Princesa Fugaz (libro 1) (terminado)

Capítulo 30

Mi armario esta casi vacío, ya no están los vestidos que me ponía antes de ser la prometida de Holder, ahora están solo mis jeans y cardigans de lana.

Me pongo un jeans de bota ancha y un cárdigan rosa, me amarro el pelo en una coleta, maquillo los golpes de mi cara y tomo mi morral. Le doy una pequeña mirada a él chico que yace dormido en mi balcón y salgo de mi habitación no hay casi nadie caminando, todos deben de estar durmiendo o se han ido a sus casas por el fin de semana

Afuera de mi residencia está el señor Baan, con la mirada fija en mi balcón, me ve.

—Espero que tenga un buen día Señor Baan —saludo con la mejor sonrisa que puedo.

Él me mira fastidiado, claro alguien allegado a la corona ya no tiene por qué dirigirse a mí.

Continuo mi camino a Dirección.

—Intentare pagar lo que falta de colegiatura, por favor déjeme terminar al menos este semestre —ruego a la directora.

La corona ya no pagaría mi colegiatura ahora que ya no era nada suyo y temblaba solo al pensar que me haría mi padre cuando llegase a casa si además le decía que había sido expulsada.

—Tu benefactora anterior a asumido los gastos nuevamente.

Sonrío aliviada, lo primero que había venido a decir ya estaba arreglado. Ahora tocaba hablar de ayer.

—El día de ayer…

—Sin embargo —me interrumpe—, a puesto cierto tipo de restricciones: no quiere escuchar más quejas de ti y no quiere que te involucres con los príncipes. Sobre lo sucedido ayer quiere que guardes silencio.

—¡¿Usted sabe lo que paso ayer?! —grito alterada poniéndome de pie

—¡Señorita!, ¡le recuerdo que usted no es nadie para gritarme! El príncipe Holder estuvo a punto de matar a golpes a Sebatian por culpa suya. Los príncipes ya han hecho que el Señor Sebastian Hanewal sea detenido, ya han levantado cargos contra él, su benefactora no quiere que se vea involucrada en este asunto y se siga manchando su nombre.

—Los príncipes ¿Qué?

—El señor Sebastian, será expulsado. Lo conseguiste, eres fácil, pero otros pagan tus errores.

—¿Fácil?

—Todo el país ha visto como has coqueteado con los príncipes. Retírate.

Salgo de la oficina anonadada que ella, siendo mujer y yo estando segura que en algún momento de su vida a sido acosada me eche la culpa a mí de lo había pasado. El mundo estaba mal si a una mujer le echaban la culpa por ser mujer.

Camino sobre el pavimento en dirección a la puerta principal del instituto para tomar el autobús.

Un auto negro con lunas polarizadas se detiene junto mí, me giro para ver quien es.

—Puedo llevarte a tu casa —dice Alston descendiendo del auto—. Afuera todo está lleno de periodistas, es la única manera en la que puedes salir.

Asiento y me subo en el asiento del copiloto.

Atravesamos la puerta, los periodistas intentan detenernos, pero Alston los ignora y no se detiene a pesar que están frente a nosotros.

—Los periodistas por tener una noticia pueden inventarlas, no creo en todo lo que dicen.

Abro un poco la ventana y saco la mano para sentir le aire corriendo libre entre mis dedos.

—Gracias por no culparme.

—¿Como podría culparte si tú eres la victima? Puedes desahogarte si quieres

—Gracias, pero ahora no puedo.

Ambos guardamos silencio hasta que llegamos a mi casa.

Un gran grupo de personas están alteradas gritando alrededor de mi casa.

—Son periodistas ¿Dónde están sus cámaras?

—No, no lo son —desciendo del auto y me acerco a las personas que gritan frente a la puerta de mi casa.

—¡Ahí está! —grita una de las señoras y entre todas me acorralan—. ¡Dijeron que nos pagarían lo que nos debían una vez te casaras con el príncipe! Ahora que se ha roto tu compromiso por andar de zorra ¿con que nos pagaran?

—¡Nos mintieron!, ¡dijeron que te casarías con el príncipe, pero ya vimos las noticias no hay nada de ello!, ¡devuélvenos nuestro dinero!

—Paganos o te llevamos a la comisaria.

Me sujetan de los brazos.

—Por favor, les pagaremos, pero tienen que darnos una prórroga —suplico.

—¡Déjenla! —dice Alston haciendo que me suelten— Les pagare, díganme donde hay un cajero.

Las señoras se giran hacia él y corren a acorralarlo. Examinan su auto y su ropa.

—Venga es aquí —una de las señoras le habla dulcemente.

—No, Alston, no lo hagas, yo vere la manera…

—¡Tus padres me deben varios meses de la casa, si no pagas ahora se irán esta misma noche! — vocifera una señora.

Ya le debíamos muchos meses y su hijo desde hace un año había sido diagnosticado con cáncer, ella necesitaba el dinero.

Alston me pregunta con la mirada si tiene mi permiso.



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En el texto hay: principes, primer amor, insituto

Editado: 31.12.2022

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