Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 1

Con Nocturne Op.9 No.2 de Chopin resonando en sus oídos, la joven ha encontrado lo más cercano a aquello que otros llaman «alivio». Ha sido afortunada al tener un par de horas libres, aunque… si así no hubiese sido, de igual forma se hubiera escabullido para estar a solas.

La doncella respira profundo, embriagándose por el maravilloso aroma de las flores que despide el lugar en el que se encuentra. Estando así, apenas puede recordar que desde el día de ayer no ha regresado a su hogar pues ha permanecido en las instalaciones de la academia. Ella se quedó en el dormitorio que le corresponde como alumna de tan prestigiosa institución y rehúso dormir en su casa, con el pretexto de tener que estudiar para los primeros exámenes de su undécimo grado de secundaria superior. Por supuesto que era mentira, no sólo porque nunca ha estudiado para una evaluación (puesto que para ella sólo es necesario escuchar las explicaciones de sus maestros una vez) sino porque no es de su interés. No obstante, eso le sirvió para no tener que escuchar esas palabras, esas congratulaciones que no le producen nada.

Trata de concentrarse únicamente en la melodía, en los arbustos que esconden su presencia, en aquel enorme árbol de manzanas que le da sombra y en aquella fuente que refresca el alrededor. Necesita olvidarse de todo, de la organización, de su familia, de sus amigos, de su título e incluso, de su propia identidad que tanto la atormenta.

De pronto, su celular empieza a vibrar. Ella trata de ignorarlo pensando que es posible que sea una llamada de sus padres. Sin embargo, tras perder la llamada y sentir una corta vibración, decide echar un vistazo al aparato. De inmediato, se percata que no se equivocaba y que efectivamente era su padre quien deseaba comunicarse con ella pero, también se da cuenta de un mensaje de texto que le ha llegado.

Yerik:

¿Dónde estás? Josiah y yo no hemos terminado el proyecto de biología. En 20 minutos debe estar concluido. Ven a ayudarnos. Estamos en el salón.

Un suspiro se escapa de los finos labios de la joven. Estaba casi segura que habían terminado con ese asunto. No quiere irse, no quiere ver a nadie hoy pero, por alguna extraña razón no puede dejar que ellos hagan el trabajo solos.

Los audífonos de color negro se los quita con sus delicadas manos. Se levanta del pasto verde en donde hasta hace unos minutos estaba acostada. Acerca su mochila azul y saca su Tablet. En cuanto coloca la contraseña, en la pantalla aparecen pequeños cuadros de video de las cámaras de seguridad; amplía las de las cámaras cercanas para cerciorarse que no haya ningún docente, alumno o trabajador de la institución a sus alrededores. Mientras inspecciona, empieza a abrocharse los dos botones superiores de su camisa blanca para que no quede a la vista su hermoso collar. Posterior, hace el nudo de su corbata rojo vino y se coloca su saco negro. Respira profundo y sus lisos cabellos negros y sus ojos del mismo color cambian por un cabello rubio ondulado y unos ojos verdes esmeraldas. Su máscara de siempre está lista.

Estando segura de que no se acerca nadie, mueve sus dedos ágilmente en la Tablet y digita unos códigos para cambiar la imagen y colocar un video anterior. Se desliza por debajo de los arbustos que forman uno de los círculos que están contiguo a la fuente para lograr salir de su escondite; vuelve a mover sus dedos en la pantalla táctil y deja que las cámaras continúen con su trabajo normal.

Una vez que guarda su Tablet, con pasos parsimoniosos se dirige hacia su destino. No lleva prisa, nunca la lleva. Incluso ahora camina con total tranquilidad hasta uno de los enormes edificios que componen la academia.

Mientras se acerca al elevador, se encuentra con varias personas que hacen cortas reverencias al observarla. Ella sólo asiente. Ni siquiera le interesa el hecho de que sean unos hipócritas y que sus muestras de respeto se deban únicamente al título que ostenta. Después de todo, es de su conocimiento que a sus espaldas la llaman «La princesa sin corona» y no los culpa porque, ¿qué corona puede tener si no puede utilizar su poder psíquico? Sus súbditos no pueden establecer diferencia alguna entre ella y un humano cualquiera. Sin embargo, esto no le quita el sueño y pensándolo bien, preferiría que esta fuera la causa de sus dificultades nocturnas y no aquello.

Cuando la joven llega al quinto piso sigue con su poca motivación y al estar frente a la puerta de su salón, extrae del bolsillo de su saco su celular para acercar la pantalla de éste a un identificador localizado al lado de la puerta. Transcurren un par de segundos para que el sistema analice los datos y una vez hecho esto, se escucha un sonido y la puerta se desliza a un lado.

―¡Sorpresa! ―gritan dos jóvenes frente a ella―. ¡Feliz cumpleaños!      

Mentalmente, la joven se castiga por no haber especulado esto antes. Introduce su celular en el bolsillo y como si nada hubiese sucedido, camina hacia el escritorio que está frente a la pizarra electrónica y se sienta con tranquilidad dejando a sus compañeros impresionados.

―¿No se supone que este año el plan funcionaría? ―murmura uno de los jóvenes mientras sostiene un pastel―. Sabía que debíamos preparar una fiesta con todos los lujos posibles.

―Eso no iba a funcionar. ―Lo contradice su compañero―. Eso lo intentamos en cuatro ocasiones y nos ignoró de una peor manera. ¿No lo recuerdas?




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