Princesa Coronada Libro I

Prologo

Nadie nos pertenece, salvo en el recuerdo.

John Updike.

La típica lluvia de verano cae precipitadamente, mientras estoy sentada en mi sillón favorito observando fijamente desde la habitación a través de la ventana, como las rosas del jardín soportan aquella tormenta, son casi tan hermosas como las que él me regaló en nuestra primera cita, a pesar de que eso fue hace mucho tiempo, yo aún lo recuerdo como si fuera ayer.

El tiempo ha pasado y ahora ya no puedo estar a su lado, sé que me amaba tanto como yo a él, de eso puedo estar segura.

Todos los días que pasan espero que el me visite, que atraviese esa puerta y me diga que todo esto ha sido un terrible sueño del cuál no he podido despertar. Necesito escuchar de sus labios decir Te amo, que aún no me ha olvidado, solo eso, necesito saber que todavía existe una persona ahí afuera que se preocupa de mí.

Escucho el sonido intermitente de las manecillas del reloj, recordándome a cada instante que el tiempo sigue su curso, que nada se detiene, que las personas tienen una vida y que al parecer todos se han olvidado de mí.

Observo a mí alrededor y me encuentro atrapada en estas cuatro paredes que un día su color fue blanco, y ahora ya deteriorado por el tiempo, refleja la realidad de mi interior.

Esta habitación es tan vacía como mi vida, todo el tiempo me acompaña la soledad. Aunque, siendo sinceros aun no recuerdo como fue que terminé en un lugar como este.

El sonido proveniente de la puerta indicando la llegada de alguien me saca de mis pensamientos y volteo de manera rápida para ver de quien se trata, y me en encuentro con la cálida mirada de Lucía, mi psiquiatra, llevando entre sus manos una pequeña caja de color crema con un moño azul.

-Hoy es un día especial para ti, hace dos años ingresaste a este hospital. - Dijo sonriendo mientras me entregaba el regalo que traía consigo.

Rápidamente me acerqué a ella y tomé el regalo que me obsequiaba, al abrirlo encontré una pequeña caja musical muy hermosa, era de un increíble pero a la vez extraño color plateado, con pequeños cristales y piedras preciosas incrustadas, al abrirla irónicamente tocaba la misma canción con la que él me enamoró, me pregunto, ¿Cómo consiguió esa melodía?, aunque eso no es lo más importante ahora.

Me alegra escucharla nuevamente, me hace recordar cuando estaba cerca del él, caminábamos tomados de las manos, observando el atardecer, no nos importaba el que decir de los demás, solo importábamos nosotros dos, solo importaba el amor, veíamos el mundo a nuestra manera, parecía tan sencillo todo, que ilusos, ¿No es cierto? Nunca imaginamos las consecuencias de nuestros actos, actuábamos solamente por impulso, por locura, por amor, sin antes razonar.

Las cosas no son siempre como parecen ser, en algún momento de nuestras vidas nos encontramos rodeados de distintas personas que en muchas ocasiones nos traicionan sin antes darnos cuenta, pero es peor aun cuando esa persona es alguien que conoces de toda tu vida, y que jamás pensaste que te traicionaría, eso es realmente doloroso, y deja un gran vacío dentro de ti.

Algunas lágrimas traicioneras comienzan a rodar sobre mi mejía, después de todo no es fácil asimilar que toda mi vida cambió en un segundo sin que yo lo notara, recuerdo ir al colegio, asistir a fiestas como cualquier otra chica normal y preocuparse por cosas triviales como que ropa usar, reunirse con amigas, coquetear con tu crush, y ahora estoy aquí, encerrada en este hospital psiquiátrico, mientras todas las personas que me lastimaron están allá afuera, disfrutando de su libertad.

-Cristal, ¿Estas bien? ¿Qué te sucede? - Pregunta Lucía al mismo tiempo que me ofrece un vaso de agua.

Tardo en contestar a sus preguntas, tratando de controlar el llanto hasta que finalmente logro responder.

-Simplemente me acordé de él. - Confieso al borde del llanto.

-Debiste amarlo demasiado, como para ponerte así solo por la melodía. Puedes confiar en mí, después de todo, soy la única persona que ha estado a tu lado desde que ingresaste a este hospital, desde que recuerdo nadie te ha visitado, ¿Acaso no tienes familia, ni amigos o simplemente conocidos que se preocupen por ti? - Cuestiona de forma intrigada Lucia.

La observo sin saber responder a todas sus preguntas, con la mirada puesta en aquel curioso adorno de escritorio en forma de ave.

-Lo siento en verdad. - Contestó. -No debí de preguntarte eso, lamento entrometerme en tu vida, pero desde que llegaste soy la única persona con la que has hablado, y me resultó un poco extraño que una persona como tú, alguien joven no tenga nadie en el mundo que se preocupe por ti, ni siquiera un amigo.




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