Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 10

 

La calle está completamente llena y no precisamente con transeúntes o automóviles. No, la avenida está repleta de personas con cámaras y reflectores y de otro montón, corriendo de un lado a otro con accesorios para la sesión de fotos que se está realizando.

Sólo de ver ese movimiento fatigante, Erich suelta un suspiro y se acerca a donde están una pareja de modelos para encontrarse con la persona a la que busca. Así, levanta su mano para saludar a una joven de cabellos rojos con un corte asimétrico y ésta, en respuesta, empuja a su compañero de sesión que la sostenía sensualmente de la cintura y corre hacia Kirchner para abrazarlo.

―¡Erich! ―Exclama con alegría, ignorando la mirada reprobatoria de todo el equipo―. ¡No tienes idea de cuánto quería verte!

―Kira ―habla Erich con sequedad―, te van a despedir.

―No, claro que no. Soy la única que puede hacer este trabajo y ―responde con una sonrisa que se refleja en sus ojos azules eléctricos mientras coloca su dedo sobre la boca de Erich para silenciarlo―, no comiences con eso de que nadie es indispensable.

Acto seguido, ella acerca su rostro al de Erich y deposita un beso corto y rápido sobre el dedo índice que aún se encuentra sobre los labios de él. Luego, lo suelta y sujeta su mano.

―¿Podemos tomar un descanso de quince minutos? ―Pregunta a un hombre de cabellos rubios pintados, pero no espera respuesta y agrega―: Prometo que no me tardaré más de lo que he establecido y haré tan buenas tomas, que estarán satisfechos.

Dicho esto, camina con premura hacia un enorme edificio, tirando de Erich. Y al entrar a un cuarto que es el de vestuario, con una sonrisa y una señal de la mano, ella solicita al personal del área que se retiren y los dejen solos.

En cuanto todos los demás salen, Erich se sienta en un cómodo sillón negro y Kira sobre una mesa, con las piernas cruzadas.

―¿Te gusta mi nuevo peinado?―dice coquetamente, tocando primero la parte delantera de su cabellera que es larga y luego, mueve su cabeza para enseñarle que su corte disminuye conforme se acerca a su nuca―. Es el último grito de la moda.

―Sabes que tu cabello es hermoso y que tú eres bella, no tengo que decirte lo bien que te queda todo ―responde y extiende su mano―. ¿Puedes darme aquello por lo que vine?

Kira niega y pese a eso, toma un bolso de cuero de la mesa e inicia a buscar algo.

―Tienes suerte de que haya venido a Estados Unidos y de que además, hubiera aceptado este trabajo en esta ciudad antes de mi presentación en la semana de la moda en Nueva York. ―Del interior del bolso, saca un pequeño frasco blanco que se lo enseña a Erich, pero no se lo entrega―. No me malinterpretes, te lo daré, más primero quiero saber una cosa. ¿Pará quién quieres la Sertralina? No es para ti, ¿verdad? Sé que Devdan y yo, bromeamos contigo respecto a tu salud mental debido a tus manías, pero…

―Yo no tengo manías ―comenta cruzándose de brazos y mirándola con enfado―.  Soy una persona normal y mi cerebro trabaja correctamente. Estoy cansado de que me traten como un loco, sólo porque tengo ciertas cuestiones…

―Mejor olvídalo. ―Lo interrumpe sabiendo que no llegarán a ningún sitio con esa conversación. Erich nunca va a aceptar que tiene comportamientos extraños que casi llegan al borde de la compulsión―. ¿Para quién es esto? Normalmente no indagaría, pero esto no es un fármaco común. Este medicamento se usa para tratar depresiones, trastornos obsesivos-compulsivos, ataques de pánico, estrés post-traumático y trastorno de ansiedad social. No es algo de venta libre.

―Lo sé, ¿por qué crees que te lo pedí? Eres la única que lo podía conseguir con rapidez ―anuncia, recordándole la razón, el hecho de que la familia de Kira tiene una industria farmacéutica internacional―. Y tranquila, es obvio que no es para mí, pero no me sigas preguntando porque no responderé. Esto es un asunto confidencial.

La chica cuyo nombre es Kira Koróvina, se inclina y coloca su mano en su cabeza.

―No lo puedo creer. ¿Otro contrato de absoluto silencio? ¿Es que nunca entendiste lo que el maestro nos enseñó? ¿Quieres que te ejecuten a propósito? ―Se baja de la mesa y lo encara―. ¿En qué diablos estás pensado, Erich?

―No exageres, Kira. Los contratos de confidencialidad no son malos si los cumples. Además, hasta ahora, no he tenido problemas ―comenta restándole importancia a la situación porque en primer lugar, el asunto de la medicación no tiene que ver directamente con el contrato que firmó hace días―. Será mejor que no hablemos de eso. Dame ese frasco y si gustas, acepto que sigamos conversando con tal de que cambiemos de tema.

Una sonrisa se instaura en los labios negros de la joven y ella termina aceptando el trato con Erich al arrojarle hacia sus manos, los cuatros frascos que le pidió y que tanto desea. En este punto, no es que le deje de preocupar lo que a su parecer, son malos tratos en la organización, pero hay algo que considera más importante y que debe abordar pues desde que se enteró del nuevo trabajo de su amado, le ha inquietado de sobremanera. Además, contando con que si Erich se ha cerrado a algo, no hablará, es mejor ceder. El asunto ahora, es que no sabe cómo abordar lo que desea preguntarle; no tiene idea por dónde iniciar.

―¿Cómo te sientes con tu nuevo trabajo? ¿Qué tal te va con la docencia? ―Indaga audazmente, entendiendo que primero debe preparar el terreno―. ¿Cómo se ha comportado mi adorado primo? ¿Yerik ha demostrado ser un gran agente? Y, ¿cómo te llevas con Josiah? Sé que los dos juntos son dinamita y por eso te lo pregunto.




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