Los ojos de Annabeth se abrieron de golpe ante la revelación que ahora la estaba haciendo hiperventilar. ¡Percy! ¡La voz era Percy! En cuanto él le hubo respondido ella creyó sin duda alguna que no estaba solamente escuchando una voz creada por su subconsciente, tampoco era un familiar muerto hace tiempo que estuviera tratando de embrujarla. Era alguien real, tangible, y bueno, ¡ardiente! No que el hecho de él siendo ardiente fuese importante, pensó Annabeth para sí misma, pero en serio eso tampoco hacía daño ¿verdad? Pensó Annabeth
Incapaz ya de mantenerse quieta,Annabeth se levantó y fue hacia su ventana. Abrió las persianas y miró al otro lado de la calle hacia la casa de los Beckendorf, preguntándose qué estaba haciendo Percy. Preguntándose si él estaba preguntándose acerca de ella y lo que ella estuviera haciendo.
¡Oh, demonios! se dijo a sí misma, acabas de conocerlo, en realidad ni siquiera lo conoces ¿y te estás preguntando si él está pensando en ti? Hazte un favor Annie y tómate un Kit Kat3 y date un respiro. Dijo Annabeth
Cerró las persianas, se dio la vuelta, se apoyó contra la pared y cerró los ojos. Tomando una inspiración profunda decidió que necesitaba hacer algo para mantenerse ocupada hasta que Piper y Thalia volvieran a su casa. Había una pila de ropa sucia en el suelo frente a su clóset, ella agarro la cesta vacía de ropa para lavar, la llenó y la llevó escaleras abajo al lavadero. Aún sin funcionar a toda máquina ella ni siquiera se molestó en clasificar la ropa, simplemente tiró dentro toda la ropa blanca y de color junta y le puso un poco de detergente encima. Cerró la puerta de la lavadora y volvió a la sala de estar.
Está bien dijo en voz alta. ¿Qué sigue? dio una vuelta completa dejando que sus ojos recorrieran la habitación. La única cosa que observó fue que a la sala de estar le hacía falta quitarle el polvo. Fue a la cocina y tomó un trapo para limpiar y un aerosol para el polvo de debajo del fregadero de la cocina y volvió a la sala. Tratando de ir alargando las cosas roció cada artículo, grandes y pequeños, y los frotó cuidadosamente con el trapo. Para cuando terminó, Annabeth estaba segura de que la sala de estar nunca había estado tan limpia desde que habían vivido allí. Puso el trapo y el aerosol de vuelta en su lugar y para ese momento su ropa estaba lista para ir a la secadora.
Cuando finalmente miró hacia el reloj, gimió al darse cuenta de que sólo había pasado una hora desde que había bajado. ¿Qué iba a hacer ahora? Podría ir a la casa de los Beckendorf y ver si ya han terminado con los platos de mamá, se dijo. Claro, Sherlock. Eso no sería para nada obvio.
Annabeth volvió a su cuarto, buscando en su mente cosas que podría hacer para abstenerse de pensar en ya-sabes-quién, al menos hasta que Piper y Thalia volvieran. Cuando cerró la puerta de su habitación detrás de ella, su mano rozó el traje de baño colgado en el pomo de la puerta.
Está bien, será tomar el sol se dijo.
Annabeth tomó el traje de baño, fue al baño y se cambió de ropa, paso una mano por sus piernas y decidió que estaba lo suficientemente suaves para simplemente descansar sobre una toalla en el patio trasero. Se miró en el espejo y supuso que la vista era lo suficientemente satisfactoria. Ella era un poco pequeña con 1,52 metros, delgada y musculosa gracias a tanto jugar en el equipo femenino de tenis. No era como Beth de “Dog, El Caza Recompensas” en el departamento de los pechos, como Thalia había señalado tan amablemente, pero tampoco era Grace de “Will y Grace”, se imaginaba que una copa C4 no era algo de qué quejarse. Su cabello era el aspecto favorito sobre sí misma, rubia, rizado y salvaje, la mayoría del tiempo no trataba de domarlo, pero para tomar el sol decidió atárselo en una cola de caballo. El traje de baño era un bikini por el que había dejado que Piper y Thalia la convencieran, a pesar de que ella no daría ni dos centavos por comprar algo cuya parte de abajo no combinaba con la de arriba. Supuso que si le gustaban dos trajes de baño diferentes ¿por qué no comprar la mitad de cada uno? Con ese razonamiento no es raro que estés escuchando voces, se dijo.
Sobre todo, pensó Annabeth, no me veo tan andrajosa. Se deslizó en sus chancletas rosas, tomó su teléfono, auriculares, una toalla, y sus lentes de sol y salió por la puerta de atrás. Su patio trasero era muy sencillo, sólo un cuadrado y ni siquiera tenía una valla alrededor. Ni su madre ni ella pensaban que realmente fuera necesaria una cerca. No tenían un perro, ni niños a los que cercar allí, así que cuando Annabeth y su madre habían comprado la casa, su madre jamás se había molestado en mandar a construir una. Había un único árbol creciendo exactamente en el medio del patio, así que dependiendo de la hora del día ella debía recostarse en la zona izquierda o en la derecha del patio.
Es el lado derecho.
Annabeth tomó su toalla y la estiró en el césped. Ya se había puesto los auriculares en los oídos y había colocado su reproductor mp3 en modo aleatorio; Pearl Jam era la banda que estaba tocando en ese momento. Se puso los lentes de sol y giró para sentarse en la toalla. Fue cuando se dio la vuelta que se dio cuenta de que al elegir el lado derecho del patio trasero, y ya que no había una valla, estaba directamente en frente de la fachada de la casa de los Beckendorf. Esperen amigos, esto se pone incluso mejor; es la parte de la casa donde se encuentra la ventana de la habitación de Percy.
Malo, pensó Annabeth, esto es muy, muy malo. Puedo levantarme e ir a acostarme en el lado izquierdo del patio… en la sombra… lo que no tiene sentido, o puedo recostarme aquí y que parezca que planeé totalmente ponerme un bikini y me puse justamente frente a la ventana de Percy como un cartel de propaganda. Por el amor a las colas de cerdo ¿podría alguien por favor lanzarme un hueso? gritó la mente de Annabeth. Se sentó allí debatiendo consigo misma por un minuto o dos, luego lanzó sus manos al aire y dijo, a la mierda con eso, él puede darse un festín con la vista si lo desea, y si quiere saber si lo hice por él, puede simplemente preguntármelo con un decidido bufido, Annabeth se recostó de nuevo en la toalla, con los brazos a los lados, los pies extendidos en el suelo y las rodillas ligeramente dobladas.