Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 12

Aunque en apariencia, Yerik Sóbolev tiene la misma actitud tranquila de siempre, dentro de sí hay una tormenta que podría hundir mil embarcaciones.

Han transcurrido varias horas desde que Miu lanzó un comentario que fraccionó a su equipo, pero su ansiedad no disminuye. Simplemente, le preocupa Su majestad en sobremanera y necesita explicaciones. Sin embargo, ¿con quién puede disipar sus dudas? ¿Con Kira? En definitiva, no. Si bien, ella le había advertido acerca del humor de Erich, Yerik sabe que ella nunca diría algo malo de él y menos, con lo enamorada que parece estar de Kirchner. En síntesis, su prima lo idealiza demasiado y eso lo ha notado luego de muchas conversaciones con ella donde la mayor parte del tiempo habla de lo maravilloso que es Erich y de lo estúpido que es al no verla como mujer.

―Puedes descansar ―habla dirigiéndose a su chofer―, mañana te necesitaré una hora antes de lo usual.

―Aquí estaré, señorito, no se preocupe.

Dada la orden, Yerik camina hacia la gran torre de edificios de veinticinco pisos donde habita y una vez dentro, toma el elevador para dirigirse al penthouse.

Estando frente a la puerta de su apartamento, la abre con su pase de seguridad y hecho esto, un balde de agua fría le es arrojado en la cara.

―Lo que me faltaba ―dice furioso.

El chico de cabellos plateados, arroja su mochila en un sofá y con rapidez, se dirige a donde está la joven ama de llaves de cabello marrón que trata de sostener a su madre.

―¡Señorito! ―Exclama la joven al verlo―. Lo lamento mucho, créame. Puedo jurarle que hice todo lo que estaba en mis manos por evitar que su madre bebiera, pero usted sabe cómo es.

―Fue a la sala de cata de vino del edificio y no te escuchó ―anuncia la historia que se sabe de memoria y sujeta a su progenitora en tanto mueve un poco su cuerpo en su dirección para que reaccione y deje de beber del líquido de la botella que tiene en manos―. Mamá, ¿por qué volviste a beber?

Despacio, la mujer lo mira con sus grandes ojos azules eléctricos que lucen inflamados y rojizos. De inmediato, reconoce a su hijo y sus orbes se llenan de lágrimas.

―¿Cómo se te ocurre hacerme esa pregunta? Tú más que nadie debes saber que el culpable es el malnacido de tu padre ―espeta tratando de mantenerse firme sola―. ¿Tienes idea de con qué brillante idea ha salido ahora? ¡Quiere verte! El idiota quiere abrir un caso donde un juez establezca un régimen de visitas entre él y tú. ¿Puedes creer semejante estupidez? Y por si fuera poco, me amenazó con que esta vez iría en serio y dijo, que diera gracias de que no pedía tu custodia. ―Con ira, lanza el frasco de vidrio que por pocos centímetros, cae en los pies de la joven―. ¡Maldito sea!

―¿Quién te dijo eso, mamá? ¿No lo estás inventando?

―¡Claro que no! Él mismo se atrevió a llamarme para decírmelo. ¿Acaso el imbécil no entiende que tú no quieres verlo y que no puede pasar por encima de lo que el juez ya dictaminó? Si no logró nada cuando tenías nueve años, mucho menos ahora que casi eres un adulto ―explica apretando sus puños, pero repentinamente, observa a Yerik y se tira sobre él para abrazarlo―. Hijo, tú no lo quieres ver, ¿cierto? ¿No serías capaz de traicionarme de esa forma? Yo he dado todo por ti, te he hecho un hombre y si te vas con él… Si me dejas, él te convertirá en…

Dejando la frase inconclusa, ella se lanza a llorar sobre el hombro de Yerik y esto, él lo agradece porque lanzar esa posibilidad lo enfurece. Sóbolev está completamente seguro de quién es, a diferencia de su padre y por ello, una comparación con él le desagrada.

―Tranquila, mamá. ―Trata de reconfortarla en tanto la abraza y acaricia sus cabellos castaños claros―. Nunca te voy a dejar.

―¿Lo prometes? ―Ella lo ve como una pequeña niña―. Júralo, por favor.

―Lo juro, siempre estaré contigo ―responde él con cierta melancolía―, pero no vuelvas a tomar, ¿de acuerdo? Eso le daría un punto a mi padre para…

―No tomaré otra gota de alcohol con tal que ese desgraciado sufra ―anuncia abrazando con más fuerza a su hijo.

―Bien, entonces vamos a tu cuarto.

Sin oponer resistencia, ella deja que Yerik haga aquello a lo cual está acostumbrado. Por lo cual, Sóbolev la carga hasta llegar a su habitación y una vez ahí, la deposita con suavidad en su cama.

―Marina, por favor, ayúdala para que ingrese a la ducha. ―La joven que ha estado detrás de él todo el tiempo asiente―. Luego, haz un café cargado y no la dejes hasta que lo beba y se quede dormida.

El joven no pronuncia otra palabra y simplemente, sale y se dirige de nuevo hacia la sala, bajando por las escaleras.

Con mil pensamientos en su mente, se acerca a las ventanas de piso a techo con vistas a la ciudad y medita en qué acciones llevar a cabo.

En este punto, Yerik se siente demasiado estresado por todo lo acaecido en el día y como el colmo ha sido lo que encontrado al llegar a su hogar, siente que tomar una decisión en estas circunstancias es difícil. No obstante, reparando en que lo importante es mantenerse al lado de su madre por su problema de alcohol, sujeta su celular, marca el número de una persona que además de ayudarlo con el aspecto legal de su padre, cree que también contestará sus dudas acerca de Erich y finalmente, al enlazarse la llamada, habla:




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