Princesa de los lobos

Capítulo 76

Ha sido tanto la presión que he tenido en toda la mañana, que me siento cansada. Necesito un baño con urgencia. Mi cuerpo aun esta tenso y el sueño no ayuda de mucho. Dejo que el agua tibia recorra mi cuerpo, logrando de esa forma que este se sienta un poco más liberado. Me lavo el cabello unas tres veces, aun ciento que está sucio. Ya al fin lista, me envuelvo en dos toallas, una para el cabello y otra para mi cuero. Salgo de mi baño y lentamente me encamino hasta mi armario, me quedo viendo unos segundos mi ropa. Quiero lucir linda para cuando llegue mi madre. El día esta soleado, pero aún hay nieve. Me pongo unos gens negros, una musculosa y un poleron canguro color rosa por encima, obviamente también me pongo ropa interior. Dejo mi cabello suelto y a pasos lentos bajo las escaleras. Lo primero que escucho son risas. Mis pasos se vuelven más rápidos, quiero llegar pronto. Las risas vienen del living. Al momento de entrar ahí quedo completamente helada. Mi madre, ella está ahí, en medio de todos. La mujer nota mi presencia, al igual que los demás. Lagrimas bajan por sus mejillas. Sin pensarlo mucho corro a sus brazos, los cuales ella abre de forma gustosa aceptándome en ellos.

—Madre… — susurro con la voz entrecortada. Quiero llorar, deseo hacerlo.

Ambas nos abrazamos aún más fuerte que antes, sé que también me extraño. Sé que anhelaba verme como lo hacía yo. Esta más delgada que la última vez que nos vimos, pero aun así tiene ese brillo encantador en su mirada.

—Mi pollito litó — susurra en mi cabello. Instantáneamente sonrió al oírla, me encantaba cuando me llamaba de aquella forma, pero me gustaba más cuando me cantaba la canción.

— ¿Acaso piensan pasar toda la tarde abrazadas, o mi hija me va a felicitar de una vez el grandioso trabajo que hemos hecho? — sonrió al oír la voz de mi padre y le alejo un poco de la mujer de cabellera blanca y azules ojos, unos que se encuentran oscuros y con signos de haber estado llorando.

—Al fin estamos todos juntos… — limpio mis lágrimas y los miro — como la familia que siempre debimos haber sido — tomo la mano de mi padre, al igual que la de mi hermano. Ellos me sonríen.

Las horas siguientes las pasamos en familia, mostrándole todo a mi madre y presentándole a los miembros de la manada. Muchos ancianos que la reconocieron quedaron maravillados con su presencia. Se puede respirar tranquilidad en todas partes. Hemos decidido en que mis padres se quedaran juntos en una de las cabañas que se encuentran deshabilitadas. Ambos van a necesitar privacidad. Yo ya me encuentro tendida en mi cama, mirando fijamente el techo de mi habitación con una sonrisa en mis labios. Me encuentro tan feliz de que la mujer que me dio la vida este aquí. Antes de que ella se marchara a su cabaña, me dejo una fotografía donde salgo yo abrazada a Pam, me encuentro en el calabozo y creo que tengo más o menos unos seis o siete años, no creo pasar de esa edad. En aquella fotografía, mi cabello aún no estaba blanco del todo, parecía más rubio que del otro color. Me acomodo mejor en la cama, la imagen se encuentra oculta debajo de mi almohada. Sin mucho esfuerzo me dejo llevar por la oscuridad.

— ¿Hola? — miro en todas las direcciones posibles, no sé dónde me encuentro y mi voz a rebotado en las paredes volviendo a mí.

Todo a mí alrededor es de color blanco, tengo la impresión de que me encuentro en un gran salón de ese color, pues no le encuentro explicación a que el ruido de mi voz regresara a mis oídos.

— ¿Hay alguien ahí? — tras preguntar aquello no obtengo respuesta. Me tomo mis manos y me las aprieto con nerviosismo. Me gustaría saber dónde me encuentro. Me armo de valor y comienzo a caminar derecho. Tarde o temprano tendré que chocar con algo.

— ¡Erin…! — Alguien me llama, es una mujer — ¡Erin ven! — Mis pasos se hacen más rápidos, siento la necesidad de llegar rápidamente a donde se encuentra aquella femenina voz tan familiar — ¡Erin…! — Me vuelve a llamar, pero esta vez es más cerca.

Frente de mí se ve una abertura, de donde proviene una brillante luz. Corro en aquella dirección. Este sueño se parece al donde encontré a Atka, pero esa vez nadie me llamaba. Al fin llego, la luz me ciega unos escasos segundos, pero cuando al fin mis ojos se acostumbran a ella puedo observar todo a mi alrededor. Todo es hermoso. Delante de mí se encuentra una hermoso arco de finas rosas de color blancas, alrededor es todo césped, pasando el arco de rosas se encuentra un banco de madera, al lado unas matas de rosas blancas y alrededor de todo se encuentran ocho estacas, cada una con una antorcha encendida. Sigo buscando a la persona que me ha llamado, al fin mis ojos recaen en la joven de mi misma estatura pero de rojo cabello.

— ¡Erin…! — me vuelve a llamar, luce feliz.

— ¿Pam? — Me acerco lentamente a ella, vaya, hace tanto tiempo que no la veía. Sus bellos ojos color celeste me observan emocionados, esos mismos ojos que anhele tener por tanto tiempo — ¡Pam! — grito emocionada y corro a sus brazos, ella me acepta complacida.




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