Princesa Fugaz (libro 1) (terminado)

Capítulo 2

Desciendo del autobús cargando mis maletas, fue en primavera cuando me enteré que vendría a este instituto y en ese momento lo veía lejano, pero ahora cuando ya casi a terminado el verano estoy parada frente a sus gigantescas puertas.

Entro y camino por el camino rodeado de jardines. Veo a algunos alumnos que ya han llegado, unos pasean y otros a lo lejos cabalgan y juegan polo, junto a mi van entrando coches y limosinas lujosas.

—Bienvenida a tu nuevo hogar —me digo.

Nada ha cambiado todo sigue como cuando tenía nueve años.

Oigo muy cerca de mí un claxon, me voleto y veo venir una motocicleta a demasiada velocidad que apenas me da tiempo de esquivarla.

—¡Aprende a manejar! —chillo.

Después de registrarme voy hacia el edificio que me han asignado y entro a mi habitación.

Una enorme cama con sabanas azul pastel, y con un enorme balcón cerca de ella, me dirijo a este y lo abro, un suave aroma a flores me inunda. Ahora tengo una mejor vista que cuando niña del instituto.

Tal vez lo vea…

—Espero verte, Andrew.

 

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Amarro mi pelo castaño en una coleta alta, intento que todo mi pelo se quede amarrado, pero no lo logro, sigue habiendo algunos mechones rebeldes que se cuelgan en mi frente.

Me doy una última vista en el espejo y acomodo el listón azul que llevo como corbata. Me acomodo las calcetas largas azules y bajo a prisa para dirigirme a mi salón de clases, tomo mi mochila ya salgo a prisa.

Mientras camino entre los jardines, llenos de árboles veo a lo lejos una cara que creo reconocer.

Mi deseo se hace realidad, es el.

Hace nueve años, cuando lo vi por última vez creí que había sido la última vez que lo había visto, me lamente por no despedirme de él cuándo me entere que se fue a estudiar a otro país, pero ahora lo tenía tan cerca nuevamente. Tal vez volver a el Instituto no sea demasiado malo.

Siento el latido de mi corazón acelerarse cuando lo veo a lo lejos sentado en una de las bancas blancas de madera que hay en uno de los jardines del Instituto. Sus mechones rubios brillan aún más con los rayos de sol que se filtran a través del follaje del arce. Los años habían pasado tan bien por él que se había convertido en un chico atlético y el uniforme que antes le quedaba suelto e incluso un poco grande para él ya no era así.

Camino lentamente hacia el con una sonrisa en el rostro y con el corazón latiendo como un caballo desbocado.

—¿Andrew? —trato de llamar su atención cuando estoy de pie frente a él, siento mis mejillas arder. Andrew se queda quieto unos cuantos segundos al escuchar mi voz y levanta la vista del libro que está leyendo. Me observa y abre desmesuradamente sus ojos celestes.

El silencio se apodera de nosotros, atino a sonreír esperando que se alegre de verme tanto como yo lo hago.

—Anwen...—susurra perplejo.

—He vuelto...

Andrew me observa durante unos segundos, cierra su libro y se pone de pie lentamente pero no sonríe. Yo también dejo de hacerlo. La felicidad que antes sentía se ve intercambiada por la angustia que ahora va naciendo desde el fondo de mi ser.

—Me alegra saber que tu familia ya supero sus problemas financieros.

A pesar que dice: «me alegra», su rostro no dice lo mismo.

—No, no fue así. —agito las manos frente a mi para negar lo que él cree y explicarle por qué estoy ahí, pero me interrumpe.

—Anwen será mejor que vayamos a clase —pronuncia monótonamente y sin ninguna expresión en su rostro.

—Andrew...—deseo preguntarle qué es lo que le sucede

Intento acercarme a él, pero su voz me detiene.

—Me adelantare —frunce el ceño— debo de irme —dice secamente. Me rodea y camina por el sendero alfombrado por algunas hojas.

—Andrew —susurro, al mismo tiempo que me giro y le sigo con la mirada, la brisa hace que algunos mechones choquen con mi cara.

 

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—¡Anwen, regresaste!

Me abraza Lane, una de mis antiguas amigas, me mira de frente y está muy cambiada a como la recordaba, ya no es más baja que yo ahora es mucho más alta, su piel morena y sus ojos verdes aceituna se ven más vivos, su pelo largo y negro le llega por la cintura.

—¿Tu familia se recuperó de su bancarrota? —pregunta Vanesa.

—¿He?, no, estoy aquí por una beca.

—¿Una beca? O sea ¿sigues siendo pobre?

Afirmo con la cabeza.

Veo la sonrisa amable desaparecer de su rostro, sonríe ahora con más alegría y se gira.

—¡Chicos, tenemos nueva becada!

Algunos de mi alrededor festejan y otros simplemente la ignoran, Andrew nos ignora.



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En el texto hay: principes, primer amor, insituto

Editado: 31.12.2022

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