Princesa Blanca

JOSH

DIAGO

Acaba de comer, la necesito cerca mío, mi lobo no soporta mucho tiempo no saber de ella, no puedo evitar reír porque anuncia que no tiene sueño, tiene el cabello suelto y ligeramente alborotado, su aspecto de recién levantada no ayuda a mi cabeza, la tomo de la cintura la coloco sobre la encimera y tomo sus labios, me corresponde el beso.

Le pido acceso a su boca el cual concede y su sabor es dulce, eso hace que mi lobo se pierda en la esencia de su mate, el aroma que comienza a expedir por sus poros, poco a poco provoca mi excitación haciendo que quiera más de ella. Busco su cuello, sus manos comienza a recorrer mis hombros en caricias rítmicas haciendo que el deseo por ella aumente y quiera tenerla toda. Nuestras respiraciones son una sola, siento su deseo, rozo mis colmillos en su cuello, me deja libre acceso.

“Mia” – reclama mi lobo haciendo que un gruñido salga de mi garganta a modo de reclamo y escucho en mi cabeza algo lejano “tuya”, eso infla el orgullo de ambos e intensifica el deseo de reclamarla como mi mujer y hacerla mía, para que de ahora en adelante todos sepan que es mi luna. “tuyas” “marca” escucho con mayor claridad en mi cabeza, rozo mis colmillos, sus movimientos me animan a continuar y luego un golpe en mi pecho con sus dos manos hacen que golpee el mueble tras de mí, ella reacciona rápido, se baja de la encimera - ¿estás bien? – pregunta y mi lobo esta aturdido, no logramos entender lo que sucede hasta que la escuchamos disculparse con nosotros – perdón no quise hacerte daño – una lagrima sale sus hermosos ojos, no soporto verla triste, la rodeo con mis brazos para consolarla, no estoy molesto con ella, debí de haberme dado cuenta que estaba lleno rápido.

-Tranquila, estoy bien – susurro – no pasa nada está bien – le digo porque siento su corazón acelerado – perdón,  no note que te estabas sintiendo incomoda – le digo, soy el responsable, niega con la cabeza y no entiendo lo que está sucediendo entonces.

-No, no es eso – pronuncia aun con sus lágrimas rodando por sus ojos – perdón, perdón no quise hacerte daño, no quise empujarte – ella sigue llorando desconsoladamente

-Calma, no llores, estoy bien – le aseguro, no sirven de nada mis palabras porque ella sigue llorando haciendo que me preocupe por lo que está experimentando porque no entiendo sus emociones aun cuando me esfuerzo por ayudarla – Josephine no llores – la toma con ambas manos por el rostro suavemente y la beso en la frente - esto bien, tampoco estoy enfadado – afirmo y ella fija su mirada en mi rostro – lamento que te sintieras de esa manera, no era mi intención hacerte sentir mal

-No, no – niega – ya te dije que no fue eso – asegura, viéndome fijamente – no es eso, yo quiero – la escucho decir, mi lobo aúlla de felicidad por ser aceptado por su luna, puede que el este contento, yo no comprendo nada. – Me rodea con sus brazos, le correspondo el abrazo, pero ella sigue llorando, la tomo entre mis brazos y la llevo a la sala, quizá el cambiar de lugar la haga sentir menos presionada.

- Cálmate – le pido, la dejo sobre el sofá con una manta sobre ella – voy por un poco de agua – anuncio, tomo un par de respiraciones y me reprendo por hacer que ella se sintiera forzada a responder mi deseo de estar con ella, busco el vaso lo lleno de agua, pero como no me siento aun en capacidad de hablar con Josh, lavo los platos, tomo dos respiraciones más, la veo con la mirada perdida y me enfado conmigo por ser tan imbécil –. toma – le alcanzo el vaso con agua – bebe y se queda en silencio. Decido dejarle su espacio.

-No, por favor – dice y yo no entiendo sus palabras – abrázame – pide y la veo con duda, ya te dije que no es eso – asegura y la veo enfadada, con un poco de duda me aproximo a ella, me hace espacio, se recuesta sobre mi pecho, mi cuerpo se tensa, sus menajes mixtos me están enfadando, el silencio es incómodo hasta que ella lo rompe - ¿Diago? – dice, pero no respondo - ¿Diago? – repite, no le contesto.

“Diago” dice y no puedo evitar tener una sonrisa en mis labios – escúchame – pide, toma mi rostro con sus manos – te aseguro que no me sentí forzada en ningún momento – hacemos contacto, se coloca sobre mis piernas

-No lo hagas – gruño – solo lo estas empeorando.

-Te lo juro, yo estaba bien – sus ojos se posan en los míos y no veo rastro de duda en sus palabras, su mente está abierta a mí y puedo ver que no oculta nada, – no soy idiota – afirma – se lo que estaba pasando, yo también lo quiero – veo como sus mejillas se torna de color rojo – lo quiero, pero algo sucedió cuando sentí tus dientes en mi piel, una extraña voz sonó en mi cabeza no recuerdo que decía, mi miedo hacia ello me hizo empujarte.

-¿Qué voz? – escucharla me preocupa, ¿sería la misma voz que yo escucharía?

-No lo sé, nunca antes la había escuchado, no la reconocí –busco en su memoria, pero se ha desvanecido, no hay rastro de algún tipo de melodía guardada.

-¿Qué te dijo? – insisto, quiero saber si ella oculto el recuerdo o lo desecho por miedo,

-No recuerdo – examino nuevamente sus recuerdos, y efectivamente dice la verdad, no los borro ni los bloqueo, se han desvanecido como el humo, coloca su cabeza en mi hombro, debo preguntarle a mi madre sobre los Tetas –. no recuerdo – habla con molestia, no le agrada que las cosas estén fuera de su control.   

-Calma, calma – trato de tranquilizar, es lo único que puedo hacer en estos momentos, la rodeo con mis brazos su respiración es constante, le aseguro que voy a averiguar lo que está sucediendo. El resto de la noche la pasamos conversando de cualquier cosa, al final se queda dormida en mis brazos la llevo a la cama para que descanse, no pude volver a dormir aun cuando la tengo a mi lado, no solo porque tengo miedo que vaya a salir corriendo porque crea que la estoy presionando, también por lo que escucho en su cabeza, ella no ha sido la única que escucho esa voz.




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