Me remuevo entre las sábanas, su aroma me parece sumamente relajante. Estiro la mano para abrazar mi peluche de conejo, no lo encuentro, siento un dolor en la espalda, me froto la zona afectada y entreabro los ojos.
Mi corazón comienza a latir desesperado al notar un cuadro de una mujer castaña en la pared y reconocer que no estoy en mi habitación. Bajo la mirada y el edredón gris que me cubre no es mío, suspiro aliviada al verme con mi ropa.
Bajo de la cama sin hacer ruido y me calzo los zapatos, busco con la mirada mi abrigo, lo encuentro sobre un sillón y lo levanto.
—¿Piensas irte sin despedir? —escucho a mi derecha, giro lentamente para ver a Holder a la cara. Pero no es ahí donde me concentro, en su lugar me quedo viendo su bien trabajado cuerpo que por ahora está cubierto por apenas una toalla en la parte baja.
—Mi cara está aquí arriba ¿sabes?
Tapo mis ojos con las manos dejando caer mi abrigo, sé con certeza que mi cara esta echa un tomate y giro lentamente para que él no lo vea—. Vístete, por favor —digo apenada.
Holder ríe divertido.
—No tienes por qué avergonzarte, Conejo. No te culpo por quedarte observando.
—Mi madre debe de estar preocupada por mi —trato de cambiar de tema y calmar así mi pulso—, debo de ir con ella.
—No es necesario que te vayas, llame a tu madre, está por traerte tus cosas. Puedes tomar una ducha aquí.
—Imposible. No pienso desnudarme en tu habitación —pronuncio tajante.
—¿Por qué?
Mi mente repasa el recuerdo de Holder de hace unos instantes; tiene un cardenal en la mejilla, ¿Cómo no pude notarlo antes? Me giro inmediatamente hacia Holder y me acerco para examinar su rostro.
—¿En qué momento te paso esto? —pregunto posando la mano en su mejilla.
—No pude contenerme —contesta.
Comprendo lo que a hecho ha buscado a Sebastian por lo me ha hecho.
Me quedo en silencio unos segundos mientras el me mira expectante, nunca estaría de acuerdo con la violencia, pero por ahora es lo que él se merecía, Sebastian merecía eso y no me sentía culpable por él.
—Gracias... —sonrío. Mi mano viaja hasta su pelo húmedo y comienza a acariciarlo— gracias por denunciarlo, a mí nadie me hubiese creído.
Sus ojos brillan y esboza una sonrisa, toma mi mano que lo acaricia y también mi otra mano, las une y dice:
—No importa el momento, no importa la circunstancia; cada uno de las situaciones que la vida te tenga preparada y sientas que estas rompiéndote, yo estaré ahí para ayudarte a reconstruir.
En ese momento, con Holder tomándome las manos, no sé exactamente lo que es, pero siento una extraña felicidad emerger dentro de mi pecho.
Me suelto de su agarre
El ama a Evangeline, recuerdalo Anwen ¿Por qué sigues aferrándote a él?. Por qué aun lo necesito, me respondo a mí misma.
—Me voy —tomo mi bolso.
Holder toma mi mano y me detiene, se acerca a acariciarme la mejilla, doy un respingo cuando se acerca a uno de mis moretones,
—¿Cómo no pude estar contigo cuando te paso esto? ¿Cómo fue posible que Sebastian te tocara siquiera?
—Sabes, en cuanto a la proposición de enseñarme a nadar, cabalgar o conducir que hiciste ayer, no non necesarias —me suelto de él.
—Soy un buen maestro, aunque no lo creas —dice con una sonrisa—. Te lo debo, ¿recuerdas que me confesaste que fuiste tu quien me salvo ese día de lluvia que estaba golpeado? No puedo permitir que sigas manejando una bicicleta si tienes un auto, o que corras el peligro de ahogarte.
—También recuerda que te dije que ahora que eres libre, no quiero ser un estorbo en tu relación con Evangeline, puedes pasar el tiempo con ella —esbozo una pequeña sonrisa, a pesar que tengo un nudo en la garganta.
—Al menos déjame enseñarte a nadar.
—No —digo inmediatamente, no quiero que vea las cicatrices que tengo en el cuerpo.
—Necesito que hablemos —entra Evangeline con una sonrisa que se desvanece cuando me ve—. ¿Qué hace está aquí?
—Ya me voy, vine a preguntarle algo —intento salir de la habitación, levanto mi abrigo del suelo.
—No, espera —se acerca Holder.
—Holder debo de hablar contigo en privado —insiste Evangeline y le toca el brazo desnudo, para luego abrazarle por la espalda y sonreír—. Te tengo una respuesta.
Anwen vete de aquí solo los inteterrumpes, bajo la mirada y me dispongo a irme.
—Prométeme que me dejaras que te enseñe algo —insiste.
—A conducir —digo sin pensar, sin ni siquiera girarme a verlo y salgo de la habitación a prisa.
Soy alguien que se aferra a quien no la quiere, me parezco a mi madre.
Las miradas de los chicos me siguen, intento bajar la mirada para que nadie vea mi rostro maltrecho.
—Espera, zorrita que vuela alto —. Evangeline me sujeta del brazo fuertemente y me obliga a girarme.