—¿Que te gusta de mí? —intento que el chico dorado suelte mi muñeca.
—No lo sé —susurra y agacha la mirada.
—Ni siquiera me conoces y ¿dices que te gusto?
—Sé que es confuso, pero sucedió desde que te vi.
Me quedo helada al terminar de oír su confesión. Proceso la idea durante unos segundos y sacudo mi brazo para soltarme definitivamente de él.
—¿Por qué me dices todo esto ahora? —pregunto.
—El anillo en tu dedo —señala mi mano izquierda—. Holder no te quiere, no puedes estar con él, nunca te va a amar —añade acelerado.
—Se supone que cuando te gusta alguien no le haces daño, ¿crees que la manera como hacías que el resto de alumnos me molestase era una manera adecuada de demostrarlo? —pregunto ofendida.
—La mayoría de chicas con las que he estado después de unos días suelen caer y vienen inmediatamente hacia mí para rogar que ya no las moleste, eso lo hace divertido; pero tu... tu fuiste distinta, me ignorabas.
Sebastian intenta acercarse y extiende la mano para tomarme del brazo
—Aléjate de mí
—Per...
—¡No te vuelvas a acercar a mí! —advierto y me volteo para irme.
Sebastian me aprieta el brazo fuerte y me atrae hacia él.
—Te lo quise pedir por la buenas. No hagas que lo consiga por las malas
Él acerca su cara a la mía.
—¡Sueltame! —le golpeo en el rostro—. Te lo advierto, no me vuelvas a tocar.
—¡¿Crees que eres invencible porque serás princesa?! ¡Nadie en la vida me ha rechazo!, ¿crees que un poco cosa como tú lo hará?
—¡No me creo nada! pero si vuelves a tocarme…
—Sere yo quien se encargue de meterte en la cárcel —dice Andrew.
—Ahora ¿tú también la vas a defender?
—Si, ni se te ocurra siquiera acercarte a ella porque la corona se encargara de destruirte —advierte Andrew casi a gritos.
Sebastian se va molesto.
—Gracias —digo aliviada.
—¿Crees que se haya creído mi amenaza? —ríe suavemente.
—Incluso yo te creí —sonrío.
—Espero que no se vuelva a cercar a ti.
Andrew vienen hacia mí.
—Yo también lo espero —le digo cuando él se acerca a mí, evito cruzarme con sus ojos celestes, mientras oigo mi corazón latir de manera más acelerada.
—Anwen… —dice suavemente y está a punto de acariciar mi rostro.
—No —le digo suplicante, no quiero oír lo que creo que va a decir, su mano no llega a mi mejilla.
—Se que lo que estoy a punto de decirte no está bien, pero lo tengo que decir.
—No —repito de manera rotunda y lo rodeo para salir de la casa e ir al patio.
Andrew toma mi mano y me detiene, no me giro para verlo.
—Anwen, sabes lo que siento por ti, y sabes que, si todo esto de los rebeldes en contra de la corona no hubiese existido, tú y yo estaríamos saliendo.
Me suelto de su mano y me giro para verlo.
—Claro que lo sé, yo también… —me detengo. Yo también ¿qué? ¿lo amaba? claro que lo amaba, pero porque me detenía para decirlo, la imagen de Holder aparece inmediatamente en mi cabeza. Andrew me observa expectante—. Lo nuestro es imposible, yo nunca me metería en la relación que tienes con Evangeline —. No como lo habían hecho en el matrimonio de mi madre.
Puedo ver la desilusión en su mirada al oír mis palabras, pero luego su mirada se endurece y afirma:
—He intentado olvidarte, Lo he intentado —dice suplicante— te juro que lo he intentado, pero eres el primer pensamiento que tengo cuando despierto —va acercándose lentamente hacia mi— y el ultimo cuando voy a dormir —toma mi rostro en una de sus manos.
No sé si pueda seguir escuchando sus palabras con mi corazón latiendo de esa manera, siento que mis piernas en algún momento me dejaran caer, me siento débil. Su roce, incluso su simple rose, me hace dudar de seguir manteniéndome alejada de él.
—Si lo que siento ahora no es para siempre ¿entonces que lo es?, si cuando te toco o estoy cerca de ti —sonríe acercando su rostro cada vez más—tengo ganas de fundirme contigo.
Veo la sonrisa de Holder en mi cabeza y me alejo de Andrew.
—Se lo difícil que es tener que hacerte cargo de un país, yo misma ahora e sentido la presión de mostrarme perfecta, y sé que conmigo o sin mi tu eres apto para este cargo y lo único que puedo ofrecerte es ser tu amiga.
Andrew me ve desilusionado.
En un movimiento rápido Andrew me abraza.
—Sigo haciendo lo que puedo para estar contigo, yo sigo intentándolo. Te lo prometo —susurra.
—Detente, ya no lo hagas, no te hagas daño, por favor —le digo y me alejo de él.
Cuando me estoy yendo me giro y le digo: