me obligó a abandonar mi carrera, y cuando la quise retomar, ya era demasiado tarde…. ¿A qué aspiras llegar, niño?
—Estoy dispuesto a entrar en la selección nacional… —respondió Diego, poniéndose de pie con el balón entre sus manos—. ¡Y traeré a casa la copa del mundo!
Diego pateó el balón con todas sus fuerzas hacia el padre de Ema, pero este simplemente lo esquivó, permitiendo que rebote en un árbol, antes de regresar a sus pies.
—Tienes el potencial, te falta la técnica…. Jamás le darás un buen pase a nadie si no aprendes a controlar la fuerza de tus tiros.
El padre de Ema levantó dos ramitas y las colocó en forma de cruz a un lado del árbol, antes de regresar el balón a Diego.
—Intenta darle a la cruz sin tocar el árbol.
—Pero están lado a lado, es casi imposible no darle si es más grande… —explicó Diego, mirando el objetivo marcado.
—Los mejores del mundo colocan el balón donde les plazca, y si no puedes esquivar un simple árbol, que es un objetivo inamovible, ¿cómo esperabas dar un pase con las defensas del rival en movimiento?
—....
Diego se quedó en silencio, grabando en su cerebro cada una de las palabras de aquel hombre, como si fueran los mismísimos “diez mandamientos”.
Haciendo que su determinación se apoderara de la situación, Diego tomó una gran cantidad de aire, y se dispuso a intentar la jugada que el padre de Ema le explicó.
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Editado: 15.09.2025