—Tienes que sonreír y recuerda, no quitarte los guantes si lo haces serás castigada sin probar bocado durante el resto del día.
—No lo hare.
—Si lo haces esta vez no abra quien te salve, aquí no tienes a ninguno de los príncipes para que interceda por ti.
Subo al auto, sonrío al alejarme de esa mansión fantasmal, una semana encerrada ahí, sin salir sin hablar con nadie, por fin hoy hablaría con alguien y por la noche regresaría a el instituto y vería a mi madre.
Llegamos a la prisión hay varios periodistas que nos esperan.
Descendemos del auto, saludo a todas las personas que hay a mi alrededor.
—¿Es cierto que se acostó con varios hombres? —pregunta uno de ellos.
Esto no lo extraño para nada, si por mi fuese no los vería nunca más.
Esquivo magistralmente a los periodistas y sus preguntas, entramos a la prisión.
—Bienvenida —me saluda uno de los oficiales y me entrega un ramo de flores.
Frente a mi hay dos columnas de presos formados cada uno con una flor.
—Los presos que están aquí están siendo rehabilitados y están siendo educados para que cuando salgan puedan introducirse nuevamente a la sociedad.
Me acerco a ellos y recibo uno a uno sus flores.
—Tenga, esto se lo envía mi niña —dice uno de ellos, me acerco a él para recibir la carta.
El hombre me atrae hacia él y me susurra.
—Creíamos que usted era distinta, nos decepciono es igual a ellos, igual a la escoria que queremos desaparecer —pronuncia rápido y con rabia
Los otros guardias se abalanzan sobre él y lo enmarrocan.
Miro mi abdomen una gran mancha roja se extiende a través de mi vestido y el líquido caliente comienza a gotear.
—¡Señorita Anwen! —se acerca gritando la señora Donovan—. ¡Medicos!, ¡Traigan médicos!
En medio del alboroto pierdo la consciencia.
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Intento girarme sobre la cama, pero siento unas punzadas en el estómago y lo recuerdo, recuerdo todo lo que a pasado ese día.
—Despertaste, al fin.
—¿Que me paso? —acaricio mi abdomen vendado.
—Tuviste una cortada en el abdomen, aunque no fue profunda, te dieron puntadas.
Intento sentarme, pero me duele.
—¿Qué hora es?, ya deberíamos de regresar al instituto.
—No, la corona ha decidido que este atentado en tu contra se mantenga en secreto. Nos quedaremos más tiempo aquí.
—Quiero volver, no importa si voy al palacio, así al menos podré ver a mi madre.
Y a Holder.
—No puedes, solo los reyes saben lo que a pasado. Nos quedaremos más tiempo aquí, nadie puede enterarse lo que te paso. Tú, ven—ordena a una de las doncellas que me arreglen—. Ponle mucho rubor para que no se vea tan demacrada, los periodistas afuera tomaran muchas fotografías.
Me ayudan a levantarme y me ayudan a cambiarme.
El dolor es intenso, me ayudan a meterme en el auto.
Me recuesto aliviada de no tener que moverme más.
—¿Qué haces?
Recuerdo las clases de etiqueta y que una dama no debe sentarse así en un auto.
—Me duele la herida, no pued…
—Hiergue la espalda, los periodistas esperan ver tu rostro o sospecharan.
Las puertas de la prisión se abren de par en par, afuera hay varios periodistas que comienzan a fotografiar.
—Sonríe, y no lo dejes de hacer —ordena.
Me acomodo en el asiento intentando que no me duela demasiado y finjo una sonrisa y saludo.
Una sonrisa que e estado fingiendo durante mucho tiempo.
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Me traen la cena a la cama
—Termina todo, Anne, es una enfermera que se encargara de ti.
Asiento, la señora Donovan prende la televisión y se va
—¿Quieres un poco? —le ofrezco uno de los platillos.
Necesito hablar con alguien y reír, o terminare por volverme loca, ya no quiero estar en un lugar así, encerrada sin nadie con quien hablar, con solo escuchar a mi cabeza.
—Me ordenaron que no hable con usted —dice montamente sin mirarme.
—No le diré a nadie si no obedeces —rio.
No recibo respuesta.
—La llegada del Príncipe Jamie, a echo que al fin la familia real este reunida —dice el periodista mientras se muestran imágenes de como los reyes, Andrew junto a Evangeline y Holder lo reciben.