Princesa de los lobos

Capítulo 24

Convertida ya en loba, salgo corriendo fuera de la casa. El olor del chico aún sigue en el aire, rápidamente comienzo a seguirlo.

— Puedo notar lo ansiosa que te encuentras por conocerme — su voz suena agitada, claramente porque se encuentra corriendo.

Mi loba está completamente descontrolada. Está corriendo como loca, realmente quiere alcanzar al chico delante de nosotras.

— No era necesario que usted también vinieran — gruño. Los chicos se acercan un poco más a mí.

— ¿A quién sigues? — pregunta Luke ignorando completamente mi comentario anterior.

— ¿Has pedido refuerzo pequeña? — habla con clara burla.

— Si no fueras alguien tan cobarde, los chicos a mis lados no estarían aquí. — está más que claro que le he lastimado su orgullo, pues puedo sentir como se detiene de golpe.

— ¿Me has tratado de cobarde? — Pregunta en un susurro, se puede notar aquel gusto de molestia en aquel tono de voz — Ahora veremos quién es el verdadero cobarde.

Muevo mi cabeza de un lado a otro al oír aquel fuerte aullido que ha pegado el lobo. Los chicos rápidamente se tensan. Nos detenemos delante de él, su pelaje es castaño claro, es un lobo enorme, me podría atrever a decir que incluso más que yo. Rápidamente clava sus ojos en los míos. Algo dentro de mí, tiene un fuerte deseo de ir hacia él convertida en humana para poder estrecharlo en mis brazos, pero también hay una parte que lo que más desea en este preciso momento es arrancarle su cabeza sin pudor alguno.

— Es el alfa de alguna manada princesa — se apresura en hablar Luke mientras suelta uno que otro gruñido en la dirección del lobo delante de nosotros.

De entremedio de los árboles, cuatro lobos más hacen aparición en la "reunión", todos de un color marrón un poco más oscuro.

— ¡Nosotros somos de la manada sur este! — grita uno de ellos.

Ellos son los que querían quitarnos nuestro amigo libro — chilla Itzel en mi mente.

— ¡Ustedes son los que enviaron a aquel anciano en busca del libro que poseo! — les muestro mis colmillos. Claramente ellos no son buenos lobos.

Si... bueno nosotros... — balbucea aquel chico, el alfa de la manada.

— ¡Silencio! — Demandó molesta — ¡No quiero verlos nunca más en mis territorios, si regresan tendrán que asumir las consecuencias! — mis ojos claramente demuestran molestia. —No tenemos tiempo de sobra en estos precisos momentos, asique fuera de aquí.

Aún transformada en loba, me siento en la nieve a esperar que ellos se den media vuelta se vayan. Uno de los lobos café oscuros comienza a empujar al líder, el cual claramente no tiene intención de irse. Tras unos segundos se rinde y me mira fijamente a los ojos.

— No creas que este es el adiós definitivo — dice — nos volveremos a ver Erin Gray, eso no lo dices. Adiós pequeña.

Arrugo mi frente confunda, ¿Cómo es que él se sabe mi nombre? Busco con la mirada a mis compañeros, buscando en ellos alguna respuesta, pero están igual de confundidos que yo. Eso es claro.

Una vez que ya me encuentro completamente segura de que aquellos lobos ya no están cerca, me levanto del suelo y comienzo a correr en dirección a la cabaña. Una vez ya cerca de esta, los chicos se van a hacer sus cosas, yo camino lentamente a la entrada de la casa.

Ya convertida en humana subo las escaleras rápidamente en dirección a mi habitación, me tiró en mi cama a la misma ves que me saco mi calzado. Ya se ha comenzado a hacer de noche, bueno, el sol se está comenzado a ocultar. Mañana a primera hora será el entierro de la anciana. Mis ojos comienzan a pesar lentamente. Sin que me dé cuenta, ya me encuentro en una oscuridad absoluta, no hay nada en mi mente.

(8:34 a.m)

Unos suaves golpes se escuchan del otro lado de la puerta de mi habitación. Dejo que un mini gruñido se escape de mis labios.

— ¿Si? — pregunto mientras dejo que un bostezo se escape de mis labios. Me estiro y me levanto de la cama.

— En media hora más vamos a enterrar a la anciana — Luis habla al otro lado — tienes que levantarte.

— Entiendo. Ya voy.

Camino hasta el baño de mi habitación a la misma vez que me comienzo a desvestir. Prendo la regadera y me siento en la taza del baño para hacer mis necesidades. Una vez lista me meto debajo del agua. Lavo cada parte de mi cuerpo.

Una vez lista, me envuelvo en una toalla y paso a caminar lentamente fuera del baño. En mi cama se encuentra un fino vestido de color negro de tiras, es ajustado arriba y suelto abajo, unos tacones de correa negros, más un fino poleron del mismo color que lo demás. Me muerdo el labio reprimiendo un quejido y comienzo a vestirme. Me hago una coleta a la misma ves que bajo rápidamente las escaleras, obviamente con cuidado de no caer.




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